-Chapter 3-

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Tu identidad quedará rota. Entrega el cuerpo pero no el nombre.

GATA LADRONA

—¿Tienes una cita con tu novio esta noche? El chico moreno, me refiero.

Yo Arqueé una ceja.

—¿Mi novio? Lo dudo. Baby 5, él no es más que otro cliente que paga.

—Oh..., no sé... He notado algo especial en tu voz cuando me has hablado de él en el coche al venir hacia aquí.

Puse los ojos en blanco al tiempo que me acercaba al espejo.

—Me paga bien...

—Mmm... Quizá te quiera conquistar. ¿No te gustaría eso? ¿Que alguien se preocupe por ti?

—Oh, Baby 5, la vida no funciona así. Y, de todas formas, ya me cuido bien sola. — Me volví hacia ella, sintiendo un extraño dolor a la altura del corazón. Lo cierto era que me ponía a pensar en Luffy más a menudo de lo que quería desde que la última vez que lo había visto. Me había afectado ver tanta dulzura en sus ojos, la curva de su sonrisa y la expresión de pánico que apareció en su cara cuando me acerqué. La cara que puso cuando me moví hacia él me recordó el momento en el que pinchas un hematoma viejo con una aguja. Me dolía verlo así. No era que sintiera simpatía por él, a pesar de en parte sí lo hacía, sobre todo me dolía a mí, y no sabía exactamente por qué. Me ponía nerviosa, me hacía sentir inquieta. Él me provocaba eso.

«"Necesito que me ayudes en eso. A estar"».

Quería borrar esas palabras. Me había sentido avergonzada y expuesta cuando las dijo después de que me ofreciera a ayudarle a anularse a sí mismo mentalmente durante un encuentro físico. Me había revelado ante él, y no era eso lo que quería, pues ahora él sabía más de mí de lo que yo deseaba.

Sonó un golpe en la puerta antes de que Franky asomara la cabeza.

—Luffy está aquí, Gata Ladrona.

—Hablando del diablo... —dijo Baby 5, riéndose. «¿Diablo?». No, un ángel, como había pensado desde el principio. Y los ángeles no pertenecen al infierno. ¿Qué me dijo él aquella vez? «"Eso es justo lo que he pensado de ti"». ¿Por qué había pensado eso? Este era mi sitio. Y, en cualquier caso, no tenía ningún otro sitio en el que estar. Ninguno.

Sentí ganas de gritar. ¡Joder!, tenía que acabar con estas... tonterías.

—Gracias, Franky, iré dentro de un segundo. —Él asintió con la cabeza y cerró la puerta a su espalda.

Baby 5 se levantó.

—Bueno, a mí me toca bailar dentro de quince minutos. Tengo que prepararme.

Baby 5 se marchó, pero yo me quedé allí un rato, tratando de encontrar cierto equilibrio y formar esa capa protectora a mi alrededor, tenía que centrarme.

Cogí una sudadera y me la puse sobre el bikini. Respiré hondo para soltar el aire lentamente y salí del camerino. Fui a la sala de bailes privados. Luffy estaba de pie junto al sofá cuando abrí la puerta. De un vistazo me fijé en sus brazos, bronceados y musculosos, y en sus hombros anchos. En algún momento de mi vida, los cuerpos de los hombres habían empezado a ser iguales para mí: gordos, flacos, con buena constitución... ¿qué más daba? Todos los utilizaban igual: para infligir dolor a otros y para buscar su propio placer.

Luffy pareció sorprendido por mi brusca aparición, pero luego sonrió, esa sonrisa cálida y acogedora que tanto me conmovía.

Levantó la mano y me enseñó un ramo de flores naranjas, que me tendió.

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