La habitación estaba llena de gente y de conversaciones que se mezclaban con el sonido de la música y del tintineo de copas golpeándose de tanto en tanto. Las luces bajas de la fiesta provocaban un aura púrpura rodeando a todos los invitados, un aspecto etéreo, como un sueño borroso. O quizás no era el ambiente, ni las luces, ni los colores y todo estaba dentro de su cabeza.
Bakugou estaba a varios metros de él, escuetamente involucrado en una conversación con otras personas; pese a que se esforzaba por hacer que no se le notara, su atención estaba claramente dividida entre los héroes frente a él, y los ojos chispeantes de Kirishima.
Había un gentío en el que era fácil perderse, pero de alguna forma, ellos dos no se perdían nunca de vista.
La mirada de Bakugou sobre él era tan intensa que prácticamente le quemaba. El rubio bebió todo el contenido de su trago de un golpe, impaciente, mientras una gota se derramó y deslizó entre sus dedos. No rompió el contacto visual mientras reclinaba ligeramente su cabeza para lamer la gota que había escapado, limpiando su mano sin ningún otro propósito que ese. ¿O sí? Si es que había una intención sexual de por medio, quienes hablaban con Bakugou no habían notado nada.
Todo estaba borroso y Kirishima sintió su respiración agitarse un poco.
Eran los ojos de Bakugou. Entornados, apasionados, penetrantes, salvajes, mirándolo fijamente aun cuando respondía, de tanto en tanto, sobre lo que fuese que estuviera hablando con esos héroes. Mierda, la fiesta no había comenzado hacía mucho y ya quería volver a casa y hacerse cargo de Bakugou. Katsuki.
Nadie sabía sobre ellos y Kirishima estaba seguro de que eso estaba empeorando todo.
Había algo en ese juego de hacerlo a escondidas, del secreto. Bakugou tentaba peligrosamente a su suerte al mirarlo así. Podía ver desde donde se encontraba que sus pupilas rojas se habían dilatado hasta casi desaparecer, mirándolo exactamente de la misma manera en que lo hacía cuando se besaban, cuando lo desvestía, cuando se acostaban... Bueno, Bakugou lo estaba provocando desde el otro lado de la sala, al frente de toda esa gente que no sabía sobre ellos. Eso estaba claro.
Un escalofrío recorrió su espalda hasta provocar una ligera sacudida en la base de su cuello, como un maldito golpe eléctrico haciéndolo temblar. Como la electricidad que sentía, a veces, cuando Bakugou y él se tocaban. ¿O era solo él quien lo sentía? A veces se preguntaba si era solo él quien sentía todas esas reacciones en su cuerpo.
Era un poco como estar ebrio, pero Kirishima ni siquiera había bebido.
La habitación estaba medio desvanecida, los sonidos demasiado distantes y la silueta de Bakugou en ese traje le estaba haciendo cosas a su sanidad mental. El cuello de la camisa ligeramente abierto permitiéndole un vistazo a esa mandíbula marcada, su manzana de adán y a su garganta; había doblado sus mangas hacia atrás, sobre sus antebrazos, y eso ayudaba a que sus bíceps y las venas de sus brazos se marcaran con más facilidad; la camisa ceñida a su cuerpo perfecto, el mismo cuerpo que había sentido sudando sobre él, horas antes. Kirishima tenía que concentrarse en respirar, porque parecía que se le había olvidado cómo hacerlo.
Tragó saliva, intentando controlarse antes de que su cabeza siguiera deambulando. Su corazón latía tan fuerte y deprisa que le sorprendía no escucharlo, aun con la música del ambiente. Estaba empezando a sofocarse. Hacía demasiado calor y había demasiada humedad en ese lugar, ¿o era solo él?
El rubio no dejaba de mirarlo a la distancia, y en un movimiento que para el resto podía pasar completamente desapercibido, pasó su lengua por sus labios para mojarlos y lentamente, mordió su labio de abajo. Recordó la sensación de esa lengua en sus labios y sobre su cuerpo, torturándolo lentamente mientras baja por su torso, sus muslos, su sexo, y reprimió otro temblor.
A ese ritmo cualquiera iba a darse cuenta. Su cuerpo estaba empezando a reaccionar ante los recuerdos y las distintas sensaciones, y pronto no iba a poder esconderlo. Nunca dejaba de sorprenderle el poder que Bakugou tenía sobre él, la facilidad con la que podía arruinarlo desde el otro lado de la sala.
Y de pronto vio que el rubio caminó hacia él sin perder el contacto visual, decidido, pero no impaciente. Kirishima estaba demasiado ansioso como para evitar que su cuerpo se tensara ante el encuentro y el contacto. Un paso más cerca, acercándose hasta que el estuvo prácticamente encima de él.
- Baño. Ahora.
Los dos hombres se alejaron haciéndose paso entre la multitud indiferente que continuaba conversando, sin darse cuenta de que dos personas del gentío les seguían con la mirada, sin demasiado disimulo y con una expresión entretenida ante lo que veían.
- Y pensar que el par de idiotas de verdad cree que nadie se ha dado cuenta de que están tirando – le comentó Kaminari a Sero con una sonrisa en la cara.