Cómo salir de una cueva y no morir en el intento.

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Comencé a tantear las paredes de la cueva, intentando buscar un lugar donde sonara hueco para ver si de alguna manera podía encontrar una salida a alguna alcantarilla que estuviera cerca. Me detengo en una pared que parecía estar más agrietada que las demás y pongo la palma de mi mano sintiendo el muro firmemente.

Codex Imperatum: videre.

De a poco se podía notar cómo a través de las paredes había distintos tipos de relieves y formas, y justo frente a mí, a través de la pared podía ver el inicio de un pasillo, como dibujado con tinta invisible bajo la luz negra. Era parecido a la esquina de una mazmorra de un castillo.

—¡Es aquí! ¡Detrás de este muro está la salida! —le dije a la nueva amiga rata enorme que me miraba curiosa mientras examinaba las paredes de su "hogar"—. No me juzgues. Estoy como presintiendo que me estás prejuzgando.

La rata se mostraba inexpresiva.

Okay, aquí vamos.

Codex Imperatum: Vites Lux Manifesta.

En cuanto pronuncié esas palabras el muro frente a mí se comenzó a agrietar y de las grietas podía notarse un resplandor brillante consumiendo el muro, así se estaba empezando a presentar un pasaje hacia el extraño lugar frente a la cueva, que por la ubicación hasta hubiera pensado que era el sótano de la universidad desde donde me había colado. O más bien sus ductos de ventilación viejos.

Ductos que, por cierto, habían desaparecido, o por lo menos yo no podía distinguirlos entre las estalactitas. Ni tampoco el agujero que hice para poder llegar hasta este lugar. Tan solo humedad y oscuridad. No. Espera. Ahora podía ver un pequeño punto de luz desde una de las esquinas de la enorme cueva.

—Hey, ¡Creo que ese es mi agujero! —le dije a la rata amiga.

El circulo de luz se hacía cada vez más grande, y más grande... Y más grande.

—Nop, no es mi agujero...

De un momento a otro una enorme explosión surgió del círculo brillante y de él emergió un soldado armado con una espada envuelta en fuego y ojos carmesí brillantes que se distinguían entre las penumbras de la cueva.

La rata y yo nos miramos mutuamente.

El soldado lentamente descendió hasta el piso de la cueva, como si la gravedad no fuera lo suficiente fuerte para él, y examinó con cautela los límites del lugar, escudriñando por entre cada estalagmita con esos terribles ojos carmesí que se podían vislumbrar a través de las rejillas de su casco.

La rata y yo nos encontrábamos tras un gran grupo de estalagmitas agrupadas, y con la oscuridad del lugar se hacía aún más difícil que nos vea.

El fuego de su espada de a poco va iluminando el lugar a medida que se va desplazando, como flotando a ras de piso, y creando horribles patrones de sombra en las murallas de granito. De pronto nota la luz en las grietas de la muralla y, cerca de ellas, estábamos la rata y yo.

Cuando el soldado me ve, prepara su espada y se abalanza como un rayo.

Con un movimiento reflejo extiendo mis manos en el piso y se forman dos círculos brillantes. De ellos cientos de rayos de energía impactan el piso y recorren las paredes. El piso comienza a temblar y todo alrededor resuena con un eco estrepitoso.

Las estalactitas comienzan a caer a toda velocidad y con mucha fuerza, dañando al soldado de fuego, quien cae y se levanta en un segundo, pero que no puede moverse con soltura por estar evitando los proyectiles que la propia cueva le había puesto.

—¡Rápido!

Corro hasta la grieta, que ahora ya había aumentado su tamaño y permitía que pudiera pasar y, casi como deslizándome por un estrecho túnel, logro llegar al otro lado de la gruesa muralla. Antes de caer por el otro lado, de mi bolsillo alcanzo a lanzar un trozo de papel con símbolos arcanos que se quedó pegado a la grieta y se iluminó de un extremo a otro, al tiempo en que una enorme red de cristal se formaba y cubría toda la grieta causada por las vides, a modo de campo de fuerza.

Lo primero que siento es la textura del concreto del piso en mis manos, y algo húmedo y viscoso. Era musgo que se estaba apoderando del piso de piedra que había debajo de mí. La muralla eran también enormes ladrillos de piedra acomodados uno al lado del otro, como en un castillo. Si era un pasillo, debió ser increíblemente espacioso, porque me tomó más de lo que pensaba llegar a la muralla del otro extremo, en donde podía distinguir una pieza metálica y que raspaba. En la punta de ella, un trozo de madera carbonizada.

—Antorchas. —digo, orgullosa de mi increíble descubrimiento.

Siento un agarre en mi pantalón que subía por mi espalda hasta mi hombro.

—AAAHHHHH —grito antes de darme cuenta de que el Smuggler me había seguido y ahora estaba como un loro de pirata sobre mí.

—Amiguito no me asustes así.

Había olvidado que este Smuggler era diferente a los otros Smuggler y podía entenderme. Aunque, siendo honesta, este era el primer Smuggler que veía y mi conocimiento de los Smugglers solo se debía a lo que Zalem me había enseñado de ellos.

Enciendo la antorcha con un chispero que llevaba en mi bolsillo trasero e ilumino alrededor.

Efectivamente, eran catacumbas. O mazmorras, no se los tecnicismos sobre edificaciones antiguas y abandonadas. Lo siento, estoy nerviosa. Por lo menos el soldado ya no nos está siguien....

Un estruendo y una luz cegadora se detenían en la red de cristal que nos protegía. Por entre las grietas de la red una gran llamarada de fuego como de un soplete emergía amenazante.

—Mierda. Sujétate amiguito, tenemos que correr.

Recojo mi bolso, que se me había caído por el susto y comienzo a correr a toda velocidad por el enorme lugar que ahí se encontraba. Parecía solo tener una vía, como un largo pasillo. Había estructuras que asemejaban puertas, pero dentro de los marcos solo había más muralla de piedra. Sentía que llegaba al final justo antes de encontrarme con más pasillo, interminable, mientras sentía que tras de mí, una aureola de fuego avanzaba a toda velocidad en mi cacería.

—Esto si es el karma, ¿no amiguito? Yo te estaba cazando y ahora me están cazando a mí, jajajajaja.

Lidio con la ansiedad por medio del humor y riendo falsamente.

Antes de encontrar el final de ese pasillo, me escondo detrás de uno de esos marcos de roca que estaba a mi derecha, esperando que no me vea si me posiciono detrás de los pilares afirmada en la muralla, pero, al momento de tocar los bloques de piedra, su superficie se vuelve como un espejo líquido, como de mercurio —ya saben, lo que está dentro de los termómetros—, y me permite atravesarlos así sin más.

El Smuggler y yo caemos detrás de la muralla para llegar a parar a un gran salón con muchas piscinas de mercurio repartidas a lo largo del lugar.

—¿Qué demonios es esto? —alcanzo a susurrar antes de escuchar una gran explosión justo detrás de la puerta desde donde yo entré, que ahora parecía una puerta de verdad, hecha de madera y con bonitos tallados en su marquesa.

El soldado había llegado. Otro golpe hizo sacudir toda la habitación y el estruendo hizo que tropezara y cayera por una de las pozas. Pero lejos de salpicarme o siquiera mojarme, se sintió como entrar en el espacio exterior, y flotar en gravedad cero. Flotamos un segundo que parecieron horas y emergimos en una calle a las afueras de la ciudad.

Nos miramos el uno al otro con el Smuggler.

—¿Qué... demonios...?


The Princess of the StarsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora