cuatro

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junhui se le quedó mirando sin saber si el lobo hablaba en serio o estaba bromeando, la sonrisa le dio la respuesta.

—no me gusta tu idea, ni un poco— se cruzó de brazos el felino —no vamos a robarles a esos aldeanos, no señor, no lo haré— recalcando lo último golpeando con su pie descalzo el suelo.

minghao era le decisión personificada. sentado sobre el suelo era un hola a lo salvaje. la piel acanelada, el cabello castaño revuelto, los ojos cafés con un brillo único atraparon los avellanados del lobo. de pronto el minino tuvo miedo, se sintió demasiado pequeño, demasiado solo. lo peor de todo era que no podía pensar en un lugar donde le gustara estar que no fuera allí, con su lobo.

una sonrisa maliciosa se dibujó en el rostro cincelado del chico, levantando una ceja.

—eres lindo, debo admitir. pero eso no evitara que no vaya a hacerlo. conseguiré ropa y luego algo de comida, ya verás.

antes de que jun pudiera decir algo, minghao invocó a su forma animal y salió de allí sin darle mayores explicaciones al ofuscado rubio que lo miraba boquiabierto.

—¡de verdad lo va a hacer!— chilló invocando también a su animal y corriendo tras el idiota lobo. los humanos lo iban a acribillar, de eso no le cabía menor duda. más preocupado de lo que le gustaría estar, siguió al pulgoso con la idea de evitar a toda costa que el plan descabellado se llevara a cabo.

el sol ya estaba en el ocaso, el lobo había encontrado la aldea de pescadores. dado que era gente de costumbres madrugadoras, ya para esa hora todos estaban recogidos en sus casas. con la pansa pegada al suelo, minghao arrastró su peluda forma hasta llegar a la parte de atrás de una cabaña, la que debía ser la del jefe de la aldea, ya que era la más grande de todas.

jun que se consideraba a sí mismo un niño bueno, no podía creer que estaba a punto de ser cómplice de un robo. el lobo sinvergüenza estaba acechando la ropa que había tendida en el patio, la mirada decidida le dejó claro al felino que no lo iba a hacer cambiar de opinión sin importar cuánto chillara y suplicara. ese maldito pulgoso sería la muerte de los dos, o al menos eso pensaba él.

el lobo se dio vuelta y le mostró los colmillos al pequeño gato montés que acechaba a su espalda, dejándole saber que tenía que quedarse allí. jun realmente odiaba como su gato obedecía por inercia al pulgoso mandón, realmente quería brincar en puntitas de los frustrado que eso lo hacía sentir. el resultado final, era siempre el mismo, bajaba sus puntiagudas orejitas y se sentaba obediente. ¡maldito pulgoso!

una vez minghao quedo satisfecho con la obediencia del minino, salió a buscar la ropa para su pequeño mimado. la idea de que pasara frió cuando estaba en su forma humana no le gustaba. suerte que no era de los que se detenían a analizar la situación, de lo contrario, hubiera comenzado a entrar en pánico con esa faceta de lobo sobre protector con un chico que ni siquiera pertenecía a su manada.

jun suspiró. observando preocupado desde detrás del tronco de un árbol caído, empezó a maldecir el momento en que se dejó arrastrar hasta ese lugar. muerto del susto vio al lobo cruzar el patio aprovechando la oscuridad, desde su posición podía ver todo el lugar y podía vigilar la puerta de atrás de la cabaña.

el lobo llegó hasta donde estaba la cuerda en la que la ropa colgaba. con el hocico tomó  un pantalón y lo tiro al suelo, después siguió con una camisa. luego de obtener algo de ropa para él también, arrastró su presa hasta la orilla del patio. estaba por entrar al bosque, cuando la puerta de la cabaña se abrió. el grito de una mujer alertó a los ocupantes de la presencia de un animal salvaje.

jun chilló y comenzó a correr tras el lobo. los humanos lo siguieron por un buen tiempo, pero cuando el bosque comenzó a ponerse muy espeso, lo dejaron. no valía la pena tantas molestias por un animal que robaba ropa, por muy extraña manía que fuera para una criatura salvaje.

⚘ › cuando el lobo atrapó a su gato.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora