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Tener y administrar una tienda de mascotas no es una labor sencilla. Los contactos, productos a ofrecer, saber atender a los clientes y conocer a los animales y sus cuidados era sólo un puñado de elementos de una larga lista a considerar para poder tener una tienda de mascotas. Mucho más si el negocio recién empieza a surgir y de manera independiente. En primer lugar, se debe garantizar una buena calidad por parte de los animales, por ende, se debía conocer y saber del criadero de donde procedían. Si bien, muchos estaban regulados por normas sanitarias y otros parámetros, de todos modos, era mucho mejor saber más de la procedencia, literalmente tomar todo con pinzas. Sumado a ello, el estar pendiente de las tendencias de los dueños era otra arista que considerar: si bien muchos buscaban un gato en la mayoría de los casos, la demanda de perros de raza pequeña había aumentado de manera exponencial por lo que debían considerar tener unos cuantos para poseer algo de variedad. En segundo lugar, era lidiar la llegada de los pequeños seres a la tienda. El estrés del traslado hacia un lugar completamente desconocido era un desafío en cual duraba un aproximado de 2 a 3 días para una mediana adaptación al nuevo entorno y rutina, por eso implicaba que al final del día terminasen llenos de mordidas y rasguños, así que la presencia de un botiquín con primeros auxilios y productos para limpiar y tratar las heridas se convertía en algo esencial.

En tercer lugar, no podían dejar de lado el cumplir con las normas sanitarias. Al vender y albergar animales, era necesario contar con las condiciones mínimas para lograr funcionar como tienda, lo cual no era tarea sencilla y económica. Cosas como aire acondicionado, contar con una buena infraestructura para funcionar y limpiar a diario eran de suma importancia. Añadiendo, además, que una vez al mes, recibían la visita de una persona al azar que tenía la labor de inspector, el cual estaría revisando si todo estaba en orden. Y así, un sinfín de elementos más.

En cuanto a temas económicos, el dinero iba y venía, existían meses en que todo marchaba bien, otros en donde el dinero escaseaba y la llegada de fin de mes se convertía en una especie de alivio para los bolsillos. Con un préstamo vigente, pagándose religiosamente de manera mensual, era de importancia lograr tener ventas mínimas para no atrasarse con los pagos, ya que la tienda no sólo era el sustento del trabajo, sino que también se había convertido en el lugar en donde estaba el hogar y el descanso.

***

Esa semana había sido agotadora. La última llegada de los pequeños había sido caótica, sobre todo la de un felino que parecía ser extremadamente arisco y taciturno. No sólo siseaba en cuanto uno de los dos se acercaba, sino que no dudaba en atacar con sus garras, maullaba sin parar cuando lo dejaban en su pequeño cubículo y, por si fuera poco, destruía los juguetes que se le colocaban porque al parecer, ninguno era de su agrado, evidenciando una gran desconfianza hacia aquellos elementos. Chifuyu se había encargado plenamente al pequeño porque de los dos, él parecía tener una mayor afinidad con los felinos gracias a que durante la preadolescencia, cuidó y crío de Peke J, su fiel gato. Al inicio, fue un martirio porque el gato se abstenía a aceptarlo. Era demasiado terco y al parecer, poseía un trauma proveniente del criadero. No obstante, la perseverancia de Chifuyu provocó que el pequeño felino cediera ante él y poco a poco ganase su confianza. Kazutora también intentaba dentro de lo que podía, pero el gato no se fiaba de él, al menos, en gran medida. No tomó muchos días para que el gato prefiriera a Chifuyu y desarrollara afecto hacia él.

Los días pasaron hasta llegar un viernes, el último día de la semana. Los viernes y sábados siempre eran los días más tranquilos de la semana, pese a que, de manera irónica, eran los días en que más gente salía para disfrutar del ansiado fin de semana. Jamás entendieron el porqué de aquella contradicción, pero no se quejaban, de todos modos, la tienda se mantenía a flote de alguna forma porque la clientela tampoco era alta y a pesar de ello, ya se habían ganado algún que otro cliente fiel. Kazutora estaba en la zona de la bodega, aparentemente charlando con alguien por el teléfono móvil, mientras que Chifuyu estaba en el mostrador, sentado en un banco de plástico negro acolchado, con el dichoso minino problemático entre sus brazos. Le habían apodado "Revoltoso" porque no había otro apodo que pegase con la personalidad del gato. Kazutora había tenido otras propuestas, unas más crueles que otras por lo que después de una divertida discusión, Revoltoso fue la opción escogida para el felino.

Tomaba su segundo café del día. La noche anterior no logró conciliar el sueño porque el desgraciado gato estaba llorando y no dejaba de maullar, pidiendo que lo sacaran de su cubículo en donde estaba enjaulado. A pesar de que en un momento descendió al primer piso para hacerle compañía, el felino persistió en su llanto por querer estar en el exterior. Muy entrada al amanecer, el gato se quedó callado después de muchas horas insistiendo y se fue a dormir, por lo cual Chifuyu suspiró aliviado por la calma y dormitó un rato, hasta que sonó la alarma y no tuvo más remedio que iniciar la jornada laboral cargando cansancio sobre sus hombros y un horrible sueño que se evidenciaba en su rostro.

"Chifuyu", llama Kazutora, haciendo presencia en la tienda. "El inspector me ha llamado. Dice que vendrá la otra semana", explica, "¿qué día te apetece mejor?"

Chifuyu, quien mantenía los ojos cerrados, los abre de manera estrepitosa y se rasca la nuca. "Un miércoles está bien. El horario puede ser cualquiera", responde con voz ronca y perezosa.

"Está bien", y Kazutora vuelve a desaparecer tan pronto como había aparecido.

Chifuyu logra escuchar algunos diálogos que intercambia Kazutora con quien sea que estuviera hablando con él, pero su atención se vuelve cuando siente los espamos del gato. Estaba soñando.

"Bien", dice Kazutora, volviendo a la tienda. "El miércoles al mediodía es la inspección"

"Mhm...", emite Chifuyu con desgano, y suelta un bostezo.

Kazutora se acerca con curiosidad y aparente inocencia hacia el mostrador, no se sorprende cuando ve al gato que ha causado problemas desde el inicio de semana. No puede evitar sonreír.

"¿Haciendo de las suyas?", pregunta él.

"No me dejó dormir porque estaba llorando", contesta Chifuyu, tomando otro sorbo a su café que a esas alturas ya estaba frío, pero no le importaba: necesita recolectar energías para el día.

"¿No crees que deberías dejarlo en su sitio?", sugiere Kazutora, "ya está tranquilo"

"Volverá a maullar y no se va a callar hasta que esté libre", asegura Chifuyu y se lo queda mirando con cansancio. "Ya lo hemos hecho antes y sabes cómo es su actitud"

Kazutora suspira y se acerca a Chifuyu, inclinándose un poco en el proceso. Se percata que tiene unas pequeñas ojeras producto del nulo sueño que había tenido la noche anterior. "Fuyu, te preocupas demasiado por este gato"

Ante el apodo, Chifuyu frunce el ceño. "Estamos en el trabajo", reprocha, "no me llames así"

El otro ríe con suavidad. "Pero si no hay clientes ahora mismo", bromea, "no tiene nada de malo, ¿o sí?"

"Estamos en el trabajo", insiste Chifuyu, evidenciando su malhumor.

Kazutora no insiste otra vez y solo permanece a su lado en silencio. Chifuyu vuelve a cerrar los ojos, como si estuviera dormitando. Pero el cansancio es tanto que se deja llevar por el sueño y su cabeza comienza a tambalear, hasta que reposa en el hombro derecho de Kazutora. Éste se inmuta y su cuerpo se tensa.

"Jefe", llama, titubeando, "no puedes quedarte dormido en el trabajo".

"Mhm", emite el jefe, tratando de liberarse del sueño que trata de apoderarse de él. "Lo siento".

Suelta un largo bostezo y su cabeza se reincorpora. A ese punto, a Kazutora le estaba preocupando que el gato consumiera tanto tiempo de Chifuyu que ni las tareas administrativas había terminado aún. Si bien, él también cooperaba con realizar algunas, al final, Chifuyu era quien poseía la tienda y, por ende, lo convertía en el dueño legal del local. Kazutora solamente era una especie de socio, la mano derecha en el peor de los casos. Además, una nueva preocupación se asomaba a su cabeza: ¿no sería demasiado cruel dejar a ese gato partir si ya le tenía confianza y cariño a Chifuyu?

"¿No has pensado en tener otro gato?", inquiere Kazutora, quebrando el silencio.

"¿A qué se debe tu pregunta?"

"Bueno... Revoltoso va a tener difícil el encontrarle un dueño", aclara Kazutora.

Chifuyu sigue sin entender el punto o bien, el cansancio no le permitía comprender el punto.

"Además, veo que te quiere mucho", prosigue, "¿no sería cruel dejarlo ir? Peke J estará bien si tiene un compañero más joven"

"Lo sé, pero..."

"El gato no tuvo un precio alto, ¿recuerdas?", interrumpe él, "literalmente nos dijeron que lo podíamos tener gratis si lo queríamos porque era obvio que se querían deshacerse de él. No será malo tener dos gatos"

"Significa más gastos para nosotros", replica Chifuyu, masajeando el puente de su nariz para intentar estar más despierto, "¿crees que Peke J lo acepte? Ya está demasiado viejo y no creo que quiera un amigo", añade.

Lo cierto era que el gato aparentemente no tenía un precio, lo cual desconcertó a ambos cuando fueron en búsqueda de más animales. El dueño del criadero explicó que causaba demasiados problemas, sumado a ello, a raíz de su mal comportamiento, ya pensaba seriamente en deshacerse de él tirándolo a la calle y dejarlo a la deriva, cosa que Chifuyu detuvo y pidió tener al felino. No existió un cobro, por más que insistieron en pagar por él, finalmente se decidió no ponerle un precio al felino. Le parecía triste que quisieran botar al gato a la calle, a pesar de que la gente en cualquier vecindario lo cuidaría de todos modos. No le parecía justo que le diesen la oportunidad de tener un dueño, si lo único que necesitaba el animal era paciencia, cariño y perseverancia. La idea de una segunda mascota parecía buena, pero Chifuyu tenía ciertos recelos contra Peke J, su ya anciano felino. Él parecía estar bien estando solo y contando con la atención de Kazutora y Chifuyu, además, por los años que el gato ya tenía, veía difícil poder adaptarlo a un joven felino que tenía diferentes necesidades a las del mismo Peke J. Y, había que sumar los gastos del veterinario, los chequeos y comprarle lo que necesitaba, todo aquello costaba bastante dinero, dinero el cual no siempre contaban a la mano, al menos, no por ahora mientras intentaban tener una economía estable.
A pesar de ello, la idea de tener un nuevo gato ya se había instalado en la mente de ambos, después de todo, era muy incierto qué tanto tiempo le quedaba a Peke J y, aunque a Chifuyu le dolía pensar en la partida de su felino amigo, tenía que hacerle el frente a la situación en cualquier momento.

"Peke J estará bien con él", replica Kazutora, "de seguro se llevarán bien", insiste.

Chifuyu suelta un suspiro. "Lo pensaré"

"Le hará bien tener un compañero más joven", piensa en voz alta Kazutora, incorporándose para realizar la limpieza matutina de los cubículos.

El otro simplemente asiente con la cabeza y toma de nuevo otro sorbo de su gélido café, a pesar de lo frío que está siente como adquiere un poco más de energía para el día que se le viene.

***

La mañana transcurre con total normalidad y, a pesar del cansancio que pesan sobre los hombros de Chifuyu, la visita inesperada de Takemichi a la tienda provoca que se sienta un poco más despierto. A pesar de que el joven corría riesgo de ser regañado por llegar tarde a su trabajo, le había apetecido ir a ver a su mejor amigo y al socio que lo ayudaba en la tienda. Parecía que tenía un motivo para ir, ya que Takemichi lucía bastante entusiasmado, su rostro era evidencia de aquél buen humor, y necesitaba charlar con Chifuyu en especial, no obstante, la alegre plática se ve arruinada cuando Revoltoso se pone agresivo, atacando sin piedad y de manera instintiva al visitante. El gato se lanza hacia el "extraño visitante", sisea, gruñe, muerde y entierra sus garras en varias zonas del rostro de Takemichi. El momento del caos se ve interrumpido cuando tanto Kazutora y Chifuyu logran intervenir: uno tomando al felino para contenerlo y el otro asegurándose que Takemichi tratara de salir ileso dentro de todo. No obstante, las risas no se quedan ausentes por la inesperada situación.

"¡No te rías y ve por el botiquín!", dice Chifuyu, tratando de ahogar su risa. Para acelerar las cosas, hace uso de su codo para golpetear suevamente uno de los costados de Kazutora. "¿Estás bien?", se vuelve a Takemichi, quien intenta no llorar.

"¡No se rían!, ¡esto no es divertido!", protesta el chico de cabello negro, quien aún escucha resonar la risa de Kazutora en el fondo. Tan pronto cuando el gato se había salido de su rostro, lágrimas en sus ojos no tardaron en brotar.

"Eres un llorón", se burla su mejor amigo.

"Culpa a Chifuyu por lo ocurrido", dice Kazutora, trayendo el botiquín consigo y al gato quien se ha acunado cerca de su cuello a modo de protección. Revoltoso emite un pequeño gruñido. "Está malcriando a este gato"

"¡Le hace honor a su nombre!", se defiende Chifuyu, fingiendo estar ofendido. Toma el botiquín, lo abre y comienza a hurgar dentro de él para sacar lo necesario. Mientras Takemichi sigue tratando de controlar sus lágrimas en el proceso. Extrae un poco de algodón el cual lo moldea con las yemas de sus dedos en forma de esfera y lo sumerge en alcohol. "Quédate quieto, te va a doler".

En el proceso, Takemichi se limita a gimotear o dar pequeños saltos en su asiento cuando el algodón con el alcohol toca las zonas de su piel en donde el gato le ha causado heridas. Tratando de ser lo más delicado posible, Chifuyu le limpia cada una de las heridas, mientras que Kazutora sigue ocupándose de la tienda, dejando en primer lugar al gato en su cubículo; el felino le mira con cara de pocos amigos y después de sentirse cómodo en el espacio, se recuesta y comienza a asearse partiendo desde sus partes íntimas. Una vez que por fin le ha logrado limpiar todas las heridas del gato, Chifuyu se dispone a ponerle banditas a Takemichi por varias zonas de su rostro.

"Ahora sí tengo una excusa por llegar tarde", dice Takemichi, suspirando, una pequeña lágrima cae por su rostro, pero no le arde gracias a las banditas.

Chifuyu suelta una carcajada. "De todos modos, ¿qué es lo que tanto ansiabas contarme?"

"¿Eh?", el chico se lleva una mano al mentón, tratando de buscar entre sus pensamientos qué era lo que debía contarle a su mejor amigo. "Lo olvidé"

"Eres un idiota", sentencia Chifuyu, llevándose una mano al rostro. "Ya estoy listo contigo", añade, mientras limpia todo lo que ha usado para curar a Takemichi.

"Gracias", y el chico se levanta de su asiento. "¿Crees que se tragan mi mentira?"

El otro se encoge de hombros. "Viniendo de ti, lo dudo". Chifuyu le regala una sonrisa. "Entonces, ¿ya te vas?"

"Si continuo aquí, me despedirán", dice Takemichi con nerviosismo, así que comienza a caminar para salir de la tienda. "¡Nos vemos!"

Chifuyu hace un ademán para despedirse de su mejor amigo. Kazutora hace lo mismo. Se escucha un tintineo proveniente de la campana situada arriba de la puerta y el silencio parcial se hace presente. Chifuyu se percata que Revoltoso está enjaulado, durmiendo, y se queda estupefacto.

"¿Cómo es que no ha reclamado?", inquiere Chifuyu.

Kazutora se limita a encogerse de hombros. "No quería estar conmigo al parecer, así que lo llevé hasta ahí y se quedó allí. No tenía otra opción".

El hombre intenta decir algo, pero sólo abre la boca y al ver que no le salen las palabras, la cierra. "Lo estás malcriando", bromea Kazutora.

"No lo estoy malcriando", Chifuyu suelta un gruñido. "Sólo trato de que se adapte para que sea adoptado", aclara.

Kazutora sonríe de manera burlesca. "Bueno, esa 'adaptación' sólo indica que debemos tener otro gato y precisamente él para que se quede con nosotros", hace el guiño en la palabra adaptación con los dedos.

"...Lo estoy pensando", responde el otro apretando los dientes, "iré a terminar lo que tengo pendiente por hacer, te quedas a cargo de la tienda", le indica.

"Está bien, pero no te saltes el almuerzo".

Chifuyu asiente de manera mecánica, se levanta de su asiento, camina en dirección a la bodega, en donde se sitúa su pequeña oficina, y en un momento cae en cuenta de lo que dice Kazutora, por lo que se queda congelado.

"¿Eh?", y se voltea para verlo.

"Te conozco", se limita a decir Kazutora, "a veces olvidas comer tu almuerzo".

Chifuyu abre la boca, pero Kazutora pretende continuar. "No me subestimes, ya tenemos tiempo viviendo juntos y conozco algunas de tus malas costumbres, por no decir que casi todas", finaliza.

El de cabellos negros cierra la boca y forma una delgada línea con sus labios desviando la mirada, siente que su cara se calienta. Luego, suspira. "Está bien", murmura.

Kazutora reluce una amplia sonrisa. "Bien".

***

Encargarse de la tienda por sí solo no era una tarea tan compleja, al menos no para Kazutora. Cosas como atender a los animales y cargarlos de vez en cuando, reponer productos u ordenar los que están en exhibición o en la bodega no eran cosas a las que Kazutora se le hiciera complejo, al contrario, lo podía manejar sin problemas, más aún tras haber adquirido conocimiento y experiencia tiempo atrás gracias a que llevaba algunos años trabajando una vez que salió de la cárcel y Chifuyu se encargó de su bienestar.
No obstante, al momento de atender, Kazutora presentaba uno que otro problema. Su personalidad introvertida y su casi inexistente habilidad social, provocaba que a veces tuviera reacciones físicas como palidecer cuando lo sorprendían o enrojecerse al trabarse con alguna palabra que no pronunciaba bien, sumado a que a menudo se quedaba en blanco y le era fácil ponerse nervioso. Lo único que lo consolaba era que podía mantener la cordialidad y amabilidad dentro de todo. Todavía se le complejizaba generar perfiles para los futuros dueños porque su mente se enmarañaba por la presión ejercida, por lo que en la mayoría de las veces Chifuyu tenía que intervenir y salvarle el pellejo. Al contrario de él, Chifuyu podía manejar con mayor naturalidad el entablar diálogo con los clientes y tener un contacto mucho más estrecho por medio del diálogo, pero en ese momento no podía contar con su ayuda, tenía que atender otros asuntos, por lo que Kazutora se veía obligado a dar un mayor esfuerzo.

Durante el tiempo que estuvo a solas encargándose de la tienda, tuvo que escuchar varios halagos hacia su persona hecho por chicas que pasaron por la tienda para mirar a los animales, unos cuantos niños que iban con sus padres y que se percataron de la presencia de su tatuaje de tigre en su cuello y uno que otro cliente que estaba apresurado; de aquellos que no sabía qué comida debía llevarle a su mascota y no se decidía por cuál llevar. Mientras tanto, Chifuyu intentaba terminar los papeles que mantenía pendiente, a la par que luchaba por el cansancio. Bostezaba cada vez en cuando y sus ojos se cerraban para poder descansar un poco. Sacudía la cabeza a menudo como un pobre intento de poder disipar el sueño, aunque sea por unos instantes. A pesar de ello, consiguió terminar con los documentos que debía concluir esa misma semana como tiempo límite, además de poder redactar algún que otro correo electrónico a través de su computadora portátil para próximos pedidos, en especial comida y accesorios para mascotas; cosas que ya estaban siendo falta dentro del stock que poseía en la tienda y que previamente había revisado para redactar dichos correos.

La tarde llega y la fluctuación de gente incrementa por unas cuantas horas. Ya para esas horas, Chifuyu podía ayudar a Kazutora con la tienda. El trabajo entre ambos era coordinado, organizado y armonioso para ser sólo dos personas trabajando en conjunto. A pesar de que tal vez necesitaban a un tercero allí trabajando con ellos, aún los dos podían lidiar con todo el trabajo, sumado al hecho de que aún no existía la posibilidad de contratar a un tercero por asuntos económicos.
La última persona dentro del local se despide de los vendedores y sale de la tienda, todo retorna a una aparente tranquilidad, por lo que Chifuyu se sienta en el banco de plástico. Kazutora se encarga de un felino pequeño de color anaranjado, el cual tiene entre sus brazos. Después de cerciorarse que ha repuesto la comida, el agua y además de limpiar la pequeña caja de arena, deja al pequeño gatito en el cubículo no sin antes pasar su mano por la cabeza y parte del lomo del animal para finalizar cerrando el cubículo. Realiza un estiramiento de brazos y deja escapar un sonoro suspiro.

"Siento que mi barra de energía social se ha agotado...", comenta Kazutora con desgano, llevándose una mano al cuello para masajearlo. Apenas era alrededor de las 4 o 5 de la tarde y aún quedaban un par de horas antes de cerrar la tienda.

Chifuyu no emite alguna palabra, puesto que la presencia de Peke J rondando por el local lo tiene atento por si trama alguna travesura. A pesar de llevar varios años vivo, aún el felino era bastante activo y husmeaba todo lo que le llamaba la atención, sumado a que ya había hecho alguna de sus travesuras en el pasado. Parte de su cuerpo reposa sobre el mostrador, sentado en aquél banco negro acolchado. Sus ojos azules, atentos como los de un felino, vigilan los movimientos del escurridizo Peke J. Está tan absorto en la vigilancia que no se percata que alguien se acerca a su lado y acuna su cabeza sobre su espalda, muy cerca de su hombro.

"¿Hm?"

"No va a hacer nada malo, ya ha estado aquí", responde Kazutora con serenidad.

"La última vez casi rompe una bolsa de comida para gatos", le recuerda Chifuyu.

"Eso fue porque tenía hambre", contraargumenta el otro.

Chifuyu se percata de la presencia de Kazutora en su espalda, por lo que se gira bruscamente, deshaciendo el contacto físico. "Estamos en el trabajo", gruñe.

Kazutora le resta importancia a lo que dice, se encoje de hombros y vuelve a dejar su cabeza acomodada sobre el hombro de Chifuyu, sólo que esta vez, rodea la cintura del otro con sus brazos. El de menor estatura se queda atónito. Sabía que Kazutora le gustaba desafiarlo de vez en cuando, en especial en el horario de trabajo.

"¿Puedes soltarme?", cuestiona Chifuyu. Kazutora niega con la cabeza y el otro suelta un bufido. Sigue demasiado cansado como para luchar contra él.

"Yo también quiero tu atención", suelta Kazutora sin ningún pudor. Chifuyu se queda congelado por unos momentos y parpadea de manera incrédula en reiteradas veces. Siente que su cara está ardiendo y aprieta los labios formando una delgada línea con ellos. Ante la reacción, Kazutora ríe con suavidad.

"¿A qué viene eso?", atina a decir Chifuyu en un hilo de voz.

"Bueno, a veces estás más ocupado del trabajo", se sincera Kazutora, "luego está los quehaceres del hogar y bueno, está tu amor hacia los gatos"

Chifuyu no sabe qué responder al respecto. Para ser honesto, no se había fijado en aquello porque Kazutora jamás se lo mencionó hasta ahora, es más, creía que estaba bien con eso. Además, por cómo lo dice, no le da indicios si está molesto. "Lo siento", replica.

"No es necesario que te disculpes", dice Kazutora en un murmuro, "tampoco es que lo hagas a propósito".

Una de las manos de Chifuyu se alza y toca el cabello recogido de Kazutora, iniciando lentas y pausadas caricias. Él está acostumbrado a realizar este tipo afecto, además de otros más como los abrazos y fugaces besos robados. Ceder ante la demanda de Kazutora no era malo, mucho menos en medio del trabajo, ¿verdad? Conociendo su realidad de la tienda, las probabilidades de ser interrumpidos eran escasas, por no decir que nulas. Siente una pequeña presión un tanto húmeda sobre su mejilla izquierda y gira su cabeza para encontrarse a Kazutora quien lo observa. Sus narices están juntas.

Kazutora carcajea. "Te ves horrible con esas ojeras", se mofa.

Chifuyu hace una mueca de disgusto. "Haha", ríe de manera monótona, "tu pelo es un desastre cuando despiertas por las mañanas, deberías cortarlo", ironizó.

"¡Dijiste que te gustaba largo!", protesta Kazutora, haciendo que Chifuyu empiece a reír a carcajadas.

"No he dicho que no me guste", dice el de ojos azules, con una sonrisa en el rostro y enfatiza su voz en la palabra 'no'. "Me encanta así", admite.

Ante el halago, Kazutora se pone nervioso y de inmediato su cara se enrojece, además, se muerde ligeramente el interior de una de sus mejillas. Chifuyu sabía bien que cuando Kazutora era molestado, estas reacciones eran las más comunes, al menos cuando era incomodado por él, por lo que su sonrisa se ensancha por la satisfacción. Ante la atenta mirada de Chifuyu, Kazutora desvía su mirada producto del nerviosismo y la vergüenza. Para una mayor comodidad, Chifuyu detiene un momento las caricias, gira su torso y sus brazos rodean el cuello de Kazutora.

"¿No que querías mi atención?", se burla Chifuyu en un tono cantarín.

"Cállate", tartamudea Kazutora.

Otra carcajada sale de la boca de Chifuyu. A pesar de estar tan cansado y sentir que en cualquier momento podría caer dormido, le agrada tener cerca a Kazutora. Su mano izquierda se posa sobre la mejilla del otro, su pulgar traza suaves caricias sobre éste, llegando a abarcar la zona del lunar. El silencio se había convertido algo normal entre ellos, más allá de que siempre estuvo presente en su relación desde que Kazutora comenzó a vivir con Chifuyu. Al inicio, los silencios eran incómodos y llenos de una atmósfera tensa en la que ninguno se atrevía a romper, como si fuese un globo que los asfixiaba dentro de una misma habitación en la que convivían, pero lentamente el silencio se convirtió en sinónimo de confort, en donde a veces era mejor no hablar y que los otros sentidos hablaran por sí mismos.
Chifuyu presionó sus labios contra los de Kazutora, iniciando un beso que Kazutora no dudó en responder y que en el acto ambos cerraron sus ojos. La mano izquierda de Chifuyu baja por el pecho del otro, jalándolo del suéter negro que vestía para acercarlo un poco más; lo que comenzó como un beso tímido, pronto se convirtió en un beso más intenso. Mientras sus labios se movían a un ritmo lento y pausado, a su nariz le llegaba un sutil olor a nicotina que era más que seguro que provenía del suéter que Kazutora traía puesto, además de otro olor, un poco más suave el cual dedujo que era el perfume que a diario usaba y había sido un regalo de cumpleaños por parte de uno de los miembros de la antigua Tokyo Manji. Por su lado, Kazutora mantiene sus manos firmes sobre la cintura de Chifuyu, el aire que respiran pronto se comienza a sentir más denso y difícil de respirar. Suspirando, Chifuyu empuja a Kazutora hacia atrás con suavidad, finalizando el beso, pero antes que pudiese decir algo, la campanita resuena y los deja desconcertados.

"Hey tortolitos, ¿están demasiados ocupados?", vitorea una voz que se les hace muy familiar.

Ambos palidecen de inmediato, además de congelarse unos segundos y, como un acto de reflejo, Chifuyu emplea más fuerza y empuja a Kazutora, pero no lo suficientemente fuerte como para hacerlo caer. Gira su cabeza y se encuentra con un chico de baja estatura, rubio, que viste con vestimenta bastante holgada y su calzado son unas sencillas sandalias negras.

Peke J es el primero en reconocer al extraño, por lo que camina a su encuentro. "Oh, hola Peke J, ¿me extrañaste?", dice el chico, colocándose de cuclillas para acariciar al pequeño animal. El gato maúlla en respuesta al saludo y ronronea en el momento en que el rubio acaricia su cabeza con cariño.

"¿¡Mikey!?", exclaman Kazutora y Chifuyu al unísono.

"Lamento haberlos interrumpido en lo que estaban haciendo", se burla él guiñándoles el ojo, "¿Takemichi no les dijo que vendría ahora?", pregunta.

Chifuyu niega con la cabeza, su rostro está rojo por haber sido descubierto. "Vino en la mañana, pero no mencionó nada que ibas a venir ahora".

"Ese idiota...", suspira Mikey, sonriendo como un idiota enamorado.

A pesar de los años transcurridos, el apodo del "invencible Mikey" seguía intacto en las mentes de quienes lo conocieron y se vieron envueltos en el mundo de las pandillas. No obstante, ya no existían vestigios de aquellos días en la apariencia de Mikey. Se había cortado y rebajado un poco el cabello, empezó a trabajar a medio tiempo en una tienda cualquiera, aunque de vez en cuando, visitaba y ayudaba a Draken e Inupi con el taller de motocicletas que estos dos habían formado. Además de su vida laboral, ya todos sabían que llevaba unos cuántos años saliendo con Takemichi, cosa que a varios les sorprendió por el giro inesperado de los acontecimientos, aun así, para otros no fue una sorpresa tan grande. Después de todos, se había instalado las sospechas desde hace años desde que Manjiro empezó a ser más cercano a Takemichi.

"¿Qué haces aquí?", inquiere Kazutora, integrándose a la conversación.

"Bueno, ya que a Takemitchy se le olvidó que venía para avisarles", dice Mikey mientras se incorpora. "estábamos pensando en adoptar a una mascota porque me iré a vivir con él".

La semblante emocionada y alegre de Manjiro se contrasta con la nerviosa y preocupada de Chifuyu. ¿Hablaba en serio? La última vez que había ido a visitar el apartamento de Takemichi, era un basurero total y tuvo que esperar afuera del apartamento varios minutos mientras su mejor amigo intentaba ordenar el caos que tenía en su interior. No recriminaría la decisión de Mikey, claro está, es un adulto como él y ya es capaz de tomar sus propias decisiones, pero temía un poco por Takemichi y sus malos hábitos de desorden y su incapacidad de limpiar correctamente.

"Pero él tiene su apartamento hecho un basural", replica Chifuyu, a su mente le llegan los recuerdos de la primera visita, en donde incluso pudo oler ciertos malos olores que casi provocaron que casi vomitara, "¿crees que estarás bien ahí?", cuestiona.

"De hecho, estuve la mañana limpiando", aclara Manjiro con una sonrisa en el rostro, "Takemitchy es quien está terminando todo ahora que ha salido del trabajo"

Chifuyu hace una "o" con la boca, sorprendido. No esperaba escuchar eso, pero al menos se sentía aliviado que este apartamento no volvería a parecer un basural... por el momento.

"Entonces espero que mantenga la limpieza", dijo Chifuyu, suspirando. "Bien, ¿qué tipo de mascota tienen pensado?"

"Un gato estará bien", responde Mikey decidido. "Takemitchy no se opone a la idea, ¿puedo ver?"

Chifuyu hace un ademán. "Adelante".

Manjiro se gira y a dos pasos de distancia, están los animales en sus respectivos cubículos. Inspecciona con la mirada todos aquellos que son gatos ya que es lo que busca, así que por descarte su mirada no se detiene ante los canes. Se desplaza con lentitud y se toma el tiempo para buscar al afortunado felino que empezará a vivir con él y Takemichi. Mientras tanto Kazutora está apoyado contra la pared y Chifuyu ya ha preparado los papeles, anotando los datos que sabe de Manjiro, dejando en blanco los que desconoce, pero que después rellenará después de consultarle. En eso, Mikey se fija en uno de los felinos.

"Este es bonito", comenta él.

"Oh, ese es Revoltoso", aclara Kazutora.

"¿Revoltoso?"

"Así le puso Kazutora", dice Chifuyu en un tono burlón.

"¡Tenía ideas más creativas pero Chifuyu me limitó!", se quejó el más alto.

"Tus ideas eran crueles, Revoltoso era el apodo más suave de todos", replica Chifuyu

"Eres demasiado suave con los gatos", ataca Kazutora y le muestra la lengua de manera infantil.

"No quiero oír sus problemas de pareja", ironiza Mikey, dejando en vergüenza a los dos dueños, "¿puedo acariciarlo?"

Chifuyu duda por un momento, la naturaleza de Revoltoso más el incidente de la mañana le preocupaba que no quisiera darse con Manjiro. Pero tenía que intentarlo, además, Mikey era de confiar. Se acercó a la zona y abrió el cubículo, alejándose un poco, Manjiro imita su movimiento. El gato estaba enroscado y al ver que tenía la puerta abierta, alzó la cabeza encontrándose con un extraño de cabello rubio y de baja estatura que lo miraba con serenidad y sin intenciones de hacerle algo malo. Lo miró con una cara de pocos amigos y siseó en cuanto Mikey acercó su mano con lentitud. El chico dudó en continuar debido a que podrían existir altas probabilidades que el gato atacara, así que suspiró y le sonrió.

"Ya entendí, no quieres estar conmigo, ¿eh?", le dice al gato en un tono calmado. Chifuyu cierra el cubículo y el gato regresa a esconder su cabeza en cuanto se siente seguro ya encerrado.

"Es muy arisco", comenta Chifuyu. "Fue difícil que me tuviera confianza".

"Entonces debería quedarse con ustedes", concluye Manjiro. "No tiene sentido que lo dejen aquí".

Chifuyu escucha un silencioso 'te lo dije' por parte de Kazutora y lo maldice mentalmente. El de cabellos negros se limita a sonreír, fingiendo no haber escuchado nada e invita a Mikey a continuar con su búsqueda. Con una tabla en mano con los papeles, sigue al de más baja estatura hasta que nuevamente se detiene y se pone de cuclillas. Su mirada se ha detenido en otro pequeño felino peludo, de ojos bicolor. El pequeño gato al verlo se levanta y maúlla, como si estuviera saludando al extraño. Chifuyu deja la tabla en el suelo para abrir el cubículo, dejando al gatito en libertad. El animal olfatea a Mikey y tan pronto cuando acaba, le lame la mano. Manjiro se queda maravillado con el gato que éste se deja tomar entre sus brazos.

"Es lindo", dice Mikey.

"Supongo que te lo llevas", infiere Chifuyu. "¿Vas a poder con todo lo que tienes que llevarte?", consulta.

"Ken-chin ya terminó de trabajar en el taller por hoy, puedo pedirle ayuda", responde Manjiro, acariciando al felino quien ya ronronea y se siente bien con el chico.

Tras rellenar algunos papeles y esperar a Draken para que ayude a regañadientes a Mikey, el de baja estatura se entretuvo buscando cosas para la nueva mascota, incluyendo la comida. Le había tomado al gato unas cuantas fotos para Takemichi, las cuales envío en cuanto se las tomó. Con todos los elementos necesarios listos, Mikey se despidió de Kazutora y Chifuyu, yéndose con un malhumorado pero rendido Draken charlando sobre la nueva mascota que había adoptado. La campanita resuena y todo vuelve a la calma otra vez. Chifuyu bosteza, pero ya a este punto, Kazutora no aguanta ver al otro tan cansando.

"Ve a descansar", le ordena Kazutora, cruzándose de brazos.

"¿Eh?", emite Chifuyu, desconcertado.

"Vamos, tienes sueño y no vas a seguir de pie otro minuto más", insiste, tomando una de las muñecas de Chifuyu. El otro pone resistencia.

"Pero mis horas de sueño..."

"Da igual, se van a regular después"

"¿Y la tienda?"

"Me encargaré de cerrar yo, no es primera vez que me encargo por mi cuenta"

"Entonces la cena..."

"Cocino yo", le interrumpe Kazutora, frunciendo el ceño, "mi comida ya no sabe tan mal"

Chifuyu suelta un suspiro y cede ante las insistencias de Kazutora. Además, sentía que en cualquier punto se iba a quedar dormido; ya no podía aguantar las ganas de querer dormir.

"Está bien", masculla Chifuyu, rascándose la nuca. "Te dejo la tienda".

***

No sabía cuántas horas había dormido, pero el haber ido a tomar una siesta había sido lo correcto después de todo. Acurrucado entre las sábanas soñando sobre situaciones reales y tangibles de su día a día, unas suaves sacudidas a su hombro, seguido de un beso en la mejilla, lo sobresalta y lo despiertan. 'La cena está lista', le susurran al oído y es suficiente como para comenzar a estirarse para ir a cenar. Chifuyu se sienta en la cama, nota que Kazutora se ha ido de la habitación, suelta un largo bostezo y se limpia las lágrimas que han brotado gracias a dicho bostezo. Peke J se encuentra a su lado, enroscado y durmiendo. Chifuyu sonríe y le da unas palmadas en la cabeza, el gato le replica con suaves ronroneos. Mira a su alrededor y se percata que ya es de noche, tomando su teléfono móvil que dejó sobre la mesita de noche, observó la hora: eran las 9 de la noche. Finalmente se despoja de las sábanas que lo cubren de la cintura hacia abajo y vacilando, se levanta con pasos algo torpes al caminar. A pesar de haber dormido un poco, el cansancio aún no se iba por completo, no obstante, si seguía durmiendo, Kazutora le reprendería por saltarse la cena.
Llega al umbral de la habitación y emite un quejido mientras aprieta los dientes, producto de la luz que hay en el living-comedor, se cubre parcialmente la vista con el antebrazo y pestañea varias veces hasta que sus ojos se adaptan a la luz amarilla que emite el bombillo. Kazutora está sentado y abrigado por la frazada del kotatsu y, sobre la mesa, ya está la cena lista, la porción de Chifuyu aguarda al lado de donde está Kazutora sentado. La preparación es sencilla: arroz blanco con una mezcla de carne con verduras salteadas, sazonados con sal y pimienta y una infaltable sopa de miso para rematar. Con pasos perezosos, Chifuyu se encamina hacia en kotatsu, en un punto se arrodilla y abraza a Kazutora por la espalda. El otro no se inmuta y continúa comiendo con gran apetito. El de cabellos negros hunde su rostro en la espalda del más alto y a su nariz le llega esa fragancia del perfume que tanto le había comenzado a gustar.

"Tu comida está servida", indica Kazutora.

"Mhm..."

La televisión está encendida, el noticiero anuncia las noticias del día y relata algo sobre economía, pero en realidad ninguno le presta atención.

"Quiero dormir... contigo...", balbucea Chifuyu y ahora es su mentón que reposa en la espalda del otro.

"Podemos dormir después cuando termines de comer", dice Kazutora, sin inmutarse.

Chifuyu suelta un bufido. "¿No te puedo comer mejor?", bromea.

"¿Eso no es canibalismo?", y alza una ceja, intrigado.

"Idiota, me refiero al sentido figurado. Ya sabes, eso de 'comerte a besos'", aclara Chifuyu.

Kazutora se sonroja de manera brusca y se detiene de comer. Su cuerpo se tensa también. "Eso lo haces a menudo", murmura en un hilo de voz, con los palillos en la boca.

Ante la reacción Chifuyu se ríe con suavidad y deja de abrazarlo. Se pone a su lado para comer antes de que su comida se enfríe. El primer bocado de comida que se lleva a la boca es el arroz. Degusta de manera lenta y perezosa, pese a ello, el sabor le agrada y la textura es la adecuada para un arroz bien preparado. Intenta prestar atención a lo que hablan en la televisión, pero se ha perdido de tanta información que no vale la pena hacer un esfuerzo en tomar el hilo del tópico que están charlando.
No tenían mucho de qué hablar, de todas formas, Kazutora le había prohibido hablar sobre el negocio cuando comían debido a que era un hecho que Chifuyu era demasiado trabajólico. Entonces, el de ojos azules recordó lo que estaba pensando antes de ir a dormir.

"Oye, he estado pensando...", comienza a decir Chifuyu.

"¿Hm?"

"¿Estaremos bien con dos gatos?"

"¿Te fuiste a dormir pensando en eso?", se burla Kazutora, ahogando una risa. El codo de Chifuyu aterriza en sus entrañas de manera dolorosa. "¡Hey!"

"¡Estoy hablando en serio!", exclama Chifuyu, ofendido. Toma una bocanada de aire y exhala para calmar los estribos. "Responde a lo que te pregunté".

"Así que estás tomando en cuenta lo que dijo Mikey, ¿no?", pregunta ahora Kazutora, eludiendo a la pregunta otra vez. Ha terminado de comer el arroz y la carne con verduras, por lo que sólo le queda finalizar la sopa.

El de cabellos negros resopla y asiente con vergüenza. "Tú también influiste", admite, mordiéndose una de sus mejillas en el interior.

Kazutora carcajea con suavidad. "Bueno, no estaremos tan mal con dos gatos", responde él finalmente. "Me da curiosidad cómo cubriremos los gastos", dice, pensando en voz alta.

"De eso me encargo yo", espeta Chifuyu. Kazutora frunce el ceño.

"¿Qué? Nos encargaremos, dirás", le corrige, "estamos juntos en esto".

Chifuyu deja los palillos a un lado mientras siente que su rostro se enrojece de manera violenta. Kazutora toma un sorbo de la sopa que, a ese punto, comenzaba a enfriarse. Con sutileza, el chico de cabello recogido toma la mano del otro y con la yema de su pulga le acaricia. "Toma las cosas con calma y comienza a repartir un poco las obligaciones del hogar, ¿sí?", le recomienda Kazutora, con voz suave y calmada.

Chifuyu suspira y deja que su cabeza se acomode sobre el hombro del otro. "Lo siento, es la costumbre", musita y Kazutora le da un beso en la coronilla. "Pero creo que realmente no quiero dejar que ese gato se vaya", admite

Kazutora sonríe con ternura y asiente. "Entonces ahora vivirá con nosotros", asume.

"Sí...", replica Chifuyu en un hilo de voz.

Él realmente quiere discutir sobre los gastos, pero la tranquilidad del ambiente a pesar del bullicio de la televisión aún encendida y el contacto que mantiene con Kazutora hacen que su mente se despeje de todas las preocupaciones que rondan por su mente. Aun así, está feliz por haber tomado la decisión de adoptar a Revoltoso, aunque ahora tendrían que discutir nuevamente por un nombre ya que aquél solo era un nombre provisional para no encariñarse del animal. Sumado a ello, aún está cansado como para discutir sobre esos temas y el día de mañana era otro día de trabajo. Entonces, bosteza y se restriega un ojo.

"Deberías terminar tu cena antes de ir a dormir", dice Kazutora.

"Mhm", emite Chifuyu.

"Mañana discutiremos sobre lo del gato, ¿si?"

"Está bien".

Una de las manos de Kazutora toma el mentón del más bajo con benevolencia para que sus miradas se conecten, se inclina un poco y besa sus labios con dulzura y ternura. El beso es corto, así que cuando termina, Kazutora acaricia la nariz de Chifuyu con la suya, provocando que Chifuyu tuviese un pequeño cosquilleo y sonriera.

"Pero eso no significa que vayas dejar de ponerme atención, ¿de acuerdo?"

La sonrisa de Chifuyu se expande. "De acuerdo".

Atención | KazuFuyuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora