Suburbio

3 0 0
                                    


Jungkook era un chico de barrio, de esos barrios marginales con mucha droga, muchas putas y poco dinero. Los barrios que de día se mantienen dormidos, pero que por la noche cobran vida. A sus 19 años, había terminado el instituto, pero, por falta de recursos tuvo que rechazar la idea de la universidad y se puso a trabajar en la única tienda de su barrio que se mantenía abierta después de las 22:00. Era un barrio peligroso, nadie se arriesgaba a mantener ningún establecimiento abierto cuando los camellos y las bandas acechaban por las esquinas. Pero una vez más, Jungkook se había criado en ese barrio, la mitad era familia, otros muchos amigos y conocidos. No tenía miedo a que alguien lo apuntase con ningún arma. A excepción de la policía, esas ratas patrullaban mientras el sol seguía brillando, cuando la luna saludaba los agentes se marchaban. Todo el sistema era un mierda, el lo creía.

Siempre pensó que era injusto, los niños ricos vivían creyéndose la mejor escoria, cuando en realidad paseaban a menudo por casa de Byunsik.

Byunsik era el narcotraficante por excelencia, y también su vecino, pensó el pelinegro.

Los niños pijos de Gangnam acudían a casa del camello más que a sus colegios elitistas. Aquello parecía un burdel, solo que en vez de echar un polvo, compraban polvo; o pastillas.

Cerró la tienda cuando su reloj marcó las 23:00:03. No estaba por la labor de que más menores pasasen por la tienda de conveniencia a comprar alcohol sin documentación. Estaba cansado, quería irse a casa, tal vez cenar algo, ducharse y dormir. Al día siguiente debía ir a donde Byunsik, hacerle un encargo y volver a la tienda antes de las 15:00.

Jungkook no consumía drogas en general, tal vez algo de hierba, ocasionalmente sus amigos le regalaban alguna que otra pastilla de éxtasis, pero el no era un drogadicto. Trabajaba de vez en cuando para el narco, sí, admitió en su interior, pero lo hacía por que alguien debía pagar el alquiler, el agua, la luz y la comida. Solo eran un par de viajes a la semana, tomaba el colectivo con la bolsa que Byunsik le entregaba, llegaba hasta la casa de un hombre, allí entregaba la mochila, y después el tendría su dinero para pagar las facturas atrasadas.

Si pudiese ser otro tipo de persona lo sería, se dijo a sí mismo varias veces. Pero la realidad era que no tenía padres, su padre estaba muerto por una pelea entre bandas, y su madre se inyectó suficiente heroína como para dejarlos a él y a su hermana pequeña huérfanos.

Yeyi era pequeña aun para colaborar, no podía pedirle que buscase un trabajo, y menos en un barrio en el que el trabajo era mayoritariamente prostitución. Yeyi solo tenía 12 años, y debía ir al colegio, vivir una infancia feliz, tener amigas y salir. No podía agobiar a su hermana con los gastos, aunque Jungkook tuvo que empezar a trabajar en la tienda a los 15 cuando su padre fue asesinado, y dos años más para Byunsik, cuando su madre fue enterrada. No le gustaba ser el pequeño peón de este, pero la paga por cargar con una bolsa por la ciudad no era nada mala, era más lo que ganaba con Byun que en su tienda el triple de horas. El había intentado negociar con el dueño de la tienda, pero el viejo hombre apenas podía permitirse mantener la tienda abierta, por eso Jungkook dejó de insistir en un aumento de sueldo.

Su madre le dijo muchas veces que los niños pobres no exigían, agradecían .

Si bien aquello era una mierda, no le faltaba razón.

Dobló la esquina con las escaleras de su casa y se encontró con Byun y otros tres hombres, todos ellos charlando animadamente, fumando y bebiendo.

-Hey Jeon!!, que bueno que nos hayamos encontrado- Dijo el narco con una sonrisa socarrona.

