Siguiente destino: Georgia

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-¿En serio tenemos que irnos?- le pregunto a mi madre por cuarta vez-.
-Si hija, y cuando termines de meter todo en las cajas mételas en el coche.
Yo acepto, me subo a mi habitación y me pongo a recoger lo que me falta. Odio las mudanzas más que otra cosa en el mundo. Lo peor de todo es que soy consciente de todos los recuerdos que voy a perder. Como cuando decorábamos el jardín en halloween, todas las barbacoas que hacíamos en verano, cuando nos juntábamos todos para vernos en navidad. Solo de pensarlo me entran ganas de llorar, pero no puedo. Sé que no debo hacerlo. Mi madre está tan ilusionada con la mudanza que no se me ocurre decirle nada. Termino de recoger y bajo mis últimas cajas al coche. Mi madre y mi hermana ya estaban
sentadas. Mi relación con Susy es muy diferente a las demás. Desde que murió nuestro padre no ha vuelto a ser la misma de siempre. Ella siempre ha sido muy creativa, muy risueña, muy alegre, pero desde ese día no ha vuelto a ser la misma. Ya nos hemos puesto los cinturones y estamos listas para salir. Ya me he despedido de Andrew y Dana, así que no me queda nada por hacer aquí. Ellos han sido mi apoyo desde que tengo memoria. Siempre éramos nosotros tres, nuestras bromas, nuestros cotilleos. Todo eso iba a perderlo y sinceramente me costaba hacerme a la idea todavía. Dana era una chica morena, de pelo largo y ojos azules. Es decir todo lo contrario a mi. Sin embargo, Andrew tenía el pelo azul y verde y los ojos grises. Perderlos a ellos era lo que más me iba a costar, pero faltaba David. Él había sido mi pareja desde hace dos años, y si te digo la verdad no creo mucho en la relación a distancia. Cuando me doy cuenta, miro por la ventanilla y veo que hemos parado en una gasolinera. Ya llevamos seis horas de viaje. Solamente nos quedan unos veinte minutos para llegar. Me suelo enrollar bastante cuando hablo, por eso me dicen constantemente que soy muy pesada. Sé que queda poco pero me bajo del coche para estirar las piernas y cómo no me tropiezo.
-Joder- digo en voz demasiado alta.
-¿Estás bien?
-¿Y tú quién coño eres?- le respondo con un tono alarmado. En ese mismo instante me he dado cuenta que he sido una borde de mierda.-Perdón, no quería sonar tan desagradable, me llamo Charlotte-.
-¿Charlotte?, me gusta tu nombre. Yo soy Erik Murphy, pero todos mis amigos me llaman Murphy.
Entonces caigo en la cuenta de que es guapo, muy guapo. Supongo que tendrá unos diecisiete más o menos. Es alto, moreno, ojos azules. En resumen, amor a primera vista.

Tienes novio, ¿lo recuerdas?

Gracias conciencia por decirme algo que ya sé. Yo quiero mucho a David, aunque probablemente no nos vayamos a volver a ver. Cuando estuve en secundaria, tuve un amor platónico llamado Alexander. Él era el chico más popular y guapo del colegio. Estuvimos saliendo durante cinco meses pero lo dejamos. Después de cortar seguimos siendo amigos.Un día de la nada, se fue. No sé a dónde, ni cómo, pero lo hizo. Todavía sigo sin saber porque nos dejó a todos sin siquiera decirnos cuál sería su nuevo destino.

Creo que estás olvidando que tienes a un pibón delante de ti.

Mi conciencia tiene razón, estaba manteniendo una linda conversación con Murphy. Me ha parecido un chico muy agradable, teniendo en cuenta que lo conozco desde hace cinco minutos.
-¿A qué dirección vas Murphy?- le pregunto con una sonrisa un poco tímida.
-A Georgia- me dice, y de pronto mi sonrisa aumenta cada vez más.
-Mira tú que coincidencia, de hecho me mudo ahí- en este instante es cuando veo una gran sonrisa en su rostro. Entonces nos despedimos y cada uno se monta en su coche.
-¿Quién era ese eh?- me pregunta mi hermana con cara de interés.
-Un chico que he conocido ahora. Parece majo, y además también se dirige a Georgia.
Han pasado ya veinte minutos y paramos delante de una casa gigante.
-Y una mierda. Esto no es una casa, es una mansión- dice mi hermana Susy.
Yo sigo con la boca abierta. Mi hermana no se equivoca. ¡Esto es una jodida mansión! De pronto vemos a un coche aparcar delante de nuestra nueva vivienda.
-Me estás jodiendo, ¿verdad? Dime que no es quien creo que es- digo con un tono completamente sorprendido.
-Buenas tardes vecina- dice con bastante sarcasmo mientras se ríe.
No es quién estoy pensando ahora mismo, dime que no. Es Murphy. Sí, definitivamente es él...

Las tres reglas de nuestra amistadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora