El Guerrero Que Alguna Vez Fui

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(Narra Jasper)

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(Narra Jasper)

Cuando tenía casi 17 años, mentí sobre mi edad (dije que tenía 20), y me ofrecí como voluntario para unirme al Ejército Confederado.

Mi padre decía que tenía "carisma" y que lograba generar una gran "empatía" en la gente, probablemente debido a los indicios tempranos de mis dones como vampiro.

Fuera cual fuera el motivo, ascendí rápidamente en los rangos militares hasta convertirme en el comandante más joven del Ejército, incluso sin que supieran mi verdadera edad.

En la Batalla de Galveston, ya había anochecido cuando terminé de evacuar a un grupo de mujeres y niños de Galveston a Houston. Retrocedí lo suficiente como para estar seguro de que todo el grupo de refugiados estaba a salvo. A lo lejos vi a un grupo de 3 mujeres que venían a pié, a más o menos a un kilómetro y medio de la ciudad.

Di por hecho que eran personas que intentaban escapar de la batalla, y me dirigí hacia ellas para ayudarlas a llegar a salvo.

Cuando estuve lo suficientemente cerca cómo para ver sus rostros, me quedé petrificado al ver que las 3 mujeres eran las más bellas que había visto jamás. Me asombró la palidez extrema de su piel, blanca como la Luna que iluminaba tenuemente sus rostros.

Incluso la chica de pelo negro y de facciones marcadamente mexicanas tenía un rostro de porcelana que bajo la luz lunar. Estaba consciente de que no eran miembros de mi grupo, ya que me hubiese resultado imposible olvidarlas si las hubiera visto antes.

-Se ha quedado sin habla- dijo la primera chica, que hablaba con voz delicada y suave como la brisa que movía levemente su hermosa cabellera de un rubio dorado y se encontraba con su piel nívea.

La otra era aún más rubia, con un cabello de un increíble rubio casi platino y su tez era de un blanco calcáreo. Su rostro era el más parecido que había visto nunca al de un ángel. Acercó su cabeza a mí con los entrecerrados e inhaló hondo.
-¡Um!-dió un suspiro- Embriagador.

La más pequeña, la que tenía un cabello negro como la noche que nos rodeaba, le agarró firmemente el brazo y habló con rapidamente. Su voz era demasiado tenue y melódica como para resultar cortante, pero aparentemente ese era su propósito.
-Céntrate Nettie- la instó.

Siempre tuve la capacidad de detectar la jerarquía entre las personas sin esfuerzo, y me quedó claro que era la morena quién llevaba la voz cantante. Si ellas hubieran formado parte de un ejército, yo habría dicho que estaba por encima de las otras dos.

-Es bien parecido, joven, fuerte, un oficial... - la morena tomó una pequeña pausa en la que intenté hablar, pero fue en vano-, y hay algo más... ¿Lo percibís?- preguntó a sus compañeras-. Es... persuasivo.

-Sí, sí -admitió sin dudar Nettie mientras se acercaba de nuevo hacia mí.

-Contente - le instó la morena-. Deseo conservarle.

Nattie frunció el ceño, Parecía irritada.
Hacés bien si crees que puede servirte, María -dijo la rubia de mayor estatura- Yo suelo matar al doble de los que me quedo -comencé a alarmarme al escuchar que de sus carnosos labios había salido la palabra "matar"-.

-Eso haré -coincidió María-. Este me gusta de veras. Aparta a Nettie, ¿vale? No me apetece estar protegiéndome las espaldas mientras me concentro.

Los pelos se me pusieron de punta a pesar de que no comprendía ni una sola de las palabras que salían de las bocas de esas hermosas criaturas. El instinto me alertaba sobre que me encontraba en grave peligro, pero se impuso el discernimiento, ya que me habían enseñado a no temer a las mujeres, sino a protegerlas.

-Vamos de caza- dijo Nettie con entusiasmo mientras tomaba con delicadeza la mano de la otra chica.

Dieron la vuelta y echaron a correr una gracia similar a la de un colibrí cuando se dirige a extraer el néctar de una flor.
Parecían volar e iban tan de prisa que los cabellos flameaban detrás de sus figuras como si fueran alas. Parpadeé sorprendido mientras las veía desaparecer.

Me dí la vuelta para mirar a María, que me observaba con curiosidad. Nunca había sido supersticioso y hasta ese momento nunca había creído en fantasmas ni en ninguna otra tontería sobrenatural. De pronto, me sentí inseguro.

-¿Cómo te llamas, soldado?- preguntó María con su hermosa voz.

-Mayor Jasper Whitlock, señorita- balbuceé, incapaz de ser grosero con una dama incluso en un momento como este.

-Espero que sobrevivas, de veras, Jasper- dijo mientras daba un paso en mi dirección-. Tengo un buen presentimiento en lo que a ti se refiere.

Se acercó un paso más y se inclinó como si fuera a besarme. Me quedé paralizado como una estatua, incapaz de moverme, mientras ella clavaba sus afilados dientes en mi cuello.

A los pocos días me iniciaron en mi nueva vida.

Equinoccio de PrimaveraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora