Amelia

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Amelia contempló una vez más su elegante reflejo, tomando aire para que sus doncellas pudieran ajustar aún más el corsé. Analizó despacio los plieges del hermoso vestido que le habían elegido para la ocasión, una prenda de color malva oscuro que la hacía ver aún más hermosa de lo que ya era. Con casi 18 años, la princesa Amelia era la mayor de las hijas del rey Abel, y, a opinión de muchos, la más hermosa de las cuatro. Sus grandes ojos dorados eran enmarcados por unos suaves rizos rubios que llegaban hasta la altura de su cintura, y sus rasgos suaves le daban un aire aniñado que resultaba extremadamente agradable para quien la contemplara. Acorde con su físico, la futura reina era caracterizada por su personalidad dócil y amable, razón por la cuál sus padres y toda la corte real le profesaban un gran cariño y admiración. A diferencia de Amelia, sus hermanas (Aurora, Elízabeth y Clara) eran a menudo reprendidas por su padre por sus constantes desacatos a las órdenes reales y por su tendencia a meterse en problemas.

Amelia volvió a suspirar y se alejó de su espejo, despidiéndose de su reflejo en silencio, para dirigirse al salón del palacio real. La habitación estaba a rebosar de invitados de alta alcurnia, hermosa y cuidadamente arreglados, con sus peinados, trajes y vestidos completamente perfectos. La joven contempló la escena un segundo desde lo alto de la escalera, visualizando toda aquella perfección como si fuera un sueño hecho realidad, un paraíso de excelencia y sofisticación del que nunca querría salir. Incluso en lo más profundo de su alma, no deseaba nada más que esta vida, no soñaba con ninguna otra cosa que no fuera convertirse en reina, y aquello la hacía sentir segura, pues sabía perfectamente dónde había estado y a dónde se dirigía. Sin embargo, la idea de casarse... sacudió la cabeza, volviendo a la realidad cuando León, el posible futuro esposo de su hermana Clara, le hizo una seña desde el final de la escalera y le tendió educadamente la mano para ayudarla a bajar.

-Buenas noches, mi alteza- saludó el joven con una sonrisa socarrona, haciendo una pequeña reverencia

-Porfavor León, te he dicho miles de veces que me trates por mi nombre- se rió Amelia, empujando suavemente el hombro de su compañero.

-No puedo referirme de una manera tan informal a nuestra futura reina

-Seré reina en varios años más- refutó la joven, frunciendo las cejas mientras sonreía- así que será mejor que te acostumbres a tratarme por mi nombre

El resto de la velada, Amelia se mantuvo cercana a León, riéndo y hablando con aquel amable jovencito mientras el resto de los invitados disfrutaban de la música y de la comida. Si bien la princesa llevaba toda su vida viviendo en aquel palacio y conocía cada rincón del reino, no contaba con algún amigo para alegrarle sus largos días luego de los estudios, excepto quizá con León, aunque consideraba a éste como el futuro esposo de su hermana, por lo que no era realmente y únicamente su amigo. Elízabeth, a diferencia de su hermana, siempre había hablado de casarse, desde el preciso instante en que conoció a aquel jovencito, hijo de unos nobles amigos de sus padres. A sus cortos quince años, Beth, como le llamaba su familia, era una jovencita alocada y enamoradiza, en la cuál recaían pocas responsabilidades. A pesar de esto, siempre había soñado con casarse y tener hijos, vida que sus padres alentaban, pues era lo esperado para una mujer durante aquella época. Amelia no estaba tan segura de querer aquella vida. Nunca lo había comentado en voz alta, pero por la noche, cuando todo estaba ocuro y en un pacífico silencio, su imaginación la llevaba a verse a si misma ocupando el espacio que hoy era de su padre, honrándolo y cumpliendo con todas aquellas responsabilidades que habían recaído sobre ella nada más nacer. Y se veía sola. No quería casarse, al menos aún no, pues nunca había llegado a experimentar el amor romántico hacia alguien. Pero sabía también que no le quedaba mucho tiempo. En apenas dos semanas cumpliría los 18 años, edad en la que debía contraer matrimonio con algún joven noble que sus padres aprobaran, para luego convertirse en reyes juntos y tener hijos a los cuáles legarles el trono. La idea mareaba a Amelia, aunque sabía que era lo que todos esperaban de ella, por lo que tendría que cumplir tarde o temprano con su obligación.

Apenas el banquete empezó a declinar y los invitados a irse, la joven decidió marcharse a su habitación, en dónde un par de doncellas apenas unos años mayor que ella la desvistieron y le ayudaron a deshacer las trenzas que llevaba en el cabello. Al terminar se retiraron silenciosamente de la habitación y la dejaron sola con sus pensamientos. Intentó deshacerse en vano de sus preocupaciones acerca de cómo lograría afrontar el asunto de su inminente boda con algún joven de la corte. Los pensamientos no la dejaron dormir hasta muy entrada la noche, cuando todo estaba en penumbra y el silencio envolvía el castillo, lo que le dió una sensación de paz, condujéndola lentamente a un sueño tranquilo.

Lo que Amelia no sabía, es que en menos de una semana una princesa pelirroja proveniente del otro lado de las montañas estaba a punto de  cambiar su vida entera.

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nota de la autora: los primeros capítulos serán algo cortos, pero se irán haciendo más largos con el tiempo!! muchas gracias por leer, si me dejan un comentario y votan me ayudaría bastante💛

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⏰ Última actualización: Feb 08, 2022 ⏰

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