Capítulo 2

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Represalias

Claire.

Tragos, Alcohol y fiesta. Eso fue todo lo que mi mente recuerda de estas últimas tres horas.

Otra arcada me contrae y expulso todo en un callejón a lado de la discoteca. Arthur sujeta mi cabello y Zach se mantiene unos pasos atrás recostado en la pared con un cigarrillo entre sus dedos.

Estoy que doy pena. 

—Que horror, desde aquí puedo ver los champiñones de la pizza de esta mañana —expresa Arthur con cara de asco.

Zach ríe por lo bajo.

Sigo vomitando en mi miseria sintiendo las palmaditas de Arthur en mi espalda.

—Ya, ya... 

Arthur me ayuda a sostenerme al mismo tiempo en el que Zach tira su cigarrillo en la acera y se acerca sacándose la chaqueta de encima y poniéndola sobre mis hombros.

El mundo me da vueltas y el chasquea sus dedos a centímetros de mi rostro.

—¿Puedes caminar? ¿O quieres que te cargue? —pregunta Zach.

—Tu me cargas y yo te vomito la espalda —espeto arrastrando las palabras.

Me ven de manera divertida.

Aun borracha odio que me traten como una niña. Soy perfectamente capaz de caminar por mí misma. Los hago a un lado dando el primer paso sin problema y en al segundo estoy viendo el piso.

—Okey —Zach pasa un brazo mío sobre su hombro y Arthur hace lo mismo con el otro—Andando, no vaya ser que el champiñón cobre vida.

Me botan el asiento trasero donde froto mi mejilla contra el colchón. Tengo sueño. Pongo mis ojos en la silueta de Arthur que esta en el asiento de enfrente. Las luces de la ciudad me hacen arrugar la frente. 

—Oigan —los llamo y Arthur voltea a verme—. ¿Me veo ebria?

Arthur medio me analiza. 

—Algo. 

Empiezo a lloriquear. 

—Mi papá va a matarme —me lamento. 

—No serás la única que querrá matar —expone Zach. 

Empiezo a lloriquear con más fuerza.  

—Si quieres puedes echarnos toda la culpa —propone Arthur. 

—No lo creerá, es mi padre, me conoce bien para mi maldita suerte ¿Qué no podía ser un padre normal? Adicto al trabajo y que se olvide de mi mientras hago las típicas locuras adolescente. 

—Es imposible olvidarse de ti —objeta Zach. 

—Lo sé.  

—Si, no creo que nadie pueda olvidar a una borracha haciendo el oso. 

—¿Quieres que te vomite encima, Cavendish?

—Bueno, ni ebria se le quita la mala leche ¿Será que lo absorbió de nosotros? Es que mírala, nunca ha tenido amigas, le falta tacto femenino. 

Lo veo, indignada. 

—Para tu información tengo una mejor amiga —espeto haciéndome la interesante. 

—¿Así? ¿Quien?

—La botella. 

Abrazo el whisky que encontré debajo de uno de los asientos consiguiendo que mis amigos se alarmen y me la quiten de un manotazo. 

BLOODDonde viven las historias. Descúbrelo ahora