01... Cachorro

225 26 0
                                    


Había huido.

No sabía muy bien como lo había logrado, pero había huido.

No podía regresar, no quería tampoco.

Pero los hombres tras él no lo iban a dejar escapar.

Corria rápidamente, con sus patas sin hacer ruido en la oscuridad.

Él era rápido, lo sabía, y más astuto de lo que la gente pensaba.

Porque, ¿Qué se puede esperar de un joven omega que nunca tuvo que hacer nada en la vida?

A pesar de eso, Yang Jungwon no era él inútil que todos veían.

Para hacerse una idea lo que él chico podría pensar, había logrado liberarse en el barrio pesquero de la ciudad, el olor a mar y a sus animales iban a distraer a sus guardias.

Por otro lado, se había puesto perfume con la excusa de "estar presentable" para otro de sus pretendientes.

Y por último, se revolcaba en la basura del barrio para disimular aún más su olor.

Su aroma, tan dulce, muchas veces comparado al de una manzana acaramelada, era demasiado distintivo, y su peor enemigo en la huida.

Pero a pesar de eso, corria, libre.

Siguiendo a su corazón, agitado en su pecho, podía sentir la presencia que tanto lo atraía desde hacía tiempo.

Según él (y respaldado por su abuelita), su alma predestinada.

A pesar de que lo sentía lejano, nunca había estado tan cerca, así que, probando suerte, intentó llamarlo.

El llanto vino desde su corazón, pero no salió por su hocico, se mantuvo en su interior, con la esperanza de que sea escuchado.

De pronto sintió la cercanía de su predestinado aumentar, cada vez más.

A pesar de que no conocía esas calles sabía hacia dónde ir.

Siguió llorando en su interior para que su otro lobo lo escuchará.

Escuchar las voces de sus guardias solo lo asustó más, y por un momento temió que lo hubieran encontrado, pero los hombres siguieron por otro lado, él los vió pasar, escondido tras unas bolsas de basura apestosas.

La presencia de la otra persona fue lo que le dió tranquilidad, lloró una vez más por quién se encontraba a unos metros a él.

Jungwon escuchó los pasos acercarse.

De nuevo, Ni-ki tomó la bolsa de basura, sin nadie está vez para despertarlo, la corrió bruscamente, con su lobo interno despierto y arañando por proteger a su algo.

Vió con confusión la bola de pelos que se escondía tras la basura, de un pelaje blanco sucio, un cachorro canino alzó la vista hacia él.

Los ojos, de un cálido marrón, hicieron a Ni-ki querer protegerlo ante toda costa.

Sin pensarlo, tomando al animal en brazos, acarició bajo el mentón a la criatura.

Al verlo temblar, abrió su saco y lo acunó dentro de esté.

En el camino notó el collar que rodeaba el cuello del pequeño, pero no llegó a leer la placa en la oscuridad.

Durante el camino, Ni-ki notó el olor del animal, a pesar del hedor de la suciedad y la basura que lo cubría.

Era dulcemente agradable, como su dulce favorito de niño, como una linda tarde en el parque, comiendo manzanas acarameladas con su familia.

Llegando al complejo dónde vivía, entró rápidamente, mirando hacia todos los ángulos por si alguien lo veía, ya que en el lugar no se permitían animales.

Entró y cerró la puerta de su departamento con un suspiro de alivio, no se había encontrado a nadie.

El corte se había ido, así que fue encendiendo las luces del departamento conforme avanzaba.

Su hogar se conformaba de dos cómodos ambientes, primero, el comedor-cocina, y luego de pasar una puerta estaba su dormitorio, dónde pilas de libros adornaban tanto el escritorio como el rincón junto a este.

Mirando al animal en sus brazos, y viendo como la mugre hacia su pelaje blanco amarronado, lo despertó, llevándolo al baño.

—Bien, perrito—le dijo, en tono paternal.—Hay que darte un baño para quitarte toda esa mugre, primero vamos a sacarte el collar para que no se moje...—Ni-ki rebuscó una forma para quitarlo, pero vió que tenía una especie de candado con contraseña numérica y suspiró.

¿Qué clase de loco protegería a un perrito con contraseña?

—Bien, parece que vamos a bañarnos con collar, amiguito—dijo, en tono de derrota.

Colocó el tapón de la bañera, abriendo el agua caliente y luego regulando el agua fría hasta lograr la temperatura que quería, llenando apenas unos diez centímetros, cerró el agua para meter al animal en ella.

Lavó suavemente el pelaje del cachorro, cuando ya estuvo limpio, tomó un poco de shampoo para pasarlo por su cuerpecito.

El cachorro blanco permaneció totalmente tranquilo durante todo su baño, dejando que Ni-ki lo lave sin moverse ni un poco.

Cuando Ni-ki terminó de secarlo, lo volvió a tomar en sus brazos para llevarlo hacia la cama, dónde abrió las sábanas para acomodarlo en ella y luego taparlo cariñosamente.

El no usaba mucho la calefacción, por lo que su cuarto estaba bastante frío, en cambio, gastaba en frazadas gruesas para abrigarlo, ya que le parecia mucho más económico que gastar en cuentas de gas.

Una vez dejado al cachorro tapado, se desvistió cómodamente, dejando sus prendas en la bolsa que tenía apartada para el lavadero.

Cómo hacia todos los días, se dirigió desnudo hacia el baño.

El pequeño lloriqueo del cachorro lo hizo voltear, desde el umbral de la puerta del baño, vió hacia su cama.

Unos ojitos marrones brillaban, apenas asomados sobre las sábanas, unas orejas blancas se erguían atentamente.

Ni-ki lo miró tiernamente desde donde estaba.

—Quédate ahí cachorro, Papi ya vuelve—dijo antes de entrar al baño para ducharse.

En la ducha, Ni-ki pensaba que iba a hacer con el cachorro, por más que quería quedarse con el cachorro, si tenía un collar era porque debía tener un dueño, y que debía ser extrañado.

Decidió que lo devolvería, pero no iba a salir pasadas las ocho de la noche para preguntar por si había alguien había perdido un perrito.

Pensó que en verdad, no se había dado cuenta cuando fue que su lobo interior se volvió a ir, y no pudo ubicar el momento exacto.

Aunque aún podía sentirlo, tranquilo en su pecho, era algo leve, pero más fuerte que la monotonía con la que vivía en su día a día.

Se secó rápidamente, luego dejó la toalla en el gancho del baño y salió de este de la misma manera que había entrado, tal cómo hacia todos los días.

Pero al voltear y ver hacia la cama, el cachorro ya no estaba.

En su lugar, un chico de pelo rubio cálido, dormía en posición fetal abrazando las sábanas.

La sopresa fue tal que Ni-ki retrocedió, tropezando con sus pies, cayó al suelo duramente.

El ruido hizo que el chico dormido se despertará, para ver a Ni-ki con una mueca de dolor mientras se frotaba el trasero.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: May 30, 2022 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Delta || WonkiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora