¶=Qué pasaría en un mundo donde los Potter no murieron el 31 de octubre. Dónde la pelirroja no tenía los ojos verdes, si no azules.
¶=Donde August Gray y James Potter comparten la custodia de su hijo; Harry Potter. Con el detalle que ella vive en E...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
"Soy mamá, soy mamá de un hermoso niño de cinco años. Y ese niño es idéntico al hombre que alguna vez ame, sabes lo difícil que es eso."
August
—¡Mamá! —gritó un pequeño pelinegro desde el salón de estar.
—¿Si cariño? —preguntó la pelirroja a su hijo mientras se dirigía donde el ojiazul se encontraba.
La ojiazul encaró una ceja cuando vio al pequeño de cinco años, él estaba recostado en la suave alfombra en forma de estrella.
—¿Pero qué haces? —dijo la mujer más en una pregunta tonta mientras ponía sus brazos en la cadera.
El infante soltó una risilla y se tapó la cara.
—¿Ah si? ¿Quieres reírte...? ¡Pues ríe por algo bueno! —iba diciendo la pelirroja mientras se acercaba a su hijo, hasta que tomó al niño en brazos y empezó a hacer unas leves cosquillas.
El niño reía a más no poder, el pequeño intento hacerle la misma jugada a su madre, pero la mujer fue más ágil y lo agarro para darle un abrazo.
—¡Mamá! ¡Eso no es justo!
—Yo no soy mamá, ¡soy el monstruo de las cosquillas! —dijo la ojiazul haciendo una voz más grave mientras le daba un un gran beso en la mejilla a su hijo.
El azabache hizo una pequeña mueca pero de inmediato le devolvió el beso a su madre.
—¿Quieres acompañar a mamá al trabajo unos minutos?
—¡Sii! ¡Y quiero la chaqueta azul!
—De acuerdo, dejemos esa emoción a los botones...
—¡No! ¡Con botones no!
La mujer ya se lo presentía. Harry tenía un leve conflicto con los botones, eso le recordaba a alguien. La situación era que al azabache le daba un tipo de ansiedad el poner o quitar los botones. Pero la pelirroja siempre se salía con la suya.
La mujer tomó a su hijo de la mano y lo llevó a su habitación.
El cuarto del niño Potter era muy espacioso, las paredes estaban pintadas de un color verde pastel, tenía sus juguetes perfectamente ordenados, sin contar a su osito de peluche que vivía más en el suelo que en la cama, y lo más importante para Harry. Casi ese lugar parecía tener un altar.
Una percha especialmente y única para la chaqueta azul del ojiazul.
—Bien cariño, vamos a jugar el juego de las estrellas. ¿Si?
El pequeño azabache asintió emocionado. El juego de las estrellas consistía en tener que decir los nombres de cada una de ellas. Pero aveces la ojiazul también le preguntaba por las constelaciones. Había que subir el nivel.