El Pozo de los Deseos

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¡ Feliz Cumpleaños, Langa!

Historia alternativa.

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Decían las gentes del lugar que si acudías en una noche de luna llena al pozo de los deseos cuando cambia el día y echabas una moneda pidiendo aquello que más anhelas, el espíritu que habita el agua de las profundidades te concede tu deseo.

Si además era el día de tu cumpleaños, se cumplía esa misma noche.

Aquella leyenda se la contó el padre de Langa de pequeñito y él lo creyó firmemente y con tanto entusiasmo que pidió ir una y otra vez a visitar ese pozo. Su madre le aseguró que estaba en un sitio muy peligroso en mitad de las montañas, mientras pegaba con suavidad un cachete a su padre y este se reía.

Langa se quedó tan decepcionado que se puso a llorar a lágrima viva y solo se calmó tras su padre cogerle en brazos y hacerle muchos mimos.

—¿Pero, qué querías tú pedir al pozo, campeón? —le preguntó su padre cuando Langa parecía más tranquilo.

—Que tú seas por siempre mi amigo.

Aquello hizo soltar una gran carcajada a Oliver.

Años más tarde, averiguó Langa la verdad.

El pozo realmente nunca estuvo en mitad de las montañas de Canadá, le explicó su madre ,cuando él recordó aquella anécdota, mientras metían las ropas que su padre nunca más usaría, en bolsas para entregarlas a la beneficencia.

—¿No existe el pozo? —se asombró Langa tanto que se le desparramó el montón que estaba ordenando de jerseys sobre la cama que ahora era solo de su madre.

—No aquí en Canadá —precisó su madre con una de las pocas sonrisas que había mostrado desde que sucediese aquel gran cambio en sus vidas —. Ese pozo existe donde yo nací, en Okinawa.

Se agachó al lado de él y le ayudó a recoger los jerseys.

—¿Tú fuiste a ese pozo? —le preguntó Langa muy intrigado.

Su madre asintió con la cabeza.

—¿Y qué pediste? —fue directo Langa. Nanako se rió.

—Nunca debes preguntar sobre los deseos de otros, ni tampoco decirlos, o no se cumplirán, cielo.

Su madre tenía razón y Langa se disculpó bastante abochornado. Ella le acarició la mejilla con ternura.

—Pedí nunca sentirme sola y no lo estoy.

Langa sintió que las lágrimas querían resbalar de sus ojos, pero, como la tristeza profunda le había enseñado a hacer, pudo contenerlas.

—Mamá, ¿puedo quedarme este jersey de papá?

En sus manos tenía el claro con cuello de pico y rayas. Era el que Langa le había regalado las pasadas navidades y solo pudo llevar Oliver una vez.

Los ojos de su madre brillaron con dolor, que enseguida fue dominado por la ternura.

—Claro, Langa, por supuesto.

Pasaron los días, la casa fue vaciada y los equipajes embarcados en un avión rumbo a Japón.

En mitad de aquel caos, llegó la noche anterior al día de su cumpleaños. Su madre había pedido el día libre en el hospital para pasarlo con él, pero para esto tuvo que meter guardia esa noche.

Una circunstancia muy conveniente para el plan de Langa.

A los diez minutos de irse su madre, Langa bajó a la calle, desencadenó la motocicleta que ella había comprado de segunda mano para ayudarle en su búsqueda de empleo y, tras marcar su destino en el programa de mapas de su móvil, emprendió su camino.

El Pozo de los Deseos. Sk8 the Infinity. Oneshot.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora