Ahí estaba, viéndola a ella.
Su sonrisa radiante, su pelo sedoso, su cara perfecta, su cuerpo precioso, sus lindos labios, todo en ella era hermoso.
Y él quiso ser ella.
Se preguntó, ¿en qué había fallado todos esos años?
¿Que tenía ella que no tenía él?
Se dedicó a recordar lo que había vivido con el hombre de su vida hasta el momento.
Secundaria, donde se conocieron por primera vez, al inicio no se llevaron muy bien, pero con el tiempo se volvieron amigos inseparables.
Con el tiempo, el moreno comenzó a sentir algo más que una simple amistad por el Hatake.
Nunca se atrevió a decirle nada, porque para él era suficiente con la amistad del Hatake, para él cada risa, cada sonrisa, cada roce, cada palabra y cada muestra de cariño hacia su persona era perfecta cuando venían de el peliplata.
Y en esos momentos estaba deseando haber sido más egoísta, porque él debió haber buscado primero su propia felicidad.
Pero no podía, no cuando se trataba de él.
Y le resultaba gracioso, porque recordaba cuando en algún momento de aquella amistad ambos habían sentido algo más que amistad por el otro.
En algún momento habían tenido ese "algo" que ambos tanto anhelaban, besos cariñosos, abrazos, regalos, palabras llenas de amor, toques.
Todo lo normal en una relación.
El problema es que nunca se molestaron en ponerle una etiqueta a eso.
Y él fue feliz, se sentía lleno, se sentía amado.
Lastimosamente, su felicidad no duró para siempre.
Allí llegó ella, la chica que capturó el amor y los ojos de Kakashi más rápido de lo que él en algún momento lo pudo hacer.
Kakashi se alejó y él realmente no era nadie para reclamarle, solo era su simple mejor amigo, no quería sonar como un celoso que solo quiere a su amigo para él.
Y en esos momentos, se auto-regañó por no haberle reclamado.
Kakashi pasó de estar todo el rato con él, a estar todo el rato con ella.
Y le quemaba.
Le quemaba cada vez que los veía a ambos riéndose en los pasillos, verlos paseando, o simplemente comiendo.
Él quería ser ella.
Recordaba con claridad aquel día en el que Kakashi lo citó a su lugar especial.
Se emocionó y saltó de felicidad esa tarde.
Se arregló, porque él quería verse lindo para su mejor amigo.
Sintió algo derrumbarse dentro de él por las palabras dichas por el Hatake.
"-Creo que me gusta ella."
Y se culpó a sí mismo, por ser tan inocente como para pensar que el Hatake y él en algún momento tendrían más que una amistad.
Y esa tarde sintió que su garganta y sus ojos quemaban, quería llorar, quería gritar, quería hacer tantas cosas que no pudo hacer ninguna de ellas.
Y solamente lo felicitó.
Le dio al Hatake todo su apoyo, porque en esos momentos no podía ser egoísta, porque él quería la felicidad de el peliplata antes que la suya propia.
Era curioso, porque él y ella se volvieron amigos.
Él fue el amigo consejero y cupido de ambos, ambos se querían, y él no era capaz de arrebatarle la felicidad a ninguno de los dos.
Se volvieron pareja, fue un escándalo en la secundaria, el chico más atractivo y la chica más linda juntos.
La pareja perfecta.
Y él se deseaba ser ella.
Él quería ser la persona que tuviera esas miradas llenas de amor, esos besos dulces, esos regalos detallistas, esos abrazos con ternura.
Él quería ser el amor de Kakashi.
Y se lamentaba por no poder ser ella.
Los apoyó todo el tiempo, de la misma manera que a él le hubiera gustado que lo apoyaran si el Hatake y él fueran pareja.
Recobró el sentido a el presente y observó fijamente aquel altar.
Kakashi y ella estaban casándose, y el estaba en primera fila.
Quiso llorar, pero empezó a reír, porque le parecía menos doloroso reírse sin sentido que llorar por no tener el amor de aquel hombre.
Y empezó a reír mientras escuchaba los votos matrimoniales.
Tan llenos de amor que le quemaba, porque él pudo haber sido el primero, pero jamás sería el último.
Porque ella ocupó el lugar que fue de él en su mejor momento.
Finalmente vio cómo se besaron.
Oficialmente marido y mujer.
Y empezó a llorar.
Porque más que nunca en su vida, él quiso ser ella.