Jungkook se movió más cerca de ellos para responder.

-Sí, acabo de cerrar la tienda, me iba ya para casa- Respondió e inmediatamente añadió

-¿Necesitas que haga algo aparte de lo de mañana?

Byun negó con la cabeza, le indicó con una mana que se uniese a ellos, pero tras ver que el no se movía, le extendió un canuto con otra sonrisa gastada.

Jungkook lo agarro a medio camino y se lo llevo a la boca tomando una gran calada,

-Es buena en verdad- dejo arrastrar mientras expulsaba el humo.

Los tres hombres de Byun le dieron la razón, la hierba era buena siempre que Byun la administraba. Los hombres siguieron hablando entre ellos.

-Chico, tal vez pueda conseguirte algo más de curro, hoy he visto a tu hermana pequeña- hizo un pausa y tomo otro trago de la botella con una sonrisa malvada. -Ella necesita ropa, mis hombres empiezan a pensar que lleva ropa ajustada a propósito- dejo caer Byun con burla.

Jungkook se tensó y tomo otra calada mientras respondía

-Gracias jefe, lo tendré en cuenta. Y gracias por mantener lejos a tu chicos- añadió con algo de amenaza en su tono.

Lo que le faltaba, evitar que los matones y yonkis de Byun babeasen por Yeyi, POR DIOS, ERA UNA NIÑA!!

Byun estrechó su mirada en la oscuridad para ver mejor a Jungkook y sus palabras "consoladoras" salieron como un gruñido

-Ya sabes que sois como mis sobrinos Jungkook, nadie os tocará un pelo, si sigo vivo es gracias a tu padre al fin y al cabo-.

Con aquellas palabras en mente Jungkook asintió y se dio la vuelta en silencio para subir las escaleras hasta el segundo piso. Llegó a su puerta y terminó con una última calada el canuto. Dejó su cabeza caer contra la puerta mientras apretaba el pomo, joder, pensó. No quería que Byun creyera que les estaba haciendo un favor a el y a su hermana. Ellos vivían gracias a su dinero, pero no necesitaban caridad, los favores de hombres peligrosos se cobraban de forma peligrosa.

Abrió la puerta con pesadez en sus hombros y con un pequeño hola se introdujo en el apartamento. No hubo respuesta.

Todo estaba apagado, a oscuras y con ayuda de la poca luz de la calle que entraba por la ventana se descalzo y caminó hacia la habitación de Yeyi. Ella estaba allí, tendida en la cama, con un pijama más pequeño que su talla. Las palabras de Byun llegaron a su cabeza, sus manos temblaron cuando cerró suavemente la puerta de Yeyi y la dejaba dormir.

Fue a la cocina, tomó una cerveza del refri y se sentó en el sofá magullado del salón, la luna dejaba una bonita luz blanca entre las paredes grises del piso. La pintura corroída por los años parecían dibujos con sombras blanquecinas. Jungkook tomó otro trago y se encendió un cigarro.

Apenas le gustaba trabajar para un tipo como Byun, no podía permitirse el gusto de hacerle creer al tipo que el los protegía. Dios, vació el humo de sus pulmones. Mañana hablaría con él, entregaría la bolsa en la casa del socio de Byun y volvería para hablar con él.

Con su mente llena de preocupaciones y obligaciones apagó el cigarro y con el último trago en la lata se dirigió a su habitación. Mientras se lavaba los dientes se miró en el espejo, su pelo negro caía hasta sus hombros, sus ojos oscuros combinaban con las oscuras ojeras, su piel se veía más pálida de lo habitual. El era un niño con responsabilidades de adulto. Un niño que nadie cuidó. Sus cejas espesas se fruncieron en un gesto de enfado. La autocompasión era para los débiles, lloriquear por no tener a mami y a papi era una estupidez. Él no era uno de esos niños ricos y llorones. 

Los niños pobres no se quejaban, se resignaban. 

LOVE IS FOR THE POORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora