Era el momento de la noche en que el amanecer con su sol se acerca a salir. Siempre se había dicho que el mejor momento de un niño para nacer eran en las primeras horas del día.
La habitación bullía con voces y movimiento. El aire era fresco y las cortinas se revoloteaban con una ligera brisa.
La mujer en la cama se doblaba de dolor con cada contracción, su doncella limpiaba su frente empapada de sudor mientras la sostenía. Su esposo el rey se paseaba en el pasillo fuera de la habitación apretando los puños cada que oía un gemido o un grito procedente de la habitación.
-Ya es hora de pujar mi señora- aviso la comadrona- él bebe está en posición y usted ya ha dilatado completamente.
Las doncellas acomodaron las almohadas para que su reina pudiera sentarse mejor- ¡No, no esperen! - grito a reina con mas fuerza de la que sentía- pongan el manto en el suelo.
Las doncellas y la partera se quedaron en silencio largo rato antes de que la comadrona hablara- ¿Esta segura su excelencia? Estará mas cómoda en la cama.
La reina asintió y todas empezaron a moverse, se coloco el manto en el suelo, se busco mantas y tela y agua caliente y con sumo cuidado se coloco a la reina en el manto de forma que mirara hacia la ventana y mirara el amanecer.
La doncella de mayor rango y confianza de la reina se coloco a sus espaldas para sostenerla. Otras dos se colocaron a cada lado para sostenerles las piernas. La partera se lavo las manos y se posiciono entre las piernas de la reina.
-Muy bien su majestad es hora de conocer a nuestro futuro rey- dijo la partera.
Y justo en ese momento una gran sombra más oscura que la leve luz del amanecer. Todo se quedo en silencio mientras la inmensa sombra volaba y oscurecía la ciudad y el palacio, pero volaba tan alto que nadie podía ver que la producía. La reina empezó a pujar sin poder resistir la necesidad, las mujeres se colocaron atentas.
Y mientras la reina pujaba las mujeres miraron la sombra que se acercaba cada vez mas tapando la luz del sol naciente.
Con una gran oscuridad la criatura que oscurecía el cielo se acercó hasta aterrizar en al gran balcón de la habitación de la reina. Y a pesar del dolor la reina miro directo a los ojos a la gran esfinge, la criatura que presagiaba destrucción y mala suerte, la observaba desde afuera de la ventana. La reina sintió temblar a las mujeres que la acompañaban.
Y aun así no dejo que eso la mortificara, ella estaba lista para traer al heredero al mundo, para tomar a su amado niño en sus brazos y amarlo y cuidarlo para que creciera y se convirtiera en un gran rey. Ella sabía que nada podía traerle mala suerte a su hijo. La doncella seco su frente mientras ella pujaba, el grito de dolor y lucha sacudió la habitación, todo se volvió oscuro para la reina, su mirada únicamente centrada en la enorme bestia en su ventana.
El sol se asomo subiendo a cada minuto más iluminando el planeta de brillo anunciando u nuevo amanecer y junto con el la reina dio un último empujón acompañado de un alarido. Y su hijo llego al mundo.
La partera tomo en sus brazos al bebe limpiando su boca y nariz. El recién nacido dio un pequeño llanto tranquilo – Deme a mi niño- exigió la reina.
Y la partera con gran preocupación sin decir nada limpio y envolvió al bebe en sus mantas. Con reservas le entrego el pequeño bulto a su madre. La reina lo tomo con gran sonrisa a pesar del dolor y cansancio cepillo sus dedos por su suave mejilla. Y con paciencia desenvolvió al bebe, primero su cabecita llena de una pequeña pelusa de cabello negro, luego sus hombros, después bajo hasta sus manos donde beso y conto cada dedito, paso a sus pies donde conto los diez dedos.

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Sangre y Oro
FantasySu Alteza Real la princesa Avyanna tiene solo tres propósitos en su vida, primero aprender a ser una reina, segundo proteger a su hermana y tercero olvidar o recordar. En una guerra todo puede pasar, todo esta permitido. Con su hermana siendo envia...