Mɪ Nᴜᴇᴠᴏ Aᴍᴏʀ

ℂᎯℙíTUℒᎾ 1

Era de madrugada, otro día no tan hermoso pero si lo suficientemente para agradecer un día más de vida junto a su esposa la cual, no estaba.

—¿Cariño?. —habló curioso, el sueño le estaba venciendo pero, apesar de estar agotado, quería dedicarle tiempo a su mujer. Pasaba la mayor parte del tiempo en el trabajo, a veces es bueno aspirar a mucho teniendo poco y, ahora de nada le sirve tener demasiado si no puede disfrutarlo.

—Oh, Cariño. —a la habitación entró una joven pelirosa, con el desayuno en manos— Deberías estar descansando... —se acercó a su marido y le dió un cálido beso en los labios.

—Si debería pero, —se levantó para quedar sentado en la cama— quiero dedicarte tiempo. Se que estos últimos seis meces no te he dado la atención o el tiempo que mereces pero, el trabajo no me lo permite. —dijo con la voz decaída.

—Tranquilo amor —volvió a besarlo—, se que no es fácil para ti pero, yo prometí que estaría contigo en las buenas y en las malas —habló con dulzura y apoyo—. Ahora desayuna antes que se enfríe.

Un buen empleo con un sueldo bien pagado, una bella y gentil esposa, una gran casa y su propio departamento ¿Qué más podría pedir? hijos quizá, pero Sakura aún no estaba lista y él, como el buen esposo que es, respetaría la decisión de Sakura.

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Namikaze Naruto, ¿Aceptas a Haruno Sakura cómo tú futura esposa, para cuidarla en la salud y la enfermedad, para amarla y respetarla hasta que la muerte los separe?

—Acepto.

Haruno Sakura, ¿Aceptas a Namikaze Naruto  cómo tu futuro esposo, para cuidarlo en la salud y la enfermedad, para amarlo y respetarlo hasta que la muerte los separe?

—Estaré contigo en las buenas y en las malas, Acepto.
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Si, ese recuerdo aún le aliviaba los dolores de cabeza causados por el estrés, ser jefe de empresa no es sencillo como lo pintó cuando era un niño de cinco años. Esas bellas palabras aún le aceleraban el corazón, se habían casado desde muy jóvenes pero tanto ahorrar por doce años le sirvió de algo, tener grandes haspiraciones desde pequeño, tener la certesa, la confianza y las ganas de ser alguien en la vida, todos esos sentimientos eran más fuertes que él pero, ningún sentimiento superaba a el amor por su esposa. Llevaban seis meces casados y todo parecía un cuento de hadas, tales como los que Sakura solía contarle de niños, todo siempre terminaba en un “... Y fueron felices por siempre”.

En conclusión, estaban viendo sus sueños. Ese pequeño cuento que aún seguían escribiendo.