Prólogo.

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Recuerdo que dolía. Mirarle me dolía. Era el ser más hermoso que mis vacíos ojos habían contemplado jamás.

Pero hay leyes. Mi jefe no me deja salir de aquí, y joder, esto comienza a transformarse en una horrible agonía. Jamás entenderé por qué un ser como yo no puede hablar con un ser como Samuel. Sí, creo recordar que ese era su nombre. Solo pensarle hace que una sonrisa me ilumine. Maldita sea, le amo; el no poder verle me consume a un ritmo dolorosamente lento, y temo no poder seguir así mucho más.

Pero, empecemos correctamente.

Me llamo Gabriel, soy el arcángel de Dios, y me he enamorado de un ser humano.

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