"Se reposó sobre mis hombros un deseo de libertad.
Uno que no sentía desde ese primer beso en el que por primera vez me sentí Casandra."
- 5 años A.M*. -
Sólo con una mirada los seres humanos somos capaces de darnos cuenta de todo. A veces las palabras sobran. Los silencios dañan; y las lágrimas se compadecen de un final que muy pocas veces es anunciado como tal.
¿Por qué?, porque nadie está listo para entender aquella gran y dolorosa verdad que atestiguan los ojos de uno: al darse cuenta que no se siente como uno. Sino como una.
Nadie nace preparado para aceptar rápidamente un cuerpo que no se adapta a los deseos más profundos, y a los más puros; a las sensaciones más hermosas y a las más duras.
Pocos nacen con la valentía necesaria para comprender que nunca es tarde para reescribir nuestra historia.
¿Cómo lo sé?, simple. Una tarde, jugando a las escondidas con mis primos, me escondí en el baño de mi abuela. Iluso de mi parte pensar que sería un buen escondite estar detrás de una puerta que frente a ella tiene un espejo que refleja el pasillo interno de la casa. Pero la casa no era para nada grande. Y no contaba con los suficientes escondites para que uno fuera creativo... así que me pareció buen lugar.
Allí, esperando a ser descubierto. La noté. Ni bien posé mi ojo diestro sobre el filo de la puerta, la vi. Se encontraba frente a mi. Asustada. Escondida.
Mi ojo rápidamente buscó la forma de contenerla. De invitarla a sentirse cómoda, ya que no existía peligro alguno. Pues, estábamos solo ella y yo. Y nadie, por el momento, nos descubriría.
En ese baño nació nuestro secreto, entre ruleros color pastel y labiales partidos. Nadie logró ser testigo de nuestro primer encuentro, ni tampoco de los que le siguieron.
Lo recuerdo sin esfuerzo. Como si cada encuentro hubiese sido un retrato único, digno de una secuencia de cuadros del artista más atrevido y creativo del mundo.
Jugábamos a amarnos. A mostrarnos livianos, así como cuando una brisa primaveral acaricia nuestras mejillas luego de muchas tardes invernales de bufandas y camperas abrigadas.
Así como la primera vez que al escuchar una canción en la radio, nos sentimos inmersos en un musical digno de Broadway. Con luces, un poco de humo, mucho brillo y ritmo.
En fin. Nos enamoramos. Pero debo decir que yo fui quien se enamoró primero. ¿Cómo no hacerlo?, si esa tarde de escondites me terminó ayudando a descubrir aquel rincón que la ocultó de mi, durante ese pequeño bache entre el niño que fui y el muchacho en el que me convertiría.
Casandra: El resultado entre la primer sílaba de mi apodo, por aquella época, "Cachito" junto al nombre de pila de la artista Sandra Mihanovich. Quien con su música y sin idea alguna, me ayudó a poner en palabras está situación.
Sin ella. Yo jamás sería yo.
Fue entonces, que un día me cansé de jugar a escondidas y tomé el labial color carmín de mi abuela, improvise un recorrido torpe sobre mis labios y decidí besar el espejo donde vivía ella.
Decidí aceptarla, quererla y darle una oportunidad. Pero bueno, como imaginarás nada es tan sencillo. Lo que para mí fue una hermosa y cálida revelación, para mi familia fue un juego de niños del cual insistieron, mediante un millón de intentos, evitar.
Lo quisieron tanto, que acabe huyendo de mi casa. De mi familia. De aquel espejo y de aquella niñez.
Hasta una torpe ocasión de otoño, en la cual una obscura noche me reencontró en el zaguán de mi hogar familiar, envuelto en los brazos de una situación fría y distante, junto a un amigo del barrio y de mi infancia. Luca.
Dentro del vestido rojo de mi prima Olivia, ocultando los fríos huesos de mi raquítico y tan desnudo cuerpo.
Luca intentaba demostrar su hombría, buscando (con poco éxito) encontrar rasgos femeninos en mi. Pobre de él, que al encenderse la luz de la puerta debió salir corriendo con medio pantalón bajo.
Pobre de mí, que al abrirse me encontró frente a mi abuelo y su cinturón. Quienes por largas horas no se cansaron de recordarle a cada centímetro de mi cuerpo la realidad de su "naturaleza".
Pobre de ellos que no supieron comprender que la única verdad que importaba era la de mi "naturaleza". La de mi realidad.
Esa madrugada me fui de casa.
Pasaron los años, Cachito decidió partir cuál Peter Pan al dejar atrás a un niño. Dando paso a la realidad de Casandra. Los colores llegaron a mi vida pero con ellos también llegaron las amarguras.
Era difícil ser ella en un mundo que giraba entorno a un huesito puntiagudo depositado en mí garganta. Por mal que me pese, todo intento de vivir mi libertad, acababa con miradas y comentarios desubicados tras cada paso que daba. Porque nadie quería conocer a Casandra.
El tiempo y varios tropiezos me llevaron a desistir de la idea que podría vivir una vida "normal" junto a ella. Fue así que todo lo referido a aquella muchacha de cuello puntiagudo, acabó por resumirse en objetos escondidos dentro de un cajón del tamaño justo para caber debajo de mi cama.
Los años siguieron avanzando. Cachito se transformó en Cacho; Conocí a Estela, mientras cursaba las últimas materias del profesorado. Nos casamos y formamos una familia.
Luego de la muerte de mis padres, debí regresar al barrio para vender la casa de mis abuelos y darle cierre a esos capítulos de mi infancia que aún se escondían detrás de la puerta del baño principal.
Pero a veces los planes de uno no condicen con las decisiones de otros, ya que en el preciso instante en el que ingrese al baño para controlar que todo estuviera en orden, me encontré con un lápiz labial desafiando a mis escondites más profundos a cantar "piedra libre".
¿Pero qué habría de cantar piedra libre?, si mi presente no se sentía para nada así. ¿Libertad?, hace años que eso no existía eso en mi vida.
Estela y yo, no nos estábamos llevando del todo bien. Mis hijos se estaban alejando cada día un poco más de mi.
La situación económica nos había hecho regresar a esta casa para "ahorrar" mientras sucumbían los trámites de sucesión.
Y cómo si faltara algo más, al regresar a este lugar me encontré con la realidad de que no estaríamos solos. Ya que contaríamos con un integrante extra compartiendo nuestro hogar. Vaya sorpresa la que me prepararon mis padres.
Hay quienes dicen que la carne es débil y vaya que lo es. Porque de la angustia que agobiaba a mi maduro y triste corazón, sucumbí al deseo de comenzar a pintar mis labios para rememorar aquella extraña dama que me supo hacer sentir esperanza, luego de tantos años sin verla. Pero aparentemente no era el único que esperaba volverla a ver.
Sonó el timbre. No llegué a quitarme el labial, que ya había ingresado a la casa aquel primer gran amor que supo desencadenar toda la naturalidad de Casandra y provocar mi destierro.
Luca junto a Estela ingresaron desbordados de cajas producto de la mudanza. Y se encontraron con ella. Con la muchacha que se escondía dentro mío, y que ya no era una simple muchacha. Ya era una mujer.
*A.M (Antes del Muro): 5 años después, la ciudad fue dividida por un muro de cristal impenetrable que provocó la fracción ciudadana entre Libertinos y Conservaditas, luego de que la trágica historia de amor entre sus gobernantes llegará a un punto sin retorno.
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Sólo un beso bajo la Lluvia - Historias Breves
RomanceUn punto de partida para descubrir un poco más acerca de esta atrapante historia.