Capítulo 1: Encuentro

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«Mi nombre es _____ Myrah Ollivander, y sí, soy pariente del famoso fabricante de varitas Garrick Ollivander, que es mi abuelo. Él me crió desde que perdí a mis padres un año después de nacer, y es la única familia que me queda.»

31 de agosto

-¡Está bien, no pasa nada, mi niña!

El señor Ollivander pensó que sería mejor mantener la calma, ya que luego de probar muchas veces aún no encontraba la varita indicada para su nieta.

-Tranquilo, abuelo -dijo ella-. No es necesario ocuparse de eso ahora mismo. ¿Por qué no probamos más tarde? Debemos estar al pendiente de la tienda, ya que como mañana empezamos los de primero en Hogwarts hoy vienen muchos a comprar sus varitas.

-¡De ninguna forma te quedarás sin varita, _____! -respondió el abuelo firmemente, pero de la nada pareció ocurrírsele algo-. ¡Un momento! ¿Y si...?

Dejó de hablar y, con un aire pensativo, se dirigió a una de las numerosas estanterías repletas hasta el tope de cajitas alargadas y estrechas que contenían una varita cada una, y se puso a buscar. Solo tuvo que pasar un minuto para que por fin diese con una caja gris envuelta en un listón negro, de la que sacó una varita que a la niña no le costó nada reconocer.

-Núcleo de piedra lunar, madera de sauce, 21 centímetros, bonita y ligera, ni muy rígida ni muy flexible -recitó y observó embelesada el menudo pero majestuoso artefacto que yacía en manos del señor Ollivander.

¿Y cómo no iba a sabérselo de memoria, si fue ella misma quien lo fabricó?

-Sí, podría funcionar -dijo Garrick con cierto entusiasmo, y le entregó la varita mágica a su nieta.

Con solo agitarla un par de veces _____ fue rodeada por una luz acogedora a la vista. El cabello le ondeó con suavidad, a pesar de que no corría ni un soplo de viento. Había elegido la varita indicada. O más bien, y en palabras más veraces, la varita la había elegido a ella.

Fue entonces que se oyó el tintineo de la puerta de la tienda al abrirse, mas la pelirroja alcanzó a escuchar a su abuelo murmurando quién sabe qué. A la tienda había entrado un chico pelinegro, como de la edad de _____, que traía puestos unos anteojos redondos y cuyos ojos eran verdes.

El muchacho miró a su alrededor sin encontrar dependiente alguno, cuando del fondo de la tienda salió _____ a recibirlo. El muchacho la observó. Era bajita, de ojos azules y cabello rojo ondulado, parecido al color de un fuego muy avivado.

-¡Hola! -saludó _____-. ¿Primer año, no?

-Eh..., sí -contestó el chico, con timidez-. ¿Es aquí donde venden varitas mágicas?

-¡Sí, es aquí! -replicó la niña con alegría-. Normalmente es mi abuelo Garrick quien atiende a los clientes, pero no viene mal echarle una mano de vez en cuando.

-Ah, está bien entonces.

_____ pareció a punto de decirle algo, pero se detuvo. Entrecerró los ojos, como sospechando algo, y se acercó más al niño.

-Un segundo -dijo, y con la mano apartó el flequillo de su interlocutor, haciéndolo sentir algo nervioso. En su frente se alzaba una cicatriz de rayo, y al verla _____ la sonrisa se le borró del rostro. Lo miró a los ojos con tristeza- ¿Tú eres Harry Potter, verdad?

Años atrás...

Era ya tarde en la noche cuando Garrick se encontraba sentado en la orilla de la cama de su nieta, tratando de que se durmiera -sin mucho éxito, por lo que veía- con las anécdotas de sus viajes en busca de materiales para fabricar varitas.

_____ Ollivander y La Piedra Filosofal (Harry Potter y Tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora