Parte única

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La madrugada era pacífica...

Carecía de cualquier ruido que consiguiera perturbar sus sueños, y eso le agradaba. Tras un día agobiante, unas horas de sosiego era lo que exigía para renovarse.

Sin embargo, dicha particularidad no pareció presentarse en esa noche, dado que percibió unos golpes que provenían de la puerta de su habitación. Eran ligeros, se reproducían a un ritmo pausado.

Suavemente, Mirabel se sentó y dirigió su mirada a la puerta. Ella podría hacerle caso a su subconsciente, quien le mencionaba que lo mejor era ignorar el hecho y seguir durmiendo; pero la curiosidad era mayor.

Abandonó la comodidad de su cama y a paso lento, iba aproximándose hacia el objetivo. Al permanecer frente a la manija de cobre, procedió a girarla y luego empujarla con cautela.

Para sorpresa de ella, el autor del sonido era su tío.

Él exteriorizaba un semblante ansioso y demacrado. De manera temblorosa, frotaba sus manos entre sí. Ella pudo reconocer las características al instante; el pelinegro quería hablarle, pero no sabía cómo hacerlo. Pese a que transcurrieron tres años desde su regreso, aún le parecía complicado expresarle sus verdaderos sentimientos.

Mirabel lo sabía.

—¿Tío Bruno? ¿Qué ocurre? —preguntó con delicadeza. Deseaba transmitirle tranquilidad, pues consideraba el esfuerzo que estaba aplicando para situarse a su delante.

—Yo... Yo necesito hablar contigo —susurró—. Sé que no es la hora adecuada, pero no puedo continuar así.

—Tranquilo. Pasa —respondió. Se situó a un lado con la intención de despejarle el camino al otro.

Bruno se adentró lentamente; antes de empezar a hablar, se ubicó en el centro de su habitación y le dirigió la mirada. En aquel segundo, los ojos de ambos se volvieron a conectar después de un largo tiempo.

—¡Agh! —gruñó—. Desconozco por dónde iniciar... Qué patético.

—Si te sientes indeciso, recuerda que tenemos toda la noche —comentó con diversión.

—Cierto —afirmó en compañía de una pequeña sonrisa. Ella anheló que la expresión perdurara en el rostro de Bruno, sin embargo, no ocurrió así. Él borró su sonrisa al minuto y la transformó en una mueca de tristeza—. Lo siento mucho.

—¿Por qué te disculpas?

—Creo que... comprendes el motivo de mi visita.

—Mantengo una hipótesis, mas no sé si es la correcta. Últimamente, tus pensamientos son un misterio para mí —caminó rumbo al mayor y se colocó a unos insignificantes centímetros del cuerpo ajeno—. ¿No lo crees?

—No —pretendió acariciarle su mejilla, pero ella se lo impidió por medio de un pequeño golpe— Mira...

—¿Por qué te alejaste de mí? —indagó. Esa pregunta anduvo mortificándola a partir de que Bruno situó una severa e indescifrable distancia entre los dos. Él no le comentó nada en relación con su alejamiento, por lo que codiciaba una respuesta sincera, y aquel momento figuraba ser el indicado—. Desde el inicio de nuestra relación, prometiste que no te apartarías de mí. ¿Tus palabras fueron falsas?... ¿Nunca me amaste?

—¡Te amo! Por eso lo hice —marchó en dirección a la cama y procedió a tomar asiento. Bruno ocultaría su rostro entre sus manos y posteriormente seguiría con la conversación—. A medida que florecía la relación, me sentía muy dichoso. Ignoras lo feliz que me hiciste, mi mariposa... Pero recientemente había reflexionado sobre algunos temas.

Abrázame fuerte (Encanto)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora