Todo mi mundo se vino abajo en tan solo en cuestión de segundos, fue tan rápido e inesperado, que no tuve siquiera el tiempo para reaccionar.
Allí estaba yo, al borde de las lágrimas y a escasos pasos de mi posible muerte, después de todo, había descubierto el secreto de la fantasía. Elli no iba a dejar que escapara ileso, eso lo sabía perfectamente, pero yo, lo había perdido todo, incluso, a la persona que más amaba en este mundo, a la cual había jurado cuidar y amar hasta el final de mis días, con quien se suponía que compartiría mis alegrías y tristezas. La mujer a quien le jure amor eterno frente a los ojos de Dios. Había muerto . . . fui yo mismo quien la condeno a su muerte.
Un último suspiro escapo de mis labios antes de aceptar mi destino. . .
¿Qué importaba si la muerte me esperaba a la vuelta de la esquina?
Simplemente moriría y me rencontraría con mi familia, acaso . . .
¿No era eso lo mejor antes que estar sufriendo por su muerte?
Solo sería un pequeño dolor antes de ser libre. Si lo pensaba de esa forma . . . era un buen precio a pagar.
Entre amargas lagrimas recordé aquellos meses que sufrí junto a mi esposa en la gran ciudad. Todo luego de ser despedido. El dinero en mis manos se esfumo rápidamente, mientras que las facturas a pagar eran tan solo más y más altas con el paso de los días. Entre mi desesperada situación no tuve a nadie a quien pedir ayuda. Todos mis supuestos amigos, se esfumaron al igual que la espuma, mientras que mi familia había muerto hace muchos años atrás en un accidente y por último la familia de mi esposa le había dado la espalda el día que ella decidió casarse conmigo.
Al final de la historia… ambos estábamos solos, es solo que nunca, nos detuvimos a pensar en ello.
Vagando en el recuerdo amargo de aquellos días, no pude evitar que mi mente divagara hacia mis días de juventud. Esta vez sonreí con nostalgia, sintiendo la humedad de mis lagrimas abriéndose paso por mis mejillas.
Por aquel entonces ambos éramos muy jóvenes e inexpertos. Yo era solo un pobre universitario que trabajaba como mesero en una pequeña cafetería para poder pagar al menos mis estudios y sobrevivir con lo poco que me sobraba, ella por otro lado, era la hija consentida de una familia adinerada.
Ambos pertenecíamos a mundos muy diferentes, aun así, tras un casual encuentro nos enamoramos perdidamente.
Sus padres se opusieron de forma inmediata a lo nuestro y poco después le prohibieron cualquier contacto conmigo. Era entendible, después de todo, ¿qué podía ofrecerle alguien de recursos pobres como yo, a una señorita de una familia adinerada?, la respuesta era obvia y es que solo podía ofrecerle un pequeño departamento rentado en un barrio de bajos recursos, esa por supuesto, no era la vida que sus padres habían deseado para su hija, por lo que decidieron alejarla de mí, pero nosotros nunca perdimos el contacto y de igual forma seguimos viéndonos a escondidas, nos la pasábamos muy bien, ella me amaba aun cuando yo no podía ofrecerle nada lujoso. Era una persona muy dulce y sencilla a pesar de su origen, a diferencia de sus padres a quienes solo les interesaba el dinero.
Todo parecía ir bien hasta que una prueba positiva de embarazo llego a mis manos, ella estaba aterrada, pero yo estaba dispuesto a darlo todo por ella y nuestro futuro hijo.
Desde que recibí la noticia empecé a buscar más trabajos y distintas formas de conseguir dinero. Desde entonces trabaje muchas horas extras para poder rentar un departamento en un lugar mejor, y finalmente lo conseguí, con el poco dinero que me quedo luego de rentar el departamento compre un anillo de bodas, era pequeño, pero eso no opacaba su belleza. Finalmente le propuse matrimonio, por supuesto, ella acepto mientras derramaba lágrimas de felicidad. Luego de eso llego el difícil momento de afrontarnos a sus padres, pensamos que sería diferente, creímos que con él bebe de por medio no les quedaría otra opción más que aceptar nuestra relación, pero, fuimos muy ilusos, en vez de alegrarse por la noticia su madre grito escandalizada . . . es curioso que después de tantos años aun recuerde claramente las palabras que le dijo ese día a su propia hija, despreciándola como si fuera una basura o algo incluso algo peor.