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A la mañana siguiente, Max se despertó más temprano de lo normal y se dispuso a conocer el resto de la casa topándose con uno y que ontro chico recién despertando.

Encontró las salas donde hacían las clases y donde estaban los clubes. Se fijo en el de Artes y no dudo en entrar sigilosamente viendo cada uno de los detalles de aquella habitación, tenía una buena iluminación y estaba rodeada con dibujos pegados en las paredes de todos los niños de ahí. Era realmente lindo para el apreciar el arte de los demás, cada suspiro, gota de esfuerzo e imaginación estaba en ellos, algo realmente hermoso para los ojos de un artista de gustos como los de el.

A pesar de que no volvió a pintar desde la muerte de sus padres realmente era algo que amaba hacer, sus padres apoyaban siempre sus hermosos trabajos y prometieron ayudarlo a poder estudiar artes. Esas promesas se fueron con las llamas y gritos de sufrimiento mientras el veía con lágrimas en sus ojos como se iban y se rompían las promesas hasta volverse cenisas.

La puerta a sus espaldas se abrió y una voz lo hizo voltear para ver quien había irrumpido su observación.

—disculpa el club de artes esta cerrado— dijo una chica rubia, Max pareció entrar en un modo trance al ver a la chica.

Tenía su cabello amarrado en una coleta media caída, su chaqueta blanca combinada con su vestido de un tono rosa pastel hacían que su piel pálida reluciera de sobre manera, sus ojos color miel le daban una hermosa tranquilidad a su alrededor. No se dio cuenta de cuanto estuvo admirando los pequeños detalles de aquella Chica.

—lo siento solo quería ver los dibujos— respondío para darse la vuelta e irse.

—espera eres el chico del que nos hablo Ray ¿no?— la chica sonriente detuvo al pelinegro —eres su nuevo compañero de habitación— Max quería ignorarla e irse pero algo en le contenía hacerlo.

—si... Soy Max— hablo cabizbajo.

—un gusto Max, soy Melanie la presidente del club de Artes y del de cocina— sonrió amablemente mientras se presentaba.

—¿la presidente?— El pelinegro lo miro sorprendido

—¡así es! Los mayores pueden crear clubes para entrener a los más jóvenes— explicó con amabilidad —como eres nuevo no sé si te gustaría unirte a uno ¡el club de artes y el de cocina siempre aceptan nuevos miembros!— la alegría de aquella chica parecía realmente encantar a Max, jamás había conocido a alguien tan alegre como aquella chica.

—lo tendré en cuenta...—dijo despacio para después darse vuelta e irse de ahí.

Escondió esa invitación en su mente bien escondida, no quería unirse a los que fingían estar bien cuando no era cierto.

(....)

Se encontraba nuevamente en el patio, escuchaba música música en su celular sin prestarle mucha atención a su alrededor, esto fue mala idea, ya que al no lograr escuchar los gritos de los niños que advirtiendole una pelota llego a estrellarse contra su rostro.

—mierda...— susurró sacándose uno de los auriculares regresando al mundo real.

Varios niños se le acercaron preocupados por el pelotazo, Max les dijo que estaba bien para luego pararse e irse a buscar otro lugar para estar tranquilo.

Acomodó su largo cabello, ya no era el mismo mullet que solía tener, creció bastante durante este mes, si sus padres aun estuvieran vivos seguramente le recordarían ir a la peluquería y así volver a su mullet cotidiano. Pero el shoes detestaba ese mullet, lo odiaba, todos los lindos recuerdos de su madre acomodando su cabello y los mimos estaban en el, ahora su cabellos solo era un montón de pelos que alguna vez fueron queridos por alguien.

Menos mal que le robó una liga a un a de las mujeres que trabajaba en ese lugar, se hizo una pequeña coleta sacando sus pelos de adelante y así poder ocuparse mejor de su dolorosa nariz.

—mierda como duele...— se quejo tocando su nariz —¡creo que se rompió!— dijo exaltado en su lugar
—¡me voy a morir— grito dramático.

A pesar de sus penas seguía siendo el mismo chico dramático de siempre.
Max amaba hacer drama por tonterías, era algo que lo personalizaba, aunque luego de la muerte de sus padres no le haya vuelto a hacer frente más personas.

Una risita se escucho entre los árboles asustando al chico dramático.

—¿¡quien anda ahí?!— miró a su alrededor buscando al dueño de la risa hasta que vio a  lo lejos el jardín de rosas en el cual había visto al peliblanco dos veces seguidas.

Recordó la noche y esa risita del peliblanco que escucho como si lo tuviera justo a su lado, tenía cierto parecido a la que acababa de escuchar. Con algo de miedo decidió hacercarse al jardín de rosas.
A pasos lentos camino hasta estar frente a una pequeña reja negra que separaba el jardín del resto del patio, esta estaba descuidada y oxidada, trato de abrirla sin que hiciera mucho ruido entro a este. El jardín era hermoso, cada esquina del lugar estaba lleno de rosas de diferentes colores que brillaban con los rayos del sol, al medio había un tronco de un árbol, ya seco, que le daba un ambiente de melancolía al lugar. Detrás del viejo tronco se escucho una vez más esa risa, aquella hermosa risa del peliblanco, tratando de no asustarlo se acerco hasta asomarse por detrás, ahí lo vio.

Estaba jugando con las mariposas que volaban a su alrededor, movía su mano al compás de su tararear de una canción desconocida para el pelo negro. Aquella imagen era tan hermosa, ese peliblanco jugando con aquellas mariposas como el niño que era tarareando con su hermosa voz cautivo todos los sentidos de Max. Se acerco un poco más pero terminó espantando a las mariposas y haciendo que el peliblanco notará su presencia, se volteo viendo fijamente al pelinegro, estaban alfrente del otro.

es demasiado perfecto para ser real...

Era lo único que divagaba en los pensamientos de Max al verlo tan cerca, Sus ojos grandes un poco rasgados con un profundo negro, su pequeña nariz con un tono rojo en la punta, sus mejillas llenas de pecas y ruborizadas, sus labios pequeños muy rojos y su piel extremadamente pálida, todo en el era hermoso para los ojos de él.

—hola...— dijo Max sin poder dejar de mirarlo

El peliblanco se levantó de su lugar asustado y nervioso. Se dio la vuelta y se metió atrás del árbol.

—¡no te quise asustar!— el pelinegro salio de su escondite para pararse frente a él.
—¿como te llamas?...

El lindo chico quedó congelado ante la pregunta del otro

—puedes ver...— susurraba el peliblanco —yo...

—¿estas bien?— pregunto Max al ver el extraño comportamiento.

Las voces de la misma mujer de ayer llamando a los niños a comer se escucho.

—oh parece que tenemos que ir...— dijo Max para luego darse vuelta y empezar a caminar hacía la salida.

El peliblanco seguía con la misma expresión de confusión y miedo en su lugar, sin mover ni un músculo

—¿no vienes?— Max se detuvo al no sentir al otro chico seguirlo.

—yo... no— fue lo único que dijo antes de irse por el lado contrario corriendo a todas sus fuerzas.

—¡oh espera! ¿¡como te llamas?!— El pelinegro se arreglo para seguirlo.

—¿Max?— el nombrado miró la rejilla notando una silueta conocida en ella observándolo con curiosidad.

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