Capítulo dos

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Me encuentro de nuevo entre cuatro paredes blancas. El recubrimiento es de un material especial y acolchado, el suelo está cubierto de la misma forma. La habitación carece de acceso a ventanas y muebles. Lo que no falta son cámaras de seguridad, estoy completamente vigilada.

Su objetivo es no concederme la oportunidad de ocasionar daños.

Siento que cada segundo que transcurre es una tortura. Pocos serían capaces de soportar este encierro, ademas, de lo sofocante que es tener sobre ti una camisa de fuerza que te inmoviliza por completo.

Me tratan como loca. Puede que si esté algo jodida de la cabeza, pero... pero nada. Me vale tres cominos si estoy desquiciada o no. Voy a salir de aquí, cueste lo que cueste.

Por otro lado, debo admitir que causa algo de gracia todas las molestias que se están tomando para tratar de-segun sus propias palabras-domar al mounstro.

No tenia ni idea que matar a sangre fría y manipular a todo el mundo a mi conveniencia me convierte en un moustro. Quizás en alguien sin escrúpulos, ¿pero un moustro?

Puff, no aguantan nada...

Pasan horas y horas. Sigo en la misma posición, sentada en el centro de la habitación. No grito, no suplico, ni me muevo siquiera.

Encontrarme en esta odisea atrae a mi cabeza amargos recuerdos.


*Flashback*

-¡QUÉDATE CALLADA O LO LAMENTARAS!

Aylen esta muy pequeña para recibir esa clase de reprimenda. Tiene tan solo 8 años, aún no comprende del todo ciertas cosas, le tocó aprender a las malas a obedecer sin rechistar. La sumisión es casi imposible para ella, detesta acatar normas.

Espera pacientemente a que su padre salga de la pequeña habitación donde constantemente la encierra. Es tan diminuta que siente que cada segundo que pasa se agota el aire.

Procede a hacer lo mismo de siempre, sentarse en el suelo,
Juntar las rodillas contra su pecho, y apoyar su cabeza entre sus piernas.

En el horrible lugar logra escuchar los gritos de agonía de su madre. ¿Acaso esto es normal?, se pregunta así misma.

Percibir sus fuertes suplicas no le causan ningún tipo de malestar. Sin embargo, tampoco una grata sensación .

Desde que tiene uso de razón, Aylen recuerda a Jhon -su padre- como un hombre violento y sin cruel que le satisface el dolor ajeno. Todo empeoró al pasar de los años.

Es obvio la forma en que Jhon se aprovecha del amor que su esposa siente por el.

Ese amor enfermizo que mentalmente afecta a la niña.

Transcurren alrededor de 5 horas antes que su padre se acuerde de la existencia de la pequeña. Ella sigue sin moverse en el estrecho cuarto.

Aylen percibe la pesadez en su cabeza. Tiene mucha sed, su garganta esta seca y rasposa. Estar tanto tiempo encerrada de esa forma es un infierno.

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⏰ Última actualización: Feb 12, 2022 ⏰

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