Sean bienvenidos a esta gran obra mía titulada: Chica Helado. Ahora os explicaré un poco cómo fue la infancia de la protagonista y cómo ha ido creciendo hasta el momento dónde transcurre la historia, a una semana de cumplir los dieciocho años.
El nombre de nuestra querida protagonista es Clara Roser, hija única de los descarados señores Roser, dueños de una guardería infantil. Cuando Clara era pequeña sus padres estaban demasiado ocupados para ella, encargándose de otros niños, irónicamente. Su abuela era quien la cuidaba, pero falleció. Sus últimas palabras fueron:
Querida nieta mía, de verdad que no sé para qué están tus padres si no van a hacerse cargo de ti. En vez de eso, que la cuide la abuela, ¿no? Pero yo ya estoy demasiado mayor y enferma para cuidar de nadie. Ni siquiera me puedo valer por mí misma. Qué cruel... Vaya hijos de p...
Pero la abuela nunca llegó a acabar esa frase.
¿Hijos de...?, ¿hijos de qué, abuela? ¿... abuela?
Clara entonces era muy pequeña, pero no lo suficiente para no comprender qué acababa de pasar. Arrancó a llorar.
Pobrecita, la única persona que se preocupaba por ella en el mundo fallece ante sus pobres ojos... En fin, continuemos. Los padres de Clara, que son unos hijos de puta, llevaron a su hija a la guardería para qué empezará a aprender del negocio. A pesar de que solo tenía siete años, Clara ya trabajaba para sus padres en el lugar. De hecho, sus padres decidieron sacarla de la escuela para que se pudiera concentrar mejor en su cargo.
Cuando Clara cumplió trece años, les pidió a sus padres un favor. Bueno, más bien dos: que le comprasen un gato, al que quería nombrar Tosudita; y que le permitiesen ir al instituto.
—Papi, mami, como me he comportado y he trabajado bien todos estos años, me gustaría pediros una mascota —reclamó— Quiero un gatito, por favor.
Su padre asintió.
—Claro pequeña, pero, ¿eso no te despistaría del trabajo?
—No, papi. Al contrario, así tendré experiencia cuidando de alguien. ¡La cuidaré tan bien como la yaya me cuidó!
—Esa es mi hijita... —dijo conmovido— Pues, si no quieres nada más, iremos mañana a adoptar un gatito, ¿sí?
—Bueno...
—¿Quieres algo más...?
—Me gustaría ir al instituto...
El padre se llevó las manos a la cabeza, horrorizado por la idea.
—¿Al instituto? Pero, por qué querrías ir a ese sitio tan cruel y desagradable. Los adolescentes probablemente se meterían contigo, son unos bellacos, y perderías valiosas horas de trabajo...
—Papá, te lo suplico, quiero ir a hacer amigos y a aprender nuevas cosas, como todos los niños de mi edad
—Emm... ¿y si te compro dos gatitos?
—¡No!
—Uhm... Bueno, lo hablaré con tu madre, pero nada de volverte perezosa, eh.
—¡Gracias, papi!
La niña entendió eso como un sí y abrazó a su padre muy emocionada. Era una escena relativamente tierna. Entonces habló la madre desde la puerta de la cocina.
—Raúl, cariño, ¿puedes venir aquí un momento? Me gustaría hablar contigo en privado.
—Claro que sí, cariño