Carta de amor

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Deseoso amor:

        ¿Por qué nos parecerá tan necesario el amor en nuestras vidas?, es algo que no entiendo, pero estoy deseando encontrar el amor verdadero, sentir entre mis brazos el calor de otro cuerpo humano, que no sea el que me pide aportando su dinero de antemano. Estoy cansada de dormir sola cada noche, y de seguir pensando que no voy a  corresponder a nadie. ¿Es cierto eso que dicen que cada persona tiene a alguien idóneo?, no sé, pero me encantaría encontrarla pronto, o ¿es que la encontraré cuando me queden pocos días de vida?, pero entonces, ¡qué desgraciado es el amor!, o mejor dicho, ¡qué desgraciada soy yo!

Hace tiempo que no pruebo el aroma de un dulce beso, desde mi querido y amado Armando, me siento muy sola cuando no estoy con alguien que me ama. Quiero encontrar a una persona que pueda hacerme sentir una mujer de nuevo, que me tape si tengo frío, que me acaricie cuando menos me lo espere, que me deleite con cada bella palabra que sale de su boca refiriéndose todas ellas a mí, como hacía él. Estoy cansada de que me usen para su propio beneficio por un puñado de francos.

Me cuesta bajar a la calle, veo esas felices parejas besándose en cada rincón, en cada banco, en cada portal que encuentran a su paso manifestando su amor allá donde van. Yo nunca lo he podido vivir de esa manera, siempre en habitaciones oscuras y mugrientas corrompidas por la avaricia y la hipocresía. Me he convertido en eso, un juguete de la burguesía que no puede optar al amor.

A veces, me quedo contemplando el cielo, le pregunto con la mirada a ver si me responde donde se encuentra el amor de mi vida. Él tiene que saberlo, es tan grande, y además es el mismo para todo el mundo, pues es el cielo el que nos ve a todos. Él tiene que saberlo, pero por mucho que le pregunté no me da respuesta alguna.

Es una sensación extraña esto de enamorarse, si estoy con esa persona que parece que empieza a llamarme la atención, eso que siento, es difícil de explicar, pero que cuando siento que me mira, me roza, o me sonríe, me siento a punto de explotar, como se suele decir: el vientre empieza a cosquillear, el corazón parece a punto de salir de su lugar, un calor comienza a subir por debajo de la ropa interior, y toda la cara tiende a arder. Como la primera vez que lo vi.

Me encantaría encontrar una respuesta, saber porque necesitamos tanto tener ese amor que todos deseamos. Aunque creo que me puedo hacer una pequeña idea. Todos queremos envejecer con alguien que nos cuide y que podamos cuidar. Alguien que nos haga compañía y que nos dé una satisfacción especial que llegue a relajarnos, a calmar nuestro apetito carnal. Necesitamos vivir con alguien que nos proteja y que nos entienda, con la que poder hablar cuando lo necesitemos, y con la que poder confiar.

Al escribir estas palabras sólo pienso en tenerlo cerca, lo cierto es que me siento necesitada, y me entristezco porque no lo puedo tener. Es cierto, envidio a todas esas parejas que van por la calle cogidas de la mano, ellas sí que parecen felices, entonces ¿sólo se es feliz si se tiene amor en la vida?

A veces pienso que el amor verdadero y duradero no existe, como el mío con Armando, sino mira a las parejas de la historia literaria y la real, no sé si será cierto o es que sólo nos quieren hacer ver que nunca llegaremos a ser realmente felices en el amor. Como esa bellísima y triste historia clásica de amor entre el incansable Romeo, siempre detrás de su amada, la dulce e inocente Julieta, la cual nunca había conocido el efecto del amor. Es una obra que manifiesta el perpetuo amor, que lo anteponen a todo lo demás, incluida la vida. También la novela, por excelencia, que tanto ha influido en nuestras vidas, pues se ha ido mencionando a lo largo del tiempo, incluso después de llevar más de cuatrocientos años publicada, como no recordarlo, el genuino y loco “caballero” Quijote, que se enamora de una dama imaginaria, Dulcinea, que nunca aparece, pero eso no quita que su cabeza no logre olvidarse de ella, es un amor puro, aunque nunca existió. O sino, para hablar de un amor real, podría mencionar a Juana, la cual se atrevieron a llamar loca, pero ¿quién no ha sentido celos alguna vez de su pareja?, sí, los celos son malos, pero ¿a cuantos nos tendrían que llamar locos, si ser celoso es una locura? Juana enamorada, locamente eso sí, de su querido Felipe, al cual llamaron Hermoso, de ahí la locura que dicen de doña Juana, pues ella sólo reclamaba lo que era suyo.

Todo son historias de amor, que a la larga no tienen futuro. ¿En eso consisten la relaciones?, Dios quiera que no. Si ya por quedarnos pensemos en las leyendas de los clásicos, ¿por qué no pensar en la guerra de Troya?, ¿cómo un amor verdadero puede crear una guerra? Aunque verdadero habría que estudiarlo, pues es Afrodita, según la leyenda, quién conjura, por así decirlo, a Helena de Esparta para que se enamore de Paris. Aunque el amor sea el triunfador en esta historia, y su romance sea perfecto, si Afrodita no se hubiera interpuesto, tal vez Helena no se hubiera enamorado de Paris.

Quien sabe, igual los escritores son los únicos que saben sobre el amor, pues siempre escriben sobre él. Y si es así, ¿cuál habrá sido el escritor que más entiende de esto?, ¿Shakespeare, Cervantes, Homero o tal vez sea Alexandre Dumas?

Aún con todo, lo importante es enamorarse, que parece lo más bonito de la vida, y de ahí que nazca otra nueva que tanto llena de alegría. Tal vez por eso quiera encontrar a alguien, pues de todos mis amantes aún no he podido encontrar al padre de mis hijos, excepto Armando. Aunque cada historia de amor tiene un final, positivamente diré que lo importante es cómo ha sido. Lo anhelo, porque hace tanto que estoy soltera que por mucho que digan que más vale estar sola que mal acompañada, yo no opino igual, porque esta soledad que me invade me da miedo. No quiero pasar el resto de mi corta vida sola.

Quisiera que me respondieras a mis preguntas, Don Amor. Y que me trajeras el amor a las puertas de casa, pero ya es tarde, la tos es tan intensa, los coágulos de  sangre llenan mi garganta y me ahogan, Armando no está y muero sola.

Esperando encontrarte, Marguerite.

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