Juguete para gatos

25 3 0
                                    


La ventana del auto del señor Martínez está permanentemente semiabierta. Yo aprovecho esa oportunidad todas las noches para dormir en su auto. Tengo una cama en el cuarto de Emily, acogedora y moderna, pero prefiero el asiento del auto. Es más como para mi cuerpo grisáceo.


Mi nombre es Mirabella y soy una gata que vive en una convencional familia de clase media alta. Junto conmigo, envuelto entre mis patas y aplastado por mi panza se encuentra un conejo rosado de peluche.

Ese fue mi primer regalo. Mi primera posesión material. Lo llevo conmigo a todas partes (Excepto a la caja de arena), me ha acompañado en los dos años que llevo viviendo en esta casa, hizo que mi estancia fuera mucho más placentera de lo que ya es.

Me puse a lamer si cabeza con mi lengua rugosa y a acurrucarme mucho más en su suave cuerpo de conejo. Ronroneaba cada vez que lo hacía. Estoy tan apegada con este payaso que, simplemente, no podría dormir si no lo tengo a mi lado.

Justo cuando había conciliado el sueño escucho unos pasos, fuertes e inconfundibles. Era el señor Carlos Martínez, la cabeza de familia. Se dirigió a su auto.
Es hora de volver a la cama de antes.

Eso me hubiera gustado decir. Así me hubiera ahorrado tantos problemas y una experiencia cercana a la muerte. Pero no fue así. El señor Martínez fue mucho más rápido. Abrió. Entró y encendió el auto. El motor se puso a rugir y las ruedas entraron en movimiento.

Supongo que, adonde sea que vaya a las dos de la mañana, tendré que acompañarlo.

El señor Martínez no fue a su gata gris en el asiento trasero. Hice todo lo posible para mantenerme oculta, abrazando con más fuerza a mi conejo. Jamás había salido tan lejos de mí casa.

Cuando digo que jamás había salido tan lejos de mí casa lo digo muy en serio porque el señor Martínez condujo por una hora.

- Ya era hora de que llegaras. - dijo una voz femenina que no pude reconocer.

Me escondí debajo del asiento para que nadie se diera cuenta. Maldita sea. Maldita sea. Maldita sea. Mi amo está teniendo una aventura. Es un padre de dos hijos con un carajo.

Antes de dejarla entrar a su auto mi amo sacó una máscara de uno de los compartimientos de su auto. Era una máscara gris con unos ojos enormes y caricaturescos. Salió del auto con un estuche. Seguramente hay condones, muchos de ellos, de todos los colores y todos los sabores.

- Que máscara tan simpática. - dijo la mujer entre risas.

- Quiero permanecer oculto.- respondió mi amo. Se tomó eso de mantenerse oculto de modo muy serio porque alteró su voz de tal forma que me fue imposible distinguirlo.

Le abrió la puerta a la mujer. Era una mujer de vestido corto y ajustado. Apenas le cubrían los muslos. Era un vestido tan ajustado que convertía su trasero en una manzana muy madura. De esas que te hacen decir: ¡Que buena cosecha! Su rostro estaba cubierto de maquillaje, en esfuerzo por aparentar que tiene diez años menos de los que realmente tiene. Pero no puede engañar la mirada de un gato.

- Te ves igual que en tu perfil.

- Me gustaría poder decir lo mismo.- Dijo la mujer con una expresión pícara en su rostro. Acarició el borde de la máscara.

El señor Martínez se quitó la máscara revelando unos ojos que no eran suyos y una barba que no tenía esta mañana.

- Te ves mucho más guapo que en tu perfil. Mira que a mí no me gusta el vello facial, pero contigo haré una excepción.

Juguete para gatosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora