Capitulo 1.Cuando levanto la vista, el otro extremo de la mesa está vacío, soy la única en la cocina ahora, al parecer mi madre y mi hermana no han llegado. Reviso la hora en el reloj viejo que tenemos en la pared. Son las 8:33pm.
Paso por última vez el pedazo de tela gastado por la superficie de madera para luego dejarlo en el fregadero a mi lado. Suspiro, mañana le toca lo demás a mi hermana Sophie, ya la he ayudado fregar los trastes así que solo tendrá que limpiar la sala.
Salgo de la cocina y contemplo el lugar ya limpio y ordenado. Vivimos en un barrio bonito aunque nuestra casa es pequeña estamos a gusto. Tres habitaciones, dos baños, una cocina, la pequeña sala y tres personas.
Subo las escaleras hasta mi habitación que esta al final del pasillo junto al baño, las paredes son de un lila claro con fotos de nosotras con nuestra madre y una con... nuestro padre.
Me tumbo boca arriba en mi cama, estiro los dedos acariciando la funda azul eléctrico.
Mañana es martes, tengo que hacer la investigación de biología, estudiar para la prueba de matemática y terminar de leer "Romeo y Julieta" para literatura, y son las 8:57pm, mi madre no ha llegado y me tiene súper preocupada, ¡No tengo nada de tiempo!
Me incorporo al oír el golpe de la puerta al cerrarse, gracias a dios que ya llegaron.
Me coloco mis botas de lana que están al lado de mi cama y mi suéter azul con gris que hace juego con mi short gris, me amarro mi cabello en una cola y salgo disparada escaleras abajo.
Salto en el último escalón y llego corriendo hacia la entrada donde se encuentran las dos quitándose los mil abrigos que tenían encima, aquí en las noches hace un frio infernal.
-Hola Amber- me saluda Sophie dándome un gran abrazo, yo se lo correspondo y ella corre hacia las escaleras para entrar a la habitación, en frente mío está mi madre con la mirada gacha.
Me separo de Sophie y me quedo quieta observando a mi mamá con los brazos cruzados.
Sophie deja su mochila y sale corriendo hasta su habitación.
-¿Por qué llegaron tarde?- murmuro.
-Había trafico...- dice mi madre por lo bajo y se aleja para ir a la cocina.
-Mama...- digo frustrada, la persigo hasta la cocina a grandes zancadas.
-¿Qué quieres que te diga Amber?- dice mamá recostada del tope de la cocina sin mirarme la cara.
-Mama mirame...-le susurro, ella levanta la vista, sus ojos cristalizados me observan con vergüenza. Como siempre.
-Dime la verdad, te fuiste otra vez con algún tipo ¿cierto?- le digo acercándome lentamente.
Ella cierra los ojos con fuerza y niega repetidas veces.
-Amber...- trata de hablar pero yo la interrumpo.
-Amber nada, te fuiste y dejaste a Sophie...
-No- ella niega, llevándose las manos a los ojos secándose todas las lágrimas que comienzan a bajar por sus mejillas.
-La dejaste sola en el colegio, mientras que TÚ- recalco la palabra tú- estabas revolcándote con un hombre y me imagino que tiene todo el dinero asqueroso del mundo y te olvidaste de tu propia hija- le escupo.
-¡AMBER CALLATE!- Me grita pero sigo hablando, no me importa lo que ella diga.
-Por eso es que Guillermo nos dejó...
-AMBER NO.
-Sigues siendo una puta.
Ella se quedó en silencio, paralizada por un rato, hasta que estallo.
Levanto su mano con intensión de golpearme, pero no lo haría... ¿cierto?
Mi mejilla izquierda me ardía como los mil demonios, el golpe resonó en toda la habitación, mi cabeza repetía la imagen una y otra vez.
Mi mamá nunca me había golpeado.
Nunca.
Los ojos me ardieron y de repente toda la vergüenza y el dolor que tenía adentro salieron de golpe en forma de lágrimas.
Lloro en silencio, me enderezo y miro a mi "madre" con la cabeza en alto.
Jamás la perdonaría.
Ella negando con sus ojos rojos de tanto llorar trata de acariciarme el brazo arrepentida, se lo quito de golpe y doy media vuelta hacia la salida de la casa.
Tomo mi abrigo más grande y mis llaves de la casa dispuesta a irme lo más pronto de ahí.
En frente de mi casa hay un bosque, un bosque hermoso y frondoso, lleno de arboles gigantes de todas formas. Creo que el bosque fue el motivo por el que nos mudamos, a mi padre le encantaban... encantan los bosques.
Atravieso la calle y me adentro entre los árboles.
Mi hogar, mi hermana, mis recuerdos se van alejando a medida que camino, pero nada podrá reparar lo que mi madre ha hecho.
Pateo todas y cada una de las piedras que se van cruzando en mi camino, tiemblo de frio ya que tengo mis piernas desnudas gracias al short, me abrazo a mí misma y sigo caminando hasta mi destino.
Los patos mientras nadan hacen círculos en el agua con sus alas, los grillos se escuchan severamente, el lago ha sido y siempre será mi lugar favorito en todo el mundo, mi abuela me traía todos los días a darle de comer a los patos y a cantar, si, a cantar, mi abuela tenía una voz hermosa, normalmente cuando ella cantaba se acercaba una que otra persona a admirarla, eso siempre me causaba gracia.
Ahora este lugar es muy especial para mí ya que lo compartí con una de las pocas personas que amo.
El lago es gigante y rodeado de árboles hermosos, en verano todos estos árboles se llenan de flores, es espectacular.
Me siento en una banca a mi lado, subo las piernas hasta el pecho y me recuesto en el espaldar. El cielo está ya oscuro, lo único que alumbra el lugar son los faros alrededor del lago.
Como mi mama me pudo hacer eso, es que... nunca la creí capaz de hacerlo. Pobre Sophie, con lo que tendrá que lidiar de grande.
Sophie ha sufrido mucho a tan corta edad, ya a sus nueve años tuvo que lidiar con un divorcio, pero lo principal es que desde que nos dimos cuenta que Guillermo engañaba a mamá comenzaron las peleas y las salidas a escondidas de mama y es ella quien se las tiene que aguantar todos los malditos días.
Sin darme cuenta me limpio una lagrima que se escapó de mis ojos, y de pronto exploto, como una granada.
Todo lo que sale de mi boca son sollozos y cada vez que intento calmarme vuelvo a llorar como una niña pequeña.
Yo casi nunca lloro, no me gusta sentirme vulnerable, lo odio. Siento que la gente puede hacer lo que le dé la gana conmigo cuando estoy sensible.
Me recuesto en el banco con las piernas aun en el pecho muriéndome de frio.
Y llorando me quedo profundamente dormida en el banco del lago.