Por GUIOMAR Y CELIA
Pasaban de las seis de la tarde, cuando Betty salía de su oficina con intención de marchar para su casa, se sentía ofuscada, dolorida, y porqué no admitirlo, celosa de Alejandra...
Su cerebro le mandaba mensajes de lógico razonamiento, aquella mujer era verdaderamente especial, bella, inteligente, agradable y educada. En ningún momento había demostrado hacia Armando más que cortesía y amistad, era una buena opción para él. Saldría de la relación asfixiante y enfermiza que había tenido con Marcela Valencia, y podría recuperar el curso de su vida y ella a su vez, tendría la oportunidad de plantearse la posibilidad de un acercamiento a Michell.
A fin de cuentas ella no había conocido más hombre que Armando, porque el desastre con Miguel, fue un mal sueño sin apenas atisbos de realidad. Nunca se había dado la posibilidad de elegir, nada más entrar en Ecomoda, se encegueció con el Dr. Mendoza, y ya su vida no tuvo más horizonte, ni se permitió siquiera mirar hacia otro lado... colocó a su jefe en el centro de su corazón y de su vida y le levantó un altar, dónde secretamente lo veneraba.
Pero a la lógica de sus planteamientos, sus sentimientos se revelaban como un caballo desbocado, y le daban ganas de ir hasta el hotel de Alejandra y agarrarla por los pelos y gritarle, que ni se le ocurriera acercarse a su Armando, él era suyo y de nadie más, ni siquiera de Marcela Valencia...y si acaso, las únicas que tenían derecho a pelear por él eran ellas dos, y la maldita venezolana sobraba en aquella contienda.
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Ya estaba cerca del ascensor, cuando sus encontrados pensamientos fueron sorprendidos por un ¡vaya lo olvidé!, necesitaba unos documentos que mandó al Dr. Mendoza para que los firmara como representante legal de Ecomoda, y él no se los había devuelto. Si se marchaba sin ellos, tendría que pasar a la mañana siguiente por la oficina antes de ir a la cámara de comercio, para recogerlos y eso le haría perder tiempo y llegar tarde a la cita que tenía concertada con el médico.
Betty hacía semanas que no se encontraba demasiado bien, lo achacaba al stress del lanzamiento y a todos los problemas que había tenido antes y después de su regreso a la empresa, ahora que lo más fuerte había pasado se decidió a someterse a una revisión médica.
Giró sobre sí misma y se dirigió hacia la oficina que compartían Armando Mendoza y Mario Calderón, iba a entrar pensando en que no había nadie, con la intención de buscar aquellos papeles, cuando oyó la voz de Armando bastante alterado :
Armando.- ¡Ay ya Marcela, ya!...¿cómo tengo que hacer para que entiendas, que esto nuestro terminó hace mucho tiempo?. Marcela yo ya no te quiero como un hombre debe amar a su mujer, y no digas más tonterías...
Betty se fue a retirar avergonzada por escuchar tras de la puerta, ese era el oficio de Berta y no el suyo, pero la curiosidad le pudo y se quedó allí plantada, aguzando el oído. Escuchó la voz de Marcela, pero ella hablaba entre sollozos y con apenas un hilo de voz, así que no puedo entender lo que esta decía. No pudo evitar sobresaltarse cuando volvió a oir los gritos de Armando:
Armando.- ¡Un hijo Marcela, no hubiese arreglado lo nuestro, lo hubiese complicado aún más!, ya te dije en más de una ocasión que no quiero hijos....
Betty se retiró de la puerta, temerosa de que la fuesen a descubrir y pensativa con estas últimas palabras de Armando...¡él no quiere hijos!, Dios mío esto nos separa aún más.
Al retirarse no pudo escuchar a Armando terminar la frase, ya en un tono más sosegado:
Armando.- ..... no he querido hijos contigo Marcela, porque en el fondo de mi alma siempre he sabido que lo nuestro no funcionaría, siempre me cuidé contigo y con todas las mujeres que he estado para evitar una paternidad no deseada, bueno con todas excepto con... Marcela, aunque sea un malcriado y un neurótico, soy un hombre responsable y un hijo es algo muy serio, que se merece una familia estable, unos padres que se quieran, como los tuyos, como los míos...
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NI CONTIGO, NI SIN TI
RomanceHistoria de GUIOMAR Y CELIA, mi intención no es apropiarme de ésta obra ni de ninguna otra. Disfruten la lectura. Pasaban de las seis de la tarde, cuando Betty salía de su oficina con intención de marchar para su casa, se sentía ofuscada, dolorida...