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Años atrás.

- Zhongli- mire al hombre adulto frente a mi, un hombre de muchos más años de los que podía imaginar- Me lastimé de nuevo- le mostré mis manos, de las cuales sobre salían muchos cristales pequeños y finos, de colores hermosos

- Xiao- vino corriendo a mi encuentro mientras yo hacía todo lo posible por contener el llanto- Debemos conseguir que suprimas toda emoción antes de que te lastimes aún más- tomó mis manos y de alguna forma logro curar mis heridas y desaparecer aquellos cristales- Los colores de los cristales que salen de tus manos son hermosos, pero debe doler mucho- me miró y trato de sonreír para no llorar

- Estaré bien, gracias Zhongli- suspiré, yo tan solo tenía 10 años, aún me costaba mucho trabajo contener y desvanecer mis emociones, a veces olvidaba lo doloroso que puede ser el simple hecho de sentir algo

(...)


- Zhongli- lo miré- ¿Por qué te pareces a mi papá?-

Zhongli solo me observó sorprendido

- Sé que él murió hace mucho, cuando mamá enfermó, pero no entiendo cómo existes tú aquí-

- Es complicado de explicar, vengo de otro mundo, está mucho más haya de las estrellas y es muy difícil viajar a través de ellas, aquí existía yo como tu padre, en mi mundo existo como Arconte, como un dios- me sonrió

- ¿Un dios?- él solo asintió- Entonces, ¿Puedes traer de vuelta a mis padres? ¿Puedes curarlos y dejar que vivan conmigo? ¿O puedes llevarme con ellos?-

Zhongli, o Morax, como suele decirle Venti, me miró triste, una mirada que pocas veces había visto, la misma mirada de mi madre poco antes de fallecer, poco antes de que pequeños cristales finos y de hermosos colores adornarán su blanca piel, junto con el color rojo vivo de su sangre, mirada que tenía mi padre cuando vio morir a mi madre y cuando fui a verlo al hospital, segundos antes de morir por un choque séptico que le ocasionó una herida mal atendida en su pecho, consecuencia de una operación que tuvo para retirar 6 pedazos de cristales alrededor de su corazón, mirada que nadie más podía dirigir a mi, a nadie, porque eso significaba una sentencia de muerte.

Por años odie a Zhongli, lo envidiaba, envidiaba esa despreocupación a reír, a llorar, a amar, a sentir, quería vivir como él, sin tener que contener todo lo que sentía, sin tener que mantenerme siempre en calma, sin tener que sentir dolor por las miles de heridas que me hacía solo por llorar.

Pensé que lo tenía controlado, cuando cumplí 17 años, dejé de relacionarme con la gente, ví a todos mis amigos morir frente a mi, mientras reían o mientras lloraban la muerte de alguien amado, mientras yo estaba ahí, inalterable, completamente sereno y en calma, aún sabiendo que el día de mañana podría morir por un leve descuido, las emociones eran un arma mucho más mortal y letal que cualquier otra cosa, muchos asesinatos se llevaron a cabo produciendo cualquier tipo de emoción fuerte a la víctima, usualmente eran enojo, celos o miedo, por el color de los cristales podíamos saber cuál y que tan fuerte era la emoción que causaba la muerte.

Actualmente existen muchas personas que pueden sentir lo que sea, que no tienen que reprimir y deshacerse de sus emociones al cien porciento, pero no todos pueden, son casos raros y esporádicos, tienen menos probabilidades de morir, pero eso no quiere decir que no vaya a pasarles tarde o temprano, por otro lado están las personas como yo, que no podemos darnos el lujo de sentir nada menos que calma y un absoluto nada, porque la más leve alteración produce miles de cristales finos y de colores muy vivos, curiosamente personas iguales a mí no abundan por el alto índice de mortalidad que conlleva la mutación de la enfermedad que llevamos, los cristales que salen de mi cuerpo son más finos que los normales, siendo aún más peligrosos, pues pueden viajar por la sangre y herir gravemente muchos órganos, necesitamos suprimir por completo lo que sentimos, existen muchas intervenciones que retiran esos cristales, pero al ser más finos, es más difícil siquiera verlos, por eso Zhongli se ha encargado de cuidar de mi desde que mis padres murieron.

Me negué muchas veces a corresponder los sentimientos de la gente que gustaba de mi, porque sabía que si algo salía mal, me culparían de todos modos, entonces prefería que me culparán por no corresponderles a qué me culparán por hacerles amar.

Poco a poco me quedé solo, pero esa soledad era extrañamente reconfortante, porque no tenía que ser tan precavido con mis palabras, con mis acciones, estaba aún más tranquilo ahora que estaba solo, porque con Zhongli podía hablar lo que quisiera, sin miedo a que cualquiera de mis palabras le provocará la muerte.

Sin embargo, esta realidad fría y cruel, puede ser aún más dolorosa de vivir, cuando lo conocí entendí a mi padre y lo poco que le importaban las heridas que le provocaba reír o amar, lo poco que le importaba morir, porque se sentía pleno y a salvo.

- Hola- sonrió- ¿Te llamas Xiao- verdad? Me llamo Aether- su cabello rubio y largo adornaba delicadamente su rostro

[...]

CristalizaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora