iv. Lo que sé que tú quieres

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De aquí en adelante, los capítulos van a ser completamente nuevos.

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Había sido una pregunta inocente. De eso estaba seguro el exterminador... Lo que se le vino a la cabeza después de la respuesta que obtuvo, no lo era tanto.

Al parecer no era tan diferente a su padre como pensaba, y eso le asustaba de sobremanera.

El sol ya estaba por meterse cuando llegaron a su destino. Hisui levantó la cortina de la entrada de su hogar y se puso a un lado para dejarla pasar primero.

Sus ojos color índigo la seguían en lo que ella entraba y se paraba en medio de su casa. Su vista se veía perdida pero consiente; si no la hubiera visto en el estado en el que la encontró minutos antes, juraría que estaba sobria.

Tragó grueso y rápido volteó a los lados, rezando a Buddha que nadie halla visto a su compañera entrar a su casa; después de los rumores de su supuesta relación con Setsuna, lo último que quería era uno que ensuciara la reputación de ambos.

—¿No piensas pasar? —Escuchó que le preguntó.

—¡S- si!

Con los nervios en la punta de la lengua, Hisui entró a su casa y dejó caer la cortina; sus nervios eran tantos que se dio cuenta que no podía mirarla, por lo cual solo se limitó a dejar el Hiraikotsu recargado en la pared y darle la espalda a su compañera.

Sus latidos empezaron a acelerarse cuando el sonido de su amiga quitándose lo que sospechaba era su armadura, llegó a sus oídos.

¿Enserio estaba apunto de suceder lo que se estaba imaginando?

Suspiró pesado por la nariz para seguidamente copiar a su acompañante y empezar a despojarse de su propia armadura, empezando por la hombrera izquierda. Sus manos le sudaban y los nervios hacían que estas se entorpecieran.

Se sentía nervioso; su corazón le palpitaba a mil por hora y trataba de borrar las imágenes incriminatorias que pasaban por su mente. Un contraste a la intocable serenidad de su amiga.

Estaba seguro que su corazón se le había parado cuando de repente Setsuna tomó una de sus manos y delicadamente la retiró de su hombrera para desamarrarla ella misma, y después dejarla caer al suelo.

Por más que su cabeza le gritaba que se moviera, que la detuviera; se quedó quieto, sintiendo escalofríos que las manos de esta le brindaban y dejando que Setsuna trabajara en quitarle su armadura.

Setsuna le estaba ayudando a desvestirse, y Hisui permanecía helado en su lugar sin moverse.

No tardó en escuchar la hombrera del lado derecho caer al piso también. Sin darse cuenta, había dejado de respirar, esperando con anticipación lo que pudiera pasar después.

¿Acaso era miedo lo que sentía?

Dudoso, volteó hacia la mitad demonio y se dio cuenta que efectivamente había regresado al centro de la choza; que efectivamente se había quitado su armadura que ahora yacía ordenado en una esquina; que al igual que su cabello ahora estaba suelto y caía con fluides por su espalda, su mokomoko estaba siendo acogido entre sus manos.

La vista le parecía tierna. En especial con la poca luz que había adentro ahora que la noche ya estaba presente.

No supo cuánto tiempo se le quedó mirando hasta que un cambio abrupto le sacó de sí, e hizo llamar a su compañera mientras que veía como el cabello de esta crecía hasta los suelos en cuestión de segundos.

Eso... ya lo había visto antes. Ante esa realización, por instinto, giró su cabeza hacia la ventana más cercana para ver hacia fuera y comprobar que lo que pensaba era cierto.

Un camino para dosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora