Capitulo 1: Labios con Sabor a Azucar

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Cyrene

Un giro, luego otro de esa botella, un juego infantil que aun ahora disfrutábamos jugar luego de que esa misma botella de Whisky se quedó por completo vacía. De lado mío tenía a Diana y al frente a Carlos, un joven que estaba dispuesto a ponerme los retos o hacerme las preguntas más vergonzosas que se le pudiesen ocurrir a un virgen como él. Yo estaba dispuesta a mantener mi fama de osada y atrevida; estaba dispuesta a no olvidar jamás ésta noche.

La música me hacía danzar del torso para arriba, alzar mis brazos mientras unos ligeros mareos recorren mi cabeza y veo como Carlos, luego de introducir su lengua en la oreja de su mejor amigo, se toma otro shot o, como los más adultos lo llaman: "Caballito de tequila".

Pasaron un par de giros y preguntas más antes de que Carlos pudiese desquitarse de mí, seguramente estaba odiando el sabor a cerilla en la boca. Finalmente, luego de que lo pensara por casi un minuto, se decidió a pedirme una confesión frente a todos en la sala de "Lalo", nuestro siempre dispuesto anfitrión.

Me puse de pie, tomé el par de tragos que tenía listos para envalentonarme, caminé como pude, esquivando a los invitados de los que me advertía mi desorientada conciencia. Diana trató de detenerme, no quería que hablase; no era de gran cosa lo que confesaría, pero para ella parecía ser el fin del mundo. Era momento de que se pusiera los pantalones tanto como yo y aceptara las cosas, que todos lo supieran; por suerte el alcohol en el organismo de mi amiga la desinhiben, permitiendo que me acerque sin más impedimento al micrófono del karaoque. Un par de novios que cantaban a dueto se enfurecieron luego de que pauso su terrible interpretación que, en vez de ser romántica, resultaba graciosa y bochornosa.

–A ver, ¿Me dan su atención? –Exclamé a través de las bocinas de la rocola y sujetándome de la misma para mantenerme derecha. – ¡Diana y yo nos hemos besado a escondidas de su novio!

Diana no tardó en bajar la mirada y esconderse, agradeciendo de que no muchos de los presentes la conocían. Luego vi a Jorge, tenía esa mirada repleta de celos en su rostro y enfado hacía su novia, pero no era quien para celarla. Mi confesión no parecía ir bien para mi amiga, pues Jorge comenzó a recriminarle a gritos, opacando el ambiente en apenas algunos segundos.

–¡Oye, imbécil...! –Espeté en el micrófono, atrayendo su atención y parando la discusión. –¿Quieres que les muestre a todos aquí los doce imponentes centímetros que le compartiste a la mejor a miga de tu novia? Ósea yo. –Añadí, señalándome con picardía.

Las risas se hicieron entre los que me escuchaban atentamente, incluso en aquellos que fingían no hacerlo, hasta yo me carcajeaba de verle esa mirada avergonzada, temerosa e hipócrita de "tan correcto muchacho". Él se me acercó, sabía lo mala copa que solía ser ese hombre, como también sabía el lio en el que me estaba metiendo al burlarme del hijo del director de uno de los más costosos colegios privados en Guadalajara.

Debía pensar en algo rápido para que los invitados recordasen que no estábamos en un programa de chismes dirigido por mí, sino en el cumpleaños número diez y nueve del amigo de todos: "El gran Lalo".

Tomé la botella de tequila que tenía a lado, la alcé. "Fondo, fondo...", comenzaron a gritar quienes me veían y a sujetar lo que sea que tuviesen para beber con ellos; eso incluía a Diana, quien ahora me veía orgullosa de haber evidenciado como infiel a su novio.

Vertí tanto licor como pude a través de la garganta, sin darle oportunidad a mis papilas de disgustar el sabor. Me detuve, pues la celebración aun no terminaba y todavía tenía que soportar algunas horas de pie...debía seguir medianamente consciente.

Aprendiendo a Vivir de lo LimitadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora