DEBBIE
—No te olvides de hacer la caja antes de irte —dijo Jacob, el encargado del CVS mientras se dirigía hacia la puerta. Su voz resonó en la tienda vacía, rebotando en las estanterías llenas de productos que nadie parecía necesitar.
—Lo sé —respondí desde el mostrador, una pequeña isla en medio del mar de estantes.Jacob se detuvo en el umbral, como si acabara de recordar algo importante. Se giró hacia mí, y rodé los ojos, anticipando la próxima instrucción.
—Y, Debbie —dijo, estirando mi nombre con ese tono que solo los encargados saben usar—, asegúrate de darle las llaves a Mason cuando te vayas. No hagas como la última vez.
La última vez... Un error que todavía me perseguía. A mediados de junio, cuando apenas había comenzado a trabajar allí, cometí el error de llevarme las llaves del local a casa. La tienda nunca cerraba, pero en aquel llavero se encontraban las llaves de la trastienda, del almacén y los baños...
—Ya... —respondí, forzando una sonrisa. El recuerdo seguía siendo incómodo para mí.
En mi defensa, llevaba solo un fin de semana en el trabajo cuando ocurrió, y las normas del local aún eran un enigma para mí.
Definitivamente, no era el trabajo de verano de mis sueños. Había un McDonald's, un Burger King y un Dunkin' en cada esquina de la calle, y lugares donde había dejado mi currículum sin éxito. En el fondo, sabía que no merecía estar en ninguno de esos sitios. No fue hasta que el verano ya estaba en marcha cuando finalmente me digné a buscar empleo.
Las razones por las que tardé tanto en buscar trabajo y los motivos que me empujaron a hacerlo tenían nombres: mi padre, el dinero y la universidad. Lo único que tenía claro en ese momento era que necesitaba, con toda mi alma, volar de Hyannis.El lugar donde había pasado cada uno de mis días desde que tenía memoria. Hyannis, una villa costera de esas que parecen estar atrapadas en el tiempo. Aunque fuese la villa más grande del pueblo de Barnstable, tenía ese aire de comunidad cerrada, donde todos se conocen y las historias corren como el viento. El clima, aunque a veces impredecible, no era del todo malo; la brisa marina mantenía el ambiente fresco y el sol parecía brillar un poco más en verano.
"Halcones". Así nos llamábamos los nacidos y criados en Hyannis. El apodo surgió décadas atrás, cuando el pueblo se convirtió en un imán para los turistas durante el verano. Para nosotros, los locales, había algo casi sagrado en diferenciarnos de los que venían de paso. Fue entonces cuando alguien, con un ingenio digno de leyenda, decidió que los forasteros serían "Gorriones".El CVS era la tienda más antigua de la zona comercial, aunque no estaba en un rincón apartado, sino en el centro de la vida diaria, parecía una reliquia en un mundo que ya no necesitaba sus servicios. ¿Quién quería periódicos cuando la información estaba al alcance de un toque en el móvil? ¿Y medicinas en pleno verano, cuando la gente prefería disfrutar del sol? ¿Qué sentido tenía ofrecer alimentos para cocinar, cuando las franquicias de comida rápida estaban a la vuelta de la esquina?
No es que odiara trabajar allí; en realidad, el trabajo era tan escaso que mi mayor desafío era encontrar algo que hacer. El verdadero problema era el aburrimiento abrumador, el horario exasperante y el salario que apenas compensaba el tiempo perdido. Era un ciclo interminable de monotonía, y la sensación de desperdiciar mi tiempo se había convertido en una constante en mi vida.🪶
Aquella tarde prometía ser tan larga y aburrida como cualquiera de las que había vivido en el CVS. Pero el destino tenía otros planes para mí. De repente, un estruendo inesperado y ensordecedor sacudió el exterior.
Di un pequeño brinco y aparté la vista del móvil, dirigiendo mi atención hacia las cristaleras que daban a la calle. Un Torino rojo de tres puertas, un modelo de Ford tan antiguo como su desatinada entrada, había derrapado sobre el asfalto, dejando una marca imborrable en el pavimento.
Del interior del vehículo salió un joven con una presencia imposible de ignorar. Su piel bronceada, complexión atlética y cabello oscuro y despeinado parecían sacados de una película. No necesitaba mirar de cerca para reconocerlo. Era Oliver Warren.
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Hasta que el verano acabe ©
Teen FictionAquella tarde que prometía ser larga y aburrida, terminó con un giro inesperado y crucial. Quizás, el encuentro con Oliver Warren cambió el curso de mi vida. O quizás, solo me arrastró hacia el caos que lo seguía a él.