Capitulo 4.

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¡Maldición! ¡Maldita cabeza mía! Mi madre tiene razón cuando dice que tengo memoria de gallina.

Perdí la manilla que Janus me regaló hace dos años, me va a matar.

Ese objeto tienen un gran significado. Hace dos años, ese tonto tuvo un accidente en auto y duró en el hospital casi un mes, yo iba todos los días y me quedaba gran parte de la noche, le leía algún libro corto, le peinaba, llevaba su comida favorita —fruta picada, él es un ser fitness en todo esplendor—, también le hacia masajes, le ayudaba a bañarse, se puede decir que era su enfermera.

Al principio me enojé mucho con él por manejar tan rápido, por lo que cuando le dieron de alta, Janus compró dos manillas como símbolo de promesa de no volver a hacerlo.

Literalmente se acerco y me dio una, mostrando que la otra él ya la tenía puesta.

«—Es una promesa, prometo no volver a preocuparte por algo como esto. Tendré más cuidado para no dejarte sola —dijo con una espléndida sonrisa»

Son muy bonitas, tienen pepas de color negro y en cada una de ellas hay un símbolo dibujado en dorado. Él tiene una y yo la otra, se pueden comparar con accesorios de pareja —que no es el caso de nosotros—.

Y ahora, la he perdido. Y no recuerdo dónde.

Después de clase, Janus me llevó a su casa y entramos a un gran salón con paredes de color blanco, los bordes de las columnas de color dorado y e medio de todo aquello un hermoso piano color negro. Hermoso.

Tocó de una forma maravillosa, pero no es momento de pensar en ello.

Me quedo de pie en la mitad de mi habitación, suspiro y voy viendo todo lo que tengo. Analizo todo el lugar tratando de pensar en dónde puede estar.

Ya revise en cajones, tendidos, debajo de la cama, entre mi ropa, incluso en el baño. Pero nada, no la encuentro.

Escucho como abren la puerta, de inmediato volteó y miro a mi tío entrar.

—Ya es hora del correo, mocosa —dice burlón, para luego desaparecer.

Suspiro rendida, tendré que decirle a Janus que he perdido la manilla, solo espero que no enoje tanto.

Bajo las escaleras, saludo a madre un poco desanimada.

—¿Qué pasa, cariño? Te veo algo triste —se acerca y peina mi cabello con sus dedos, con una sonrisa en el rostro.

—Perdí la manilla que Janus me dio.

—Tranquila, de seguro lo entenderá, es un buen muchacho —da un beso en mi frente—. Ahora ve por el correo, que tú padre no demora en bajar.

Asiento y salgo de casa, directo al buzón, está repleto de correos. Pero entre tanto papel, destaca uno amarillo, corazón como estampa y un «Hola» escrito.

Para mí.

¡Hola!

Ayer te vi mucho mejor, en mi corazón hay una pequeña esperanza de que tu estado de ánimo haya sido a causa de mi carta.

¿Sabes por qué te envío cartas? Es fácil, si te envío algún mensaje al celular desde un número desconocido, podrías bloquearme. Y no puedo dejar que eso pase.

Además, me gusta escribir. Sobre todo en papel, el papel es una de las cosas más usadas por el ser humano.

Es papel es fuerte —dado a que te puede cortar—, pero también débil —con gotas de agua se puede dañar—. Todo depende de cómo se use, puedes escribir cosas importantes y cosas no tan importantes. Para mí esto si lo es.

El chico de las Cartas | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora