Si digo soledad
Y mi poema no evoca
Los fatídicos vacíos trágicos
En nuestros adentros,
Es porque la inoportuna amante fiel
De homónimo nombre, no impera en nuestra existencia.
Si digo sueño
Y mi poema no adormece
El fatuo fuego que incendia
Aquel férvido pálpito que yace en el pecho,
Es porque el sopor no abruma la vigilia nocturna
Que prima la inspirada alma de un poeta.
Si digo nostalgia
Y mi poema no convoca
La compasión de la reminiscencia aciaga
Que sosiega el baldado corazón herido,
Es porque la retentiva desea olvidar
Aquel recuerdo que apuñala su alma.
Si digo tristeza
Y mi poema no propicia
El clamor sufriente del moribundo
El suplicio maldito del amante olvidado,
Es porque mi copla no hinca profundamente
Aquellos famélicos clavos de hiel.
Si digo amor
Y mi poema no motiva
El fulgor de los amantes furtivos
La remembranza de amores preteridos,
Es porque mi vocablo no es diestro
Y funesta es mi prosa.
Si digo poesía
Y mi poema no estremece
No traspasa el confín de la ambivalencia
Y la alexitimia prevalece en mi obra
Es porque la inspiración rescinde de mí.
La lírica debe ser forzada a largar poetas.