Thommen Nielsen era un joven de apenas 18 años. Parecía que era el modelo que utilizara Miguel Ángel para esculpir a su famoso David. Con un pelo que parecía como bañado en oro y sus ojos eran de un azul claro. Al provenir de una honorable familia, Thommen fue impuesto con el grado de SS-Untersturmführer (subteniente) en la 18va División SS Freiwilligen Panzergrenadier: Horst Wessel. Durante tres meses fue entrenado en el arte del mando de tropas, en su caso en la dirección de pequeñas unidades. También recibió clases de táctica general y conducción de carros blindados. La moral combativa de la Wehrmacht, una oficialidad muy competente, sus tácticas veloces y masivas. El logro efectivo y rápido de objetivos. Con suministros y logística muy eficaces, sumado a la existencia de armamento avanzado. Sus tanques muy rápidos y una aviación táctica adaptada a las nuevas estrategias. Hicieron del ejército alemán el más efectivo y poderoso de la época.
En las clases de Táctica General sorprendía a los instructores, al desentrañar las situaciones más complicadas y cuando los oficiales que presidían las conferencias le encargaban exponer sus consideraciones, el salón entero quedaba maravillado. No faltó nunca el celo de unos que, pensaban que un muchachito de mamá como aquel, no podría lograr tales prodigios y otros celebraban a la raza aria por el virtuosismo de sus integrantes. Thommen debía ser bueno, lo tenía que ser. Esta era la única forma de posibilitar el éxito de su país en la lucha contra los usurpadores extranjeros.
Desde los inicios y la consolidación en el poder de Adolf Hitler en Alemania fue usado el resultado de la anterior Guerra Mundial como la materia prima para constituir el renacimiento del pueblo alemán. Tras el conflicto, se firmaron varios tratados de paz, por separado, entre cada uno de los vencidos y todos los vencedores. Con excepción de Rusia, que había abandonado la guerra en 1917. Al conjunto de estos tratados se le conoce como La Paz de París (1919-1920). Estas condiciones planteadas en los acuerdos no eran convenientes para Alemania, según Hitler. Por lo tanto, de forma excepcional supo captar la atención del pueblo alemán. Que en esos momentos tenía el orgullo hecho añicos. Con Mein Kampf (Mi lucha) libro escrito por el propio Hitler perfilaba las ideas principales que el régimen alemán llevaría a término durante su gobierno y sentó las bases ideológicas del nazismo alemán. Además, logró estructurar uno de los mejores sistemas de propaganda de la época, para ello nombró su ministro a Joseph Goebbels que era un verdadero artista en los medios masivos de comunicación. Cerraba con broche de oro esta trilogía de dominación, una fuerza policial y armada dispuestas a todo. Para Adolf Hitler el fin justificaba los medios.
El dictador comenzó a trabajar en el roto orgullo germánico, planteó los objetivos del régimen que eran: la restauración de todos los territorios previamente perdidos en anteriores conflictos, la anexión de colonias para la expansión del Imperio Alemán y la creación de lo que Hitler llamaba el "Espacio Vital", lo que consistía en la erradicación de los pueblos eslavos, para luego ocupar y construir en estas tierras grandes metrópolis, con la máxima aria de la supremacía racial.
De esta forma se cumplían las expectativas del pueblo germano. Al igual que sus compatriotas, Thommen anhelaba la oportunidad de restaurar el honor de la Matterland (patria). Por motivos como estos determinó ser bueno en su servicio.
El 22 de junio de 1943, Thommen cumplía 19 años y una carta llegó para él la tarde de ese día. La correspondencia era de parte de la señora Nielsen, en ella le refería la tristeza que quedó en la casa luego de su partida. La madre mencionaba que su hermana Emma no estaba muy bien pues lo extrañaba mucho. El día 25 por la madrugada sonó la alarma de combate y toda la división formó. Thommen organizó su pelotón y se puso a la cabeza. Los jefes principales estaban al frente de toda la tropa, el SS-Brigadeführer (mayor general) Wilhelm Trabant tomó la palabra:
- Oficiales, sargentos y soldados de la 18° División Horst Wessel, la misión que tanto esperábamos y para la cual ustedes se han preparado ha sido dispuesta. En el este nuestras tropas bajo la dirección del Generalfeldmarschall (Mariscal de Campo) Erich von Manstein preparan una ofensiva que nos dará el éxito demandado por el Führer. Nuestra orden de combate es reforzar la Operación Ciudadela, actuaremos como fuerzas de reserva durante el ataque. Señores, comiencen los preparativos, partimos a las 0500 horas.
Thommen dio la orden a su segundo al mando y el pelotón se equipó con los pertrechos dispuestos. Una tormenta de razonamientos agitaba la mente del novato oficial, 33 hombres dependían de sus decisiones. Llegó la hora prevista para la partida y la pequeña unidad ocupó el coche del tren. Entre los numerosos ruidos reunidos por el ajetreo vibró la sirena del tren y luego de una sacudida, la locomotora inició la marcha. Una gota de sudor frío corrió por la frente del muchacho, todos sus músculos se endurecieron y su corazón quería salírsele del pecho. Se acercaba la hora definitiva para mostrar su valía. El viaje en tren se hacía largo y tedioso, el calor era insoportable y el nerviosismo general lo era aún más. Luego de dos semanas, el convoy se detuvo. Era preciso hacer un trasbordo, todavía faltaban unos 150 kilómetros para llegar a la retaguardia de los ejércitos del frente.
La parada se realizó en un campamento logístico. En dicho lugar confluían cisternas de combustibles, pertrechos de guerra, los nuevos carros de combate y las armas recién salidas de las fábricas, pero lo más importante eran los refuerzos. Era perfectamente claro que se preparaba una gran ofensiva. En este lugar se agrupaban 3 divisiones, una de ellas de tanques. El jefe de la división de Thommen, reunió a sus oficiales y explicó la misión específica. Esta consistía en apoyar el ataque del Mariscal de Campo Walter Model, que con el 9º ejército atacaría el sur de Oriol mientras que el general Hoth con el 4º Ejército Panzer, bajo el mando de Manstein, atacaría al norte de Járkov. Debían unirse cerca de Kursk. Dadas estas precisiones todo el engranaje se puso en marcha.
El ataque comenzó el 4 de julio. Por la tarde, Junkers Ju 87 Stuka bombardearon en las líneas del norte, a la vez que se iniciaba el ataque de artillería. Hoth avanzó en las posiciones soviéticas alrededor de Savídovka. En el sur, las tropas de asalto despejaron los puestos avanzados. A las 22:30 los soviéticos replicaron con un bombardeo de la artillería que, ayudado por la lluvia torrencial, retardó el avance alemán.
Thommen con su pelotón debía impedir cualquier tentativa rusa de rebasar su sector, el combate se hacía más cruento con cada hora que pasaba. Un regimiento de infantería del Ejército Rojo apoyados por tres tanques T- 34 embistieron la zona custodiada por los hombres de Thommen. La densidad de los disparos era inmensa, la superioridad del enemigo se hacía más visible, ya que los tanques destrozaban todo. Thommen a escondidas de los disparos, logró llegar donde estaban sus dos hombres con los lanzacohetes antitanque Panzerschreck:
- Zhan y Behn, conmigo. - Dijo Thommen mientras agachaba la cabeza.
- A su orden. - Replicaron los soldados.
- Debemos flanquear esos tanques, nos están machacando, rápido síganme. – Gritó, mientras corría en dirección del flanco derecho de los tanques.
El joven avanzó seguido de los dos soldados, entre carreras y cuerpos a tierra lograron acercarse lo suficiente como para hacer fuego sobre los blindados. El subteniente indicó que apuntaran a las bases de las torretas y cuando estuvieron listos dio la orden de fuego. Después de las explosiones los tanques quedaron averiados, otros pelotones alemanes se unieron a la pelea y lograron repeler el ataque.
Así continuó el panorama hasta el día 12 de julio cuando los rusos emprendieron una contraofensiva de tal magnitud que las fuerzas del Tercer Reich fueron barridas. Lo que quedó de los grupos de ejércitos fue retrocediendo hacia la retaguardia, el espectáculo que dejaba está colérica acción era deprimente. Los muertos quedaban en el campo de batalla, los carros destruidos echaban humo negro y los heridos gritaban por ayuda. Esta era una visión difícil de olvidar, el olor a sangre, a pólvora y a los cadáveres en descomposición hacían marearse a Thommen. La mitad de su unidad había muerto y sus expectativas estaban comprometidas. Escuchaba los comentarios de los demás, que el Führer se quedaba sin ideas, que los rusos eran más fuertes y que no se detendrían hasta las puertas del Reichstag. Pero sucedió algo que lo privó de razonar, algo que le estremeció la conciencia.
En la retirada los miembros del Heer (ejército) al pasar por pueblos asesinaban a cualquiera que encontraban, prendían fuego a las casas, destruían puentes y fábricas. Todo esto chocó violentamente a Thommen. Su mente se puso en blanco, un nudo se hizo en su garganta y su cuerpo se detuvo. Sus ojos observaron su alrededor, era el único que estaba inmóvil. Eso no estaba bien. Eran civiles, personas ajenas a su derrota y estaban desarmados. Eso era genocidio. De esta forma miraba las primeras luces de la siniestra verdad de la guerra.
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El lado bueno del mal.
Historical FictionDurante la Segunda Guerra Mundial la humanidad vivió muchas desgracias, pero siempre hubo algo bueno pues la esperanza no muere. El joven oficial de las SS Thommen Nielsen experimenta un cambio en su ser, en lo más hondo de su conciencia.