Que débiles somos cuando queremos tanto a alguien, dejamos ver nuestro lado más vulnerable y muchas veces hasta dejamos de ser nosotros. A mucha gente le aterra sufrir por un sentimiento o no recibir lo mismo devuelta. A mí me aterra perderme dentro de ella, perderme tanto que no sepa ni quien soy, me aterra darle tanto que le dé hasta mi ser, y lo peor no será eso, lo peor será que ella no hará lo mismo, lo peor será que ella no tendrá la culpa de todo lo que le daré.
Los valientes lo ven romántico, los cobardes como un suicidio, de todos modos, no importa, vivimos en un mundo escaso de guerreros dispuestos amar, ya que todos quieren recibir, pero nadie quiere dar, todos quieren cartas, pero nadie quiere escribir, todos quieren detalles, pero no hay quien los realice, todos quieren todo, pero no están dispuestos a dar nada.
Vivimos en una época donde el amor se juega de lejos, nadie quiere ensuciarse las manos ni los pies, nadie quiere salir herido, nadie quiere que lo lastimen, tan frágiles como una copa de cristal, pero entonces, ¿Cómo amarán? Pues sencillo, amarán con miedo, con desconfianza, con indiferencias, con heridas del pasado, con traumas, con miles de platos rotos, pero lo más triste es que ya no existe nadie quien repare esos platos, y a los que aún lo intentan, los rompen.