010. Un favor anti-orgullo.

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Dos horas

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Dos horas.

Dos horas lleva intentando armar una mesa y un par de sillas.

Dos horas eternas e insufribles utilizando las herramientas que vienen incluidas y son tamaño miniatura.

Apenas termina de armar la segunda silla cuando ya se siente agotado, harto y hambriento. Le duelen los dedos y el estómago. Primero opta por hacer lo que más odia: pedir comida a domicilio, la más rápida que tenga a la mano y la mayor cantidad posible. Y luego hace algo que no quiere, pero que necesita con urgencia para, al menos, terminar de armar el otro par de sillas junto a la mesa por hoy.

El lunes por la tarde llega su sofá y otro par de muebles pequeños que necesita para ordenar lo mínimo en la sala y su habitación. Debió pagar el servicio de instalación, pero siempre ha sido bueno ahorrando dinero cuando no debería y termina por dificultarse la vida.

De mala gana golpea la puerta del apartamento trescientos cincuenta y tres, esperando a que Min Yoongi no se tarde más de lo que su escasa paciencia requiere.

Pero sí se tarda.

Al menos diez minutos.

Y es porque no estaba dentro. Viene de camino con un par de bolsas entre sus manos. Su cara cubierta por una mascarilla y el cabello escondido en una gorra.

—Su apartamento es el trescientos cincuenta y cinco, director Jung —dice con ese tono de burla—. Creo que debería revisarse, no es común que los síntomas de Alzheimer aparezcan a su edad.

Hoseok mastica sus palabras y espera no blanquear los ojos antes de tragarse el orgullo.

—Vine a pedirle un favor.

Una ceja de Yoongi se alza y con ayuda de una de sus manos que carga dos bolsas grandes, se baja la mascarilla hasta el mentón.

—¿Eso sería?

—¿Tiene herramientas que me pueda prestar? —pregunta Hoseok con rapidez—. Tengo algunas cosas que armar.

A diferencia de lo esperado, Yoongi le muestra una expresión aburrida y asiente en silencio, toma sus llaves y abre la puerta de su apartamento. Hoseok lo observa desde la entrada.

—Puede pasar —sugiere Yoongi—. No sea tímido.

No lo hace. No tiene tiempo para hacer vida social, mucho menos con él. Pasan unos minutos hasta que Yoongi reaparece con una caja entre los brazos, Hoseok ya tiene las piernas entumecidas.

—Sólo cuide que no se le pierda nada, o tendrá que reponerlo.

—Gracias —responde Hoseok sin más, evitando rozar las manos de Yoongi y fallando en el intento. Se aclara la garganta—. Las devolveré cuando terminen de llegar mis cosas la próxima semana. Si las necesita me las pide de inmediato.

—Es lo que se suele hacer. —La sonrisa de Yoongi está cargada de diversión.

—Sí. Hasta luego.

Dulces de humo ✎ PRONTO EN FÍSICO. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora