Corría sin mirar atrás, mis piernas me dolían, pero no podía parar, tenía que escapar de ellos, no me importaba si alguna rama me rasguñaba, me daba lo mismo si mi ropa se había roto en el camino o si tenía sangre corriendo por mi cuerpo tiñendo también la tela. Esas sombras que me atormentaban todas las noches de mi vida estaban a un par de metros, buscándome.Las lágrimas en mis ojos rodaban por mis mejillas, intentaba secarlas, sin embargo era un caso perdido ya que salían una tras de otra, nublando gran parte de mi visión.
Desesperación, era todo lo que sentía, no había posibilidad de huir por siempre de ellos, en cualquier momento me atraparan y estaré completamente perdido, nadie nunca podrá encontrarme en lo profundo del bosque, será mi fin.
No supe con claridad en que instante me hallaba tirado en el suelo, al parecer me había tropezado con algo, quizás con alguna piedra o rama. Miré hacia atrás un poco inseguro de mi propia acción, pero necesitaba saber si los había perdido de vista, aunque fuera solo por unos segundos, anhelando que fueran horas. Suspiré aliviado al no verlos, no obstante sabía que podían venir en cualquier momento, no estaba a salvo, debería de estar poniéndome de pie y seguir corriendo, pero ya mi cuerpo no aguantaba más.
Recosté mi cabeza rendido en la tierra húmeda, solté un gran suspiro que se convirtió en un sollozo, lo que hizo que llevara rápidamente ambas manos a mi boca, tenía que ser silencioso, ellos podrían escucharme. Cerré los ojos, dejando que aquellas saladas gotas abandonaran con libertad mis ojos y que mis manos ahogaran mis lamentos.
Todo era negro, lo único que se escuchaba de fondo era el ruido de las hojas que danzaban con el viento combinándose también con mis ahogados jadeos.
Una extraña luz enfrente mío interrumpió mi llanto, volví a abrir mis ojos, elevé mi cabeza pudiendo así tener una mejor visión de lo que estaba brillando enfrente mío y me llevé una grata sorpresa, no estaba equivocado, era una pequeña luz, parecía una pequeña luciérnaga, pero no lo era, era algo más extraño.
—Hola lucesita, ¿Qué haces aquí?—Le pregunté con un hilo de voz, siendo consciente de que no iba a conseguir una respuesta concreta.
Se movía de un lado para el otro y yo le seguía con mi mirada atento a sus movimientos, esbocé una leve sonrisa, la cual no duró mucho. Aquella luz se alejó rápidamente de mi lado, desapareciendo entre los árboles y arbustos. Mi sonrisa se transformó en una mueca.
Estaba a punto de volver a refugiar mi rostro en mis brazos, no obstante la luz volvió, quedándose estático al frente mío, como esperando a que me parara para acompañarle o eso es lo que quería creer.
Reí levemente mientras negaba con mi cabeza, no quería hacerlo, ya que aún me seguían buscando los seres oscuros, no deseaba que le pillaran por mi culpa y le arrebataran su vida, su brillo.
Pasaron los minutos, yo seguía admirándolo, era lo más hermoso que había visto, pero el pequeño destello empezó a inquietarse, parecía estar asustado o alertándome de algo, se desplazaba con mayor velocidad, en zigzag, lo cual yo ya sabía lo que podía significar, debían de ser ellos, ya debían de estar cerca.
Una triste sonrisa se formó en mis labios y una vez más mis orbes volvieron a brillar por culpa de las lágrimas, no tenía escapatoria, mi destino ya estaba escrito, tendría que afrontarme a ellos.
—Vete, te harán daño.—Susurré para que no me escucharan.—Yo me ocupo de ellos, prometo que volveré aquí algún día a buscarte, todo estará bien.—Se sentó con cuidado sobre sus rodillas, quejándose por el dolor que estaba sintiendo, estaba literalmente destrozado.—Prometo que cuando vuelva esas feas pesadillas van a desaparecer, ¿Sí?.—Intenté tocarla con mi diestra, pero velozmente desapareció de mi campo de vista, llegó la hora.
Aquellas sombras no tardaron en venir hacia donde estaba, consumiéndome completamente, no pude pedir ayuda, ni tratar de huir. Me tomaron con fuerza y me arrastraban sin cuidado, con dificultad logré ver al último ser que me hizo compañía, intenté suplicarle por ayuda estirando mi mano, pero eran bastante fuertes que no me dejaron ejecutar mi movimiento, agache mi cabeza gritando de dolor, para mi mala suerte sólo fui yo quien lo escuchó, estábamos muy lejos de todo, ellos y yo, una vez más.
Continuará...