II: Enemigo

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Resultó ser que Seung-wan tenía un encanto indescriptible como profesora. Sus alumnos, desde los más pequeños hasta los más grandes, parecían tenerle una gran estima. Joo-hyun pudo corroborarlo cuando cada estudiante que se encontraban en el trayecto que recorrían juntas para salir de la escuela se despedía de ellas, dedicándole una mirada especial a la maestra de cabello castaño.

—Sabes que si tu popularidad sigue escalando Kang-abonim va a tener más razones para implorar que te cases con su nieto, ¿no?—le comentó, de manera juguetona.

Seung-wan frunció el ceño, mirándola como si lo que dijera no tuviera sentido. Faltaba una semana para las vacaciones de verano, y aunque la energía dentro de la ciudad se veía perturbada por una densa aura de desolación, parecían aún existir pequeños puntos de luz, momentos contados dentro de sus días donde se podía respirar alegría.

Ambas caminaron hacia el centro de la ciudad, en dirección a la carnicería del anciano Kang. Él y su esposa las invitaron a cenar, alegando que Seung-wan ya llevaba demasiado tiempo sin compartir con ellos y que Joo-hyun necesitaba comenzar a salir más.

—¿Cuánto tiempo llevan casados Kang abonim y Yoo omonim?—preguntó Seung-wan, repentinamente curiosa.

Joo-hyun exhaló sonoramente, intentando hacer una estimación mental.

—No recuerdo exactamente el año de su boda, pero estoy segura de que son más de cincuenta años.

La otra dejó escapar un sonido de sorpresa, intentando visualizar la magnitud de esos años. Joo-hyun la observó, mientras seguían caminando parsimoniosamente, notando que su mente parecía divagar lejos de la realidad. Permanecieron en silencio, Joo-hyun optando por esperar a que su acompañante hablara, sin sentirse incómoda por la momentánea falta de palabras entre ambas.

Los silencios no se sentían incómodos con Seung-wan.

—¿Alguna vez lo has imaginado, unnie?—soltó de repente, con sus ojos más brillantes— ¿Cómo se sentirá pasar el resto de tu vida con alguien?

La de cabellos azabache sintió que su corazón dio un salto. Eran extrañas las ocasiones en que Seung-wan le hacía preguntas más personales, ya que prefería hacerla reír para distender el ambiente u olvidar la tristeza que a veces estaba adherida a las personas en Daegu. Además, siempre notó que Joo-hyun no disfrutaba particularmente de hablar sobre ella misma. No sabía el porqué, e intentaba frenarse cuando la necesidad imperiosa de preguntar aparecía.

Esta vez, no fue así.

—Yo... no lo sé—contestó Joo-hyun, nerviosa—. El amor... parece ser una cosa tan frágil. Como si lo rodearas con la palma de tus manos y estuvieran constantemente empujándote para que caiga al piso y se haga pedazos frente a ti—pasó la mano por su cuello, desviando la mirada hacia el suelo.

Seung-wan se detuvo. Joo-hyun frunció el ceño, volteándose para encontrarse con el brillo inocente de su mirada, su semblante dubitativo.

—Unnie...—comenzó, su voz suave alterando la mente de Joo-hyun—¿Te has enamorado alguna vez?

La mente de Joo-hyun se quedó en blanco. Por acto reflejo, enarcó sus cejas e intentó mostrar una sonrisa, la cual acabó siendo una mueca. Se giró y comenzó a caminar de manera acelerada hacia la carnicería, la cual estaba a tres calles de distancia. Seung-wan se quedó estática ante la reacción, y cuando pudo reaccionar, una gran sonrisa comenzó a dibujarse en su cara.

No tardó en alcanzar a Joo-hyun y seguirle el paso.

—Unnie—la llamó, pareciendo estar muy entretenida de repente—, ¿te puse nerviosa?

Joo-hyun bufó, su ceño fruncido y su vista clavada al frente.

—¡No me ignores!—demandó Seung-wan, sintiendo que la otra había acelerado más la velocidad de sus pisadas— ¿De verdad logré ponerte nerviosa?—parecía estar cuestionándose más a sí misma que a su acompañante.

—¡Yiah!—se quejó, sintiendo el calor acumulándose en sus mejillas—Si sigues molestándome voy a pedirle a Omonim el cuchillo que usa para cortar la carne de vaca.

Seung-wan comenzó a reírse, y aunque Joo-hyun se esmeró en parecer ofuscada, no tardó en soltar sus propias carcajadas. Se sentía ligera, como si volviera a ser una niña que apenas recordaba la existencia de la maldad ya que, en realidad, vivir era fácil.

Y le gustaba esa sensación.

Estaban a punto de llegar a la carnicería, y Joo-hyun se detuvo, su expresión llenándose de sorpresa.

—¿Jun-myeon oppa?—soltó, y Seung-wan siguió su mirada para encontrarse con un hombre joven, que no era demasiado alto, su cabello oscuro peinado ligeramente hacia atrás y el semblante serio.

La expresión del aludido se suavizó al reconocer a la persona frente a él, y Joo-hyun hizo una reverencia que Seung-wan no tardó en imitar, notando cómo una sonrisa cariñosa se instalaba en el rostro de la contraria.

Pese a que ambos se enfrascaron en una conversación amigable, cargada de nostalgia, Seung-wan no pudo evitar notar que algo cambió en el ambiente. Mientras Joo-hyun hablaba sobre las pocas y felices novedades que habían ocurrido en la ciudad (Seung-wan alcanzó a oír que la mencionó entre ellas), vio cómo algunas de las personas que transitaban por el concurrido lugar le dirigían miradas llenas de recelo al joven frente a ellas. En un primer momento, pensó que quizás lo estaba imaginando, pero cuando un anciano que caminaba cerca de ellas miró al joven sin disimulo, negando con la cabeza, expresión amargada tatuada en la cara, se volvió muy claro.

No lo querían ahí.

La conversación se vio interrumpida por el sonido de una campana, y todos miraron hacia el lugar de donde provino para encontrarse con el anciano Kang, que estaba apoyado contra la puerta de la carnicería, sus brazos cruzados y la expresión severa que tenía le puso los pelos de punta a Seung-wan.

Todos hicieron una reverencia pronunciada hacia el anciano y Seung-wan contempló al joven, quien permaneció inclinado por más tiempo, como si deseara dejar en claro el gran respeto que sentía por el mayor.

—Abonim—dijo, su voz cordial—, espero que todo esté marchando bien en el negocio y que tú y omonim se encuentren bien de salud.

El anciano chistó, sin siquiera molestarse en responder. Jun-myeon asintió para sí mismo y se giró hacia ellas, disculpándose por haberles causado incomodidad y anunció que se iba. Después de inclinarse, ambas vieron cómo el joven volvió a hacer una reverencia hacia el mayor al pasar por su lado, éste manteniendo sus ojos fríos sobre él hasta que se perdió entre el flujo de gente.

—¿Se van a quedar ahí todo el día?—inquirió el anciano, volviendo a mirarlas— ¡Vengan, vengan!—les ordenó, abriendo la puerta de la carnicería y llamándolas con la mano.

Joo-hyun sonrió, todavía algo nerviosa, y Seung-wan, aturdida por el encuentro que acababan de tener, mantuvo su mirada fija en la mayor mientras caminaban para entrar al negocio.

Joo-hyun sintió los ojos inquisitivos sobre ella, demandando una explicación a lo ocurrido, a lo que respondió articulando una palabra con sus labios.

Luego.

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⏰ Última actualización: Feb 07, 2022 ⏰

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