LA OTRA REALIDAD

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Por:Ana Vor, Mariam y Cata.

Introducción.


Esta historia comienza el día de la fatídica junta directiva. Beatriz Pinzón Solano entregó a Armando a la junta, Marcela supo que era ella la mujer que lo estaba separando de Armando pero... Betty no se fue a Cartagena con Catalina Ángel. Se quedó en Bogotá llorando su desdicha...
Las cosas también hubiesen podido ocurrir así...

CAPÍTULO 1. ¿Pero qué le ocurre hoy, Beatriz?


¡Click! La puerta de madera se cerró por fin.

El cuerpo de Betty comenzó a temblar descontroladamente, al tiempo que un dolor desnudo ensombrecía su mirada. Débil, se tuvo que apoyar en la puerta para no caer al suelo. Un sollozo emergió entonces desde su garganta, y ella intentó reprimirlo... pero ya no tenía porqué hacerlo. Allí estaba segura. No tenía que fingir ante nadie, ni ningunos ojos, curiosos o malévolos, serían testigos de su dolor. Ese dolor que llevaba tanto tiempo reprimiendo, que incluso llegó a creer que era su compañero de viaje... Aquel viaje que comenzó cuando descubrió el engaño.

Las lágrimas empezaron a bajar por sus mejillas, y su respiración se agitó. Aún así, hizo un esfuerzo y caminó con precario equilibrio hasta la enorme cama, donde se desplomó sin ninguna ceremonia sobre la mullida y suave colcha de plumas. Las gafas se le clavaron en la nariz, pero no emitió ningún ruido. Parecía como si toda su energía se hubiera evaporado en un solo segundo. Intentó moverse, pero ninguna de sus extremidades le hizo caso. De nuevo los temblores... y frío. Un frío proveniente del vacío que sentía en su interior... en su alma.

Parpadeó, tratando de enfocar su vista, pero las lágrimas que ahora manaban como si fueran ríos no le dieron tregua. Tomó una enorme bocanada de aire, e intentó de nuevo moverse. Su cuerpo protestó, pero finalmente logró hacerse un ovillo y taparse en parte con la colcha. Emitió entonces un suspiro de cansancio por el esfuerzo realizado, y ya, más tranquila, cerró los ojos y dejó fluir libremente sus emociones. Finalmente ese era el motivo por el que ahora estaba allí... en una habitación de hotel... en Bogotá.

De repente el recuerdo de una preocupada Catalina Ángel pasó por su mente, y un resquicio de culpabilidad la asaltó. ¡Se había portado tan bien con ella..! y ella se lo había pagado negándose en el último momento a acompañarla a Cartagena. Pero Doña Catalina no se lo reprochó, tan comprensiva como siempre lo único que hizo fue darle un consejo.

Catalina: Está bien, no me acompañe, pero hágame un favor Betty, saque de su interior eso que la está ahogando... o más bien matando.

Betty abrió la boca para protestar, para mentir en realidad, pero la mirada que le dirigió la otra mujer hizo que volviera a cerrarla de nuevo.

Catalina: Vea, Betty, si quiere comenzar una nueva vida, tal como me dijo, y olvidar el pasado, tendrá que expulsar ese dolor... si no, nunca va a poder conseguirlo. Lo llevará como un lastre, y le impedirá seguir creciendo como ser humano.

Betty no le contestó, parecía una niña pequeña a la cual acaban de reprender, no sin razón. Se la veía tan desvalida e indefensa que Cata no pudo evitar sentir pena por ella. Decidió darle una pista del rumbo que debía seguir, en lugar de dejar que lo descubriera por ella misma. Esta vez se trataba de una emergencia.

Catalina: ¿Por qué no se toma el día de hoy para usted? –le preguntó con suavidad-. Ande, alquílese una habitación, o mejor, vaya a un hotel. Desahóguese, Betty. ¡Grite, llore, incluso aúlle si es necesario! Verá cómo mañana ya se siente mejor, y podrá empezar esa nueva vida que tanto parece ansiar.

Cata buscó con insistencia los ojos de Betty.

Catalina: ¿Me lo promete, Betty? ¿Promete al menos intentarlo?

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