Tercera parte

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— ¡No! ¡Estás idiota, descerebrada, mal programada, estúpida y de todo si piensas que aceptaré!

¿Pero, cómo? No puedo creer que casi acepto, es que esto está mal. De cualquier lado que lo vea -y trato de no verlo por el que me gusta- esto no es correcto. O sea, no te puedes andar por la vida así, cogiendo con tus amigas. No, no puedes. Simplemente... ¡No puedes!

Jimin soltó un suspiro pausado y se dio media vuelta para dejarse tendida sobre el sofá de su sala de estar.

Claro, ignorando la gravedad de sus problemas y asumiendo que los demás tienen que cargar con el peso de ellos... Tal y como lo haría Julio César con Carlagreta.

Estúpido Julio César, estúpida Karina.

Tomé aire profundamente cuando ella desapareció de mi vista, dejándome ahí parada en la entrada como un estúpido saco en el perchero. Nunca he tenido un perchero ¿Por qué hago esa comparación? Como sea, soy un saco maltratado.

Piensa en algo, Minjeong. Piensa bien antes de que todo tu enojo se esfume, te sientas acongojada y termines sintiéndote como una niña tonta desilusionada. 

Rina y yo nunca fuimos el tipo de amigas que discutieran seriamente. Es decir, sí discutimos y es normal, aunque jamás fue al extremo de ser serio ¿Ahora se supone que estamos enojadas? ¿No es al revés? Se supone que primero te enojas y luego va el sexo, no el sexo y que luego te enojas por haberlo hecho. Es una lógica confusa.

¿Qué es lo que debería decir exactamente? ¿Qué pasa entre nosotras? ¿De verdad esto me tiene que tener tan angustiada como lo hace? ¡¿Por qué me pasan estas cosas?! ¡No puede ser tan mala mi suerte! Lo normal es reprobar, chocar el carro, olvidar ir por tu hermano menor al colegio, no sé, cosas comunes ¡No tener sexo con tu mejor amiga! No.

Siento como si hubiese hecho algo muy malo, tan malo, pero tan malo... Sin embargo, no sé por qué es malo, por qué lo hice, por qué si me gustó tanto no puedo sentirme de la misma forma ahora. 

— Winter... —La voz de Jimin viajó hasta mis oídos, profunda, seria y simplemente perfecta.

Escuchar mi nombre salir de sus labios jamás me había perturbado tanto. Me perturba porque me gusta cómo se escucha, me perturba porque no debería gustarme cómo suena mi nombre con la voz de mi mejor amiga, me perturba porque hace que recuerde lo que hicimos, su voz... Como cuando la escuché gimiendo mi nombre. 

¡Estúpido Julio César! Por hacerme sentir esto, eres un estúpido.

No obstante, probablemente esté insultándolo a él, ya que mi enorme y perjudicial orgullo se niega a aceptar la verdad de que, en realidad, la única estúpida aquí soy yo por estar tan enredada en pensamientos revoltosos y sintiéndome así... Uh, sí soy una estúpida.

— ¡Soy una estúpida! — Después de gritar mi innegable afirmación para que se escuchara por toda la casa, ignoré el llamado de Karina y me di la vuelta para caminar rápidamente hasta la puerta.

Tarde fue cuando me di cuenta de que el seguro multifuncional instalado en su casa era demasiada tecnología para mí. Oh, sí, olvidé este seguro, mi peor enemigo, el que nunca me deja salir de su casa, el que nunca he aprendido a abrir. Qué idiotez. 

Tal vez, si mi amiga no fuera sexomne y no hubiéramos tenido sexo, le hablaría para que gentilmente me abriera la puerta y me despidiera con un abrazo y un "hasta luego".

— No eres una estúpida...

Su voz a mi espalda interrumpió cualquier intento que yo hubiera tratado de hacer para forzar la puerta y salir huyendo como la cobarde que soy.

Parasomnia - WinrinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora