Quien diría que aquel carismático y alegre pilar estaría comprometido?
Ya era hora que alguien cayera en los encantos del pelirubio con tonos rojos en las puntillas
Pero la pregunta, ¿Quien fue la afortunada?
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-¿Estamos todos? Uno, dos, tres... ¿Y las niñas cariño?
El mayor inclinó su cabeza hacia abajo girandola de un lado a otro confundido
-Hace un segundo estaban aquí
-Ahi están
Tanjuro giro su cabeza a dirección que apuntaba su esposa, soltando el aire que había retenido inconsciente al ver a sus pequeñas sentadas en una banca bajo un árbol.
El mayor las saludo sacudiendo su mano, las niñas al verlo copiaron su acción regalando una sonrisa
-Algun día me dará un paro cardíaco por sus travesuras- su esposa que estaba junto a el solamente dejo escapar una risiña con suspiro al final
Las niñas bajaron de la banca, caminando hasta donde estaban los mayores
-No vayan muy lejos mis niñas, harán que su padre se desmaye de un susto
-Entendimos madre, no lo volveremos a hacer- nezuko asintió con su cabeza ante el comentario de su hermana
-Me alegra que lo entendieran. Bueno, es hora de subir al tren
Kie tomó de ambas manos a sus hijas, las dos a sus costados, el padre iba por detrás cuidando las, mirando de vez en cuando con sus pupilas la mirada de algún depravado que quiera aprovecharse de sus hijas.
Así es, era un padre muy protector, sobreprotector es la palabra. No lo niega, hay ocasiones hasta que las afirma.
No dejaría que nadie, absolutamente nadie se acerque, toque, mire, y si el quisiera, respirara el aire que comparte el ser humano. Nada que este relacionado con sus pequeñas.
Kie observaba el comportamiento de su esposo por el rabillo de su ojo derecho, suspirando por la mirada de muerte que le daba a los niños que volteaban a ver a sus hijitas.
Era un niño dentro del cuerpo de un adulto, aún así, así lo quería.
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