Única Parte

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¿Alguna vez has pensado en cuál es el dolor más terrible que has experimentado? Desde hacía casi un año me habían diagnosticado una enfermedad que me había consumido por dentro, me había impedido hacer las cosas con normalidad y me había quitado el poco de esperanza que me quedaba. Ese era mi dolor más terrible.

Cáncer pulmonar, recuerdo cuando escuché el diagnóstico un fatídico día de marzo. No debería ser un diagnóstico sorpresivo para un fumador, pero siempre es algo que te destruye un poco. Te deja de rodillas. Débil. Indefenso. Te hace preguntarte si pudiste hacer más. Si tan solo no hubieras probado lo que después se vuelve tu forma de vivir, ¿las cosas serían distintas?

La respuesta para mi siempre fue un rotundo sí. Si tan solo no hubiera comenzado a fumar, tal vez no habría tenido que mirar a mi doctor—el señor Ramírez—un lunes en la mañana mientras revisaba mis exámenes con tristeza en el rostro.

—Reborn... —comenzó e intenté detenerlo de inmediato.

—Es malo, lo sé. Siempre lo es.

Su mirada de lástima me hizo que me encorvara un poco más. Una máscara de falsa indiferencia en mi rostro. Pensaba que si actuaba como si no me importara, en algún momento dejaría de importarme de verdad. Dejaría de sentir como si la vida se me escapara cada día.

Estaba equivocado. No importaba cuánto fingía, aún me costaba respirar. Aquello era un recordatorio constante de que no había nada que hacer.

—El cáncer aún no se ha propagado lo suficiente para hacer imposible una cirugía, Reborn. Se que te parece algo estúpido, pero si le das una oportunidad...

—No. He dicho que no. Es demasiado dinero. Y si el mundo quiere que me muera —dije de forma ácida y me puse de pie—, pues que me jodan. Así es la vida, ¿no?

El doctor suspiró y asintió. Sabía lo difícil que era tratar conmigo, y el doctor Ramírez ya había intentado convencerme muchas veces. Sus intentos eran inútiles y yo era muy terco.

Me recetó mis medicinas normales para bajar aunque sea un poco mis dolores y dificultades para respirar antes de la próxima quimioterapia y me despidió al pie de la puerta de su consultorio.

—Deberías pensarlo. Tienes mucho por que vivir.

—Tenga una buena tarde, doctor Ramírez —Me límite a contestar y camine lejos del lugar.

Odiaba ser tan pesimista. Pero no quedaba en verdad nada que hacer. Mis amigos, Momon y Violeta, habían intentado de todo. Si ellos no podían regresarme lo que era reír genuinamente, respirar el aire puro de la vegetación o sentirme liberado, ¿quién más podría? El viejo yo había muerto meses atrás, el día en el que me detectaron esa mierda de enfermedad.

Mi mirada estaba pegada en el suelo cuando algo cayó frente a mi. Era una carpeta no muy grande con lo que parecían fotos. Me apresuré a levantarla y entregársela a quien la había tirado accidentalmente. Un chico de cabello castaño.

—Creo que esto es tuyo —mencioné en voz baja. Mi voz estaba más rasposa todo el tiempo ahora y no me gustaba hablar alto por esa misma razón.

El chico sonrió con preocupación, revisó el contenido de la carpeta con rapidez y asintió.

—Gracias. Tengo la cabeza en otro sitio, mis manos no ayudan —dijo y rió suavemente mientras ponía la carpeta bajo su brazo.

—No hay de que...

—Auron —completó por mi. Yo sonreí un poco.

—No hay de que Auron. Nos vemos luego.

Y sin decir nada más me fui, confundido por mis palabras. ¿Nos vemos luego? Era extraño, pues estaba seguro que no nos veríamos de nuevo. Además de que habíamos estado en un hospital, era un poco insensible.

See You Later, Reb [Rebornplay]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora