boy in luv

capítulo 1

Uno, dos, tres...
Ella perdió la cuenta de cuantos golpes estaba recibiendo. Su sentido decayó, sus ojos se cerraron y su cuerpo no respondió.

- Aún no es mi tiempo, aun debo ser feliz- entre todo el caos, lo único que pensaba Ale era el seguir viva, para después caer inconsciente.

2 a.m

Habían pasado horas desde lo sucedido, su padre la golpeó hasta cansarse, su madre como siempre solo lo apoyaba, sus razones para maltratar eran estúpidas, "eres fea, eres una gorda, no eres nuestra hija, tu color de piel es diferente al de nosotros, solo eres un estorbo", gracias a eso Ale sufrió  mucho de pequeña, pero ahora su visión de ella misma había cambiado, amándose completamente.

Su cuerpo  débil, lleno de moretones hace que a cualquiera le den ganas de meterla en un contenedor y protegerla siempre , como pudo se levanto y fue a su habitación, se sentó en el borde de su cama y sacó de un cajón un  botiquín de primeros auxilios, curó las pocas heridas abiertas, el contacto del alcohol con sus heridas hace que derrame lagrimas, en éste punto nose si sus  las lágrimas son por dolor o cansancio. Terminó de curar las heridas y se acostó sin poder mover su cuerpo más.

La luz del sol hizo que Ale despertara, habían pasado cuatro días, y las marcas en su cuerpo cada vez eran menos visibles. Se vistió para ir a trabajar, nerviosa salió de casa y fue a su lugar de trabajo, una librería.

-buenos días señor castro- saludó al anciano  con una sonrisa

- ¿lo hicieron de nuevo, verdad?- Ale asintio y bajó la cabeza en señal de disculpa - Ale te lo he dicho muchas veces,  no me importa que faltes, solo quiero que estés bien y el seguir ahí no es nada sano, solo te pido que pienses en mi propuesta
- asintió nuevamente,  sin antes decir un "gracias señor"  para continuar su trabajo

Ale conocío al señor castro hace unos meses, desde el inicio se mostró preocupado por ella, y le ofreció trabajar con el y su esposa, los dos la quieren como una hija, algo que ella agradece infinitamente, y hace que su corazón se sienta cálido ante las muestras de afecto.

Recibió, acomodó, empaquetó y cobró durante el día, el trabajar en una librería era el paraíso para ella, una gran fanática  y romántica de libros, aunque aveces su día termine cansado siempre se mantiene positiva.
La tarde- noche se hace presente y se prepara para salir del lugar, se despidió de sus jefes, y emprendió su camino a casa. Al salir pudo deleitarse con el frío y a la vez cálido anochecer, las familias abrigadas por el frío, las cafeterías llenas por el clima, los árboles moviendo sus ramas por el aire, simplemente, por una vez, se sintió en paz, en tranquilidad.

Al llegar a casa trató de no hacer ruido, procurando no encontrar a sus padres. Se dirijo a su habitación, tomó de su guardarropa unos pantalones y sudadera holgadas, se los colocó, tomó su celular y audífonos para luego salir de ahí.

Al llegar al parque, miró el cielo oscuro, inhaló profundamente  y empezó con su rutina, que solo es correr. El parque es muy grande y a mitad de la vuelta se detuvo a cambiar de música, al momento de levantar la vista, sus ojos vieron lo más fascinante que pudieron ver, un hombre asiático trotar, físicamente el hombre era perfecto; alto, marcado, cara bonita y piel perfecta, la ropa ceñida a su cuerpo le hacían ver que trabaja mucho mucho él, el hombre siguió su camino y Ale aún sentía sentía corazón latir.
La emoción que sentía era inexplicable, tomó asiento en un banco, y se detuvo a pensar si estaba en sus cinco sentidos.

- pero que mierd- susurro para sí, el hecho de ver a un asiático le emocionó y paralizó a la vez, tuvo suerte de no desmayarse y hacer el ridículo y como no si la cultura asiática es de sus favoritas - ya pasó Ale, no lo volverás a ver

- Luna por favor que vuelva a ver a ese hombre- suplicaba contradiciendose  mientras veía hacia el cielo. Por 30 minutos seguió recorriendo el parque pero no logró encontrarlo,  derrotada volvió a casa. Solo esperaba que al día siguiente pudiera volver a verlo.