P A I S A J E

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A tu lado aprendí a apreciar las pequeñas cosas que todavía pertenecían a nosotros. Me enseñaste que, por más poco que pudiera parecer, debíamos estar agradecidos por tenerlo. Yo creía no tener nada, hasta que me di cuenta... de que te tenía a ti.






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Creo que Taehyun nunca antes había disfrutado el ambiente dado por la radio hasta ahora, encerrados en el auto con las ventanas bien selladas y el bochorno del interior. Era una vieja radio cassette de pilas, del tamaño de una caja de zapatos. Era la única pertenencia que traía consigo cuando nos conocimos.

Sin embargo, eran raras las ocasiones donde le permitían usarla para escuchar música, la mayoría de veces se quedaba como un simple adorno en la habitación, a excepción de que llegaran a requerirla por alguna emergencia. Nunca tuvo la oportunidad de escucharla como es debido, así que no dudé en cargarla con nosotros, que aprovechara para estrenar los cassettes que encontraba para él.

Esta vez sonaba una canción de «Imagine Dragons» por onceava vez en nuestro recorrido a través de la desolada carretera. Y como las otras diez veces antes, se conmovía con la balada con cada acorde pronunciado por los instrumentos. Era sublime mirarlo imitar la pista de la canción con la pasión desbordando de sus movimientos; estaba feliz.

Decidimos dormir cuatro horas antes de partir, entre los asientos reclinados, observándonos en la penumbra el uno al otro hasta que uno de los dos cayera dormido. Él durmió primero, y yo me quedé admirando su rostro relajado hasta que me dormí, contando las pestañas de sus párpados, uniendo sus lunares en constelaciones imaginarias, viajando al universo que creábamos cuando estábamos juntos, a ese rincón de la galaxia que solo a nosotros nos pertenecía. Volví ahí cuando soñé.

Luego transcurrieron más de cincuenta minutos de viaje, siendo testigos del cambio de color en el cielo grisáceo. Ahora estaba más claro, igual que los sentimientos de Taehyun mientras corea la voz del cantante.

—¿No te cansas de esta canción?— Decido preguntarle cuando noto que la ha repetido una vez más.

—Hay algunas cosas, hyung, que no importa cuántas veces las repitas, nunca dejarán de hacerte feliz.

—Sí, bueno, pero una canción se vuelve tediosa luego de varias veces.

Pero él continúa tarareando la melodía, mientras puedo ver su expresión amena por el reflejo de la ventana.

—Para mí no— Se limita a responder.

Así sucede cuando recién descubrimos algo. En su caso, Taehyun no había tenido nunca antes la libertad de escoger la música que quisiera escuchar, y sin embargo, en lugar de escuchar el resto del repertorio que contenía el cassette, se conformaba con repetir la que más le había gustado hasta ahora.

Llegamos a nuestro destino antes de que termine la canción, y me vi obligado a silenciar el canto de «Dan Reynolds» apagando la radio para asegurar la atención de Taehyun. Estaciono el auto en medio de un par de grandes piedras, para que nadie externo, si es que hubiera alguien cercano, esté al tanto de nuestra llegada. Justo frente a nosotros, a través del parabrisas, se aprecia el inicio del mar.

—Taehyun— Le llamo, apresando su rodilla izquierda con una mano. Él tiembla ante mi toque, buscando mis ojos con los suyos brillosos. Mi corazón martilla con fuerza debajo de mi pecho, de pura preocupación. Pese a eso, intento sonreír. —Llegamos.

Su sonrisa se hace aún más grande si es posible, y se apresura a inclinarse hasta los asientos traseros para buscar nuestros abrigos. Mientras él se abrocha el suyo, yo centro mi atención en el par de máscaras de oxígeno que he sacado de mi mochila. Siempre me han parecido monstruosas, lo hacen más ahora que será la primera vez que vea a Taehyun con una de estas puestas.

Por el rabillo de mi ojo, cabizbajo hacia los artículos en mis manos, veo vagamente que Taehyun ha terminado de enfundarse en la gran chamarra. Luego una de sus pequeñas manos cálidas sostiene la mía, temblorosa y pálida.

—Yeonjun-hyung— Me susurra, y me cuesta dirigirle la mirada. Porque me avergüenza mostrarle el mundo de esta manera, lo que hay en él. Me costó mucho mantener su inocencia intacta, a pesar de que sabía que él jamás fue totalmente inocente. Su sonrisa es tan cálida como sus manos, que ahora arrullan mi rostro con cariño. —No tengo miedo. Sé lo que estás pensando, pero quiero que lo borres de tu mente. Recuerda lo mucho que deseo ver el mundo con mis propios ojos, aún sabiendo la ruina que es ahora.

Con cuidado, como si de pronto se hubiera convertido en cristal, dirijo una de sus manos a mis labios. Puedo oler la tenue esencia de la crema de avellana que usa para mantenerlas hidratadas, y dejo un beso plantado en sus nudillos.

—Mi amor, el mundo siempre fue una ruina.

Después de abrocharme mi propio abrigo, le ayudo a colocarse una mascarilla. Mi corazón se estruja al verlo con toda la cara cubierta, con los tubitos desintoxicantes sobresaliendo de la nariz. Incluso así, ríe. Muy apenas puedo ver sus ojos, pero aún así veo que los entrecierra en una sonrisa; sigue feliz.

Me pongo la mía y, a mis ojos, el mundo se oscurece un poco más.

Le ayudo a asegurarse de no dejar ni un milímetro de piel expuesto, ni de su rostro ni de su cuerpo, luego me ajusto mi propia mascarilla sobre mi nariz, viéndolo jugar con sus manos. El nerviosismo comienza a jugarle en contra. Cargo la radio apegándola a mi pecho, y en un gesto donde nuestros ojos se cruzan, le doy una última mirada reconfortante que intente reconfortarlo, aún cuando yo mismo esté temblando de miedo. Y finalmente abro la puerta del coche.

El viento frío golpea mi cuerpo una vez afuera, me arrebata el poco valor que había conseguido reunir hasta ahora. Mi espinal dorsal sufre un pávido espasmo y me invaden unas repentinas ganas de vomitar, que se ven destruidas al ver que Taehyun comienza a bajar del auto, del otro lado de este.

Por un momento sólo tiene ojos para el mar, puedo percibir su alegría incluso por encima de la máscara. El viento le revuelve la ropa y pareciera querer arrancarle la mascarilla, pero él permanece tan ilusionado como siempre decía que lo estaría una vez que lo presenciara. Ni siquiera le importan los innumerables rastros de basura acumulada a la orilla del mar, ni el tono negruzco de la arena que alguna vez fue blanca, ni el apenas perceptible aroma pestilente que se cuela en los filtros.

Nada más tiene importancia además del mar salvaje que se extiende hasta el fin del mundo.

Doy el primer paso, percibiendo que si no lo hago puede quedarse ahí de pie como una estatua.

—¿No vienes?— Le preguntó, una vez que rodeo el auto y me aproximo a su lado, tentándolo a abandonar su estado inmóvil para acompañarme. Parpadea tierno un par de veces, recién egresado de su universo, y entonces emprende una carrera contra el viento para ver quien llega primero a mí.

—Siempre estoy, Yeonjun. No me iré de tu lado— Aclama sonriendo.

«No necesita su inocencia», me recuerdo, sintiendo mi nuca sudar debajo del abrigo... porque después de todo, una persona inocente es la que vive en una mentira que puede resultar aún más dolorosa. Él ya había salido hace tiempo de esta por su propia cuenta.



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𝐁𝐄𝐀𝐂𝐇 [𝐘𝐄𝐎𝐍𝐇𝐘𝐔𝐍]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora