Aburrido.
Esto era un maldito bodrio.
Pongámonos en situación. Martes, tercera hora de la mañana, justo antes del recreo. Supuestamente tenían Lengua con Manu (o El Hippie, apodado cariñosamente por sus alumnos), pero le había surgido una emergencia y se tuvo que ir (sin embargo, hay quien dice que fue a una manifestación para legalizar la marihuana...). Así que, en teoría, estaban siendo vigilados por una profesora que había salido de la nada y nadie conocía, pero que tenía cierta cara de harpía.
Mientras la sustituta veía gatitos en el facebook en su móvil (o televisor, por el tamaño), los compañeros de clase de Jaime ya estaban poniendo en práctica su deporte favorito: ¡el Tira-Compás! La delegada ya andaba organizando apuestas, y el de dos metros repetidor era el preferido para encestarlo en la papelera desde la pared.
¿Y por qué Jaime no está disfrutando de este sano y nada peligroso deporte? Bien, estaba cabreado porque la delegada le usurpó su puesto de organizador de apuestas. ¡Así no había quién cogiese dinero para después...! En fin.
Luego de que su torre de lápices se derrumbase, suspiró. Más que un suspiro, es un resoplido frustrado y medio cabreado. Empezó a mover la pierna derecha, como siguiendo el ritmo de una canción más rápida que Flash. En realidad, era su tic nervioso para indicar que quería que la clase acabase rápido. Miró al reloj de la pared; diez minutos era demasiado tiempo todavía.
Entonces, se fijó en la compañera de delante. Su melena castaña y con un intento de mechas californianas la tapaba como una capa. Sin embargo, estaba inclinada sobre algo. Jaime, que nunca le dirigió la palabra a María en su vida, ahora se moría de curiosidad por ella.
Se meció hacia la derecha, estirando el cuello para atisbar que era lo que hacía. Cuando se dio cuenta de lo que estaba haciendo, casi se mata del susto.
María estaba estudiando. Estudiando. Sí, sin hache y en gerundio.
No lograba leer el título del libro de texto, pero daba igual. Era una locura. Estudiar en hora libre. ¿Qué clase de extraterrestre sin sentido de la diversión era ella?
Decidió molestarla un rato.
-María. Maríaaaa -la llamó Jaime, estirando el brazo para darle con la punta del boli en la espalda.
-Dime -se dio la vuelta en su silla, con el brazo en el respaldo y el torso torcido.
-¿De verdad estás estudiando? -preguntó.
-Uh, claro -contestó, como si fuese obvio y con un ademán nervioso -Ya sabes, ese examen del... martes. De la semana que viene.
-¿De verdad estás estudiando? -reiteró, divertido.
-No -admitió -Tenía que mantener mi reputación de buena estudiante. ¿Tú qué haces?
-Morirme de asco -contestó cuando María posó sus ojos en los restos de su torre - ¿Y tú?
-Te lo acabo de decir.
-Ah, ya. Cierto, cierto.
Justo cuando creyó que la conversación murió, María se levantó y rodeó la silla con las piernas, dejando el respaldo en su pecho y estómago.
-Oye -llamó ella - ¿Cómo es que no participas en el deporte nacional de la clase?
-¿Nacional?
-Seh. Algún día seremos una república independiente -bromeó ella.
-¡Fuerza Clase! -proclamó -Bueno, pues... la delegada me ha robao el puesto de organizador de apuestas.
-¿En serio es por eso? -sus labios se curvaron de una manera irónica y burlesca, pero divertida. Casi coqueta, casi sugerente -Yo creo que es porque con esos bracitos no puedes ni levantar una goma.
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Hey, María, ¿Cómo te gustan los chicos?
HumorJaime estaba aburrido, muy, muy aburrido. Así que decide hablar con María, su compañera de delante, en esos diez minutos que quedaban de su hora libre? Pero, ¿quién le iba a decir a Jaime que diez minutos con su desconocida compañera iban a terminar...