Parte única

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Steve miró como Thanos se deshacía entre una nube de polvo, derrotado y siendo condenado al mismo destino que él le dio al resto del mundo hace 5 años.

Estaba agotado y herido, se mantenía de pie únicamente por su deseo de luchar, de recuperar a su familia. Vio a Tony, a su Tony mostrar una vez más lo magnífico que era y ponerle final a esos años de terror. Habían ganado, Tony lo había hecho.

Cuando la felicidad empezaba a inundar, de pronto, los colores comenzaron a fallarle, parpadeaban entre tonalidades de grises y blancos, amenazando con desaparecer, y entonces recordó lo que las gemas le habían hecho a Hulk. Miró rápidamente hacia su esposo que yacía en el suelo, recostado entre los escombros y cuando lo miró a los ojos, lo supo. Tony le sonrió, sabiendo también lo que venía.

Steve corrió desesperado hacia él, jadeando y sobreponiéndose a los huesos rotos y las heridas, el aire le faltaba y el dolor que estaba sintiendo era peor que el físico. Se negaba a creerlo, a dejarlo ir.

No ahora que habían arreglado las cosas, no ahora que tenían su propio hogar, no ahora que tenían a Morgan y Harley esperando en casa, no ahora que habían recuperado a Peter.

No ahora que por fin serían una familia otra vez.

Se derrumbó a su lado, con las lágrimas y los grises inundando su mirada, lo tomó de la mano, buscando desesperado alguna forma de hacer que se quedara con él, alguna manera de que permaneciera a su lado.

—No, Tony, por favor... No ahora —sollozo, impotente, desdichado.

Con esfuerzo, Tony puso su mano en su mejilla, sin dejar de sonreírle. El también estaba llorando y apenas y podía distinguir el azul de los ojos Steve, su color favorito.

—Te amo —susurro, forzándose a sí mismo para no comenzar a toser sus intestinos.

De pronto, apareció Peter al lado de Steve, igual de alterado.

—Papá... —El nudo en su garganta le impedía hablar, dolía hasta respirar

Tony sonrió una última vez, su niño, su pequeño Peter. Cuánto había esperado este momento, el instante de volver a tenerlo entre sus brazos, volver a oír su voz, todo valía la pena si sabía que Steve y sus hijos ahora estaban juntos.

Suspiró, quejándose del escozor bajo su piel, le estaban arrancando la vida, se le iban los colores y por un momento, se permitió ser egoísta, de sollozar un poco ante el futuro que estaba perdiendo, por dejar a su alma gemela, por no ser capaz de ver a sus hijos crecer, por las mañanas que le faltaban despertando en los brazos de Steve, por la pequeña María, a la que habían ido a ver hace unos días al orfanato y habían decidido adoptarla.

Lloraba porque aunque había valido la pena, no se quería ir.

Pronunció, una última vez, lo mucho que los amaba y entre los brazos de su esposo y un último beso, Tony murió.

Y Steve gritó, gritó y se derrumbó entre el cuerpo de Tony. Habían ganado, pero el costo había sido alto, Thanos se había llevado su vida consigo, y ya no había nada que Steve pudiera hacer para cambiarlo. Ya no.

Ahora todo era gris una vez más.

El día que te perdíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora