𝐂𝐎𝐋𝐎𝐑𝐄𝐒

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«Eres el color más vivo en el lienzo de mi alma.»

Todas las tardes después de terminar sus tareas, Jungkook y Yoongi se encontraban en aquél lugar dónde vieron el ocaso por primera vez.

Cada vez que se veían, surgía más afinidad entre ellos. Deseaban compartir más tiempo juntos pero conocían la imposibilidad, no podían arriesgarse más.

Un día en el que estaban hablando bajo la sombra del árbol, Yoongi empujó a Jungkook en medio de un jugueteo, el noble cayó hacia atrás impactando con la corteza del árbol y ésta se quebró.

Así encontraron su nuevo escondite. 

El interior del gran árbol era lo suficientemente amplio para que los dos entraran cómodamente, fue un gran trabajo limpiar y encontrar una manera adecuada para ocultar la entrada. Tras intentar varias formas, Yoongi la cubrió con enredaderas, arbustos y la naturaleza se encargó del resto.

Se veían satisfechos en el exterior pero en el fondo ambos estaban bastante tristes; ellos no querían esconderse como un par de ladrones, sin embargo, no había que ser muy inteligente ni preguntar si el otro estaba de acuerdo, ambos sabían que lo que hacían estaba prohibido, estaba mal a los ojos de la sociedad y podría traer graves consecuencias.

Ambos lo sabían pero estaban reacios a separarse. Jungkook, un chico de alta alcurnia que se sentía solo y poco comprendido mientras que Yoongi provenía de una familia humilde dedicada al trabajo de campo, se sentía incomprendido, abandonado a su suerte y rechazado por la familia que amaba.

Sentían una gran afinidad.

Ambos tenían diferentes talentos pero sacaban su inspiración de la misma fuente. Cada vez que Yoongi pintaba pensaba en Jungkook, en todo lo que le hacía sentir y en aquellos colores que el cielo mostraba a la puesta de sol. Yoongi retrató a Jungkook más de una vez, con distintos colores que reflejaban sus sentimientos.

Cuando se los hacía llegar, Jungkook le mostraba su felicidad con besos, abrazos y caricias. Así como también le entregaba postres que conseguía robar de las cocinas de la mansión antes de escaparse. Era un buen trato para ambos. 

Jungkook guardaba las pinturas de Yoongi debajo del suelo de su habitación, removía uno de los pedazos de madera y las envolvía en telas finas para que no se dañaran. No podía permitir que alguien más los viera pero tampoco se privaría de ellas. Los veía cada noche e incluso cuándo tenía un mal día, le recordaban a Yoongi y Yoongi le traía felicidad.

El lienzo que más cautivó a Jungkook fue el que Yoongi le entregó tras la primera vez que plasmaron su querer en placer carnal, cuando sucumbieron a la pasión y sus cuerpos se volvieron uno. En la composición se hallaban juntos, mirándose y sus labios casi unidos en un beso. Era sublime, a Jungkook le pareció una obra de arte y estaba seguro que lo mismo pensarían los demás si pudieran verla.

Jungkook llegaba a sentir pena e impotencia por la situación de Yoongi, si no tuviese la mala fama que lo popularizó en el pueblo, cualquier pintor lo recibiría bajo su tutela hasta que puliera su talento y pudiera llenar el corazón de las personas con sus cálidos colores.

De vez en cuándo, Jungkook le compraba pinceles o pinturas que mandaba como recado a alguno de sus criados asegurando que estaba aprendiendo a pintar ¡Él ni siquiera podía dibujar un árbol! Pero conservó algunas de las pinturas, así como intentó pintar para dar credibilidad a su mentira.

Viendo la historia desde otra perspectiva, Jungkook no era un inculto o una persona poco interesante. El misterio que Jungkook transmitía fascinaba a Yoongi, casi siempre estaba en silencio escuchándolo hablar, solo interrumpía ocasionalmente. En contadas ocasiones comenzaba una conversación o historia, y hablaba más cuando estaba de particular buen humor. No importaba cuál fuera la faceta de Jungkook; Yoongi estaba enamorado de él. 

El Amante del DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora