Y es que así somos las personas. Quizá no todos, pero si la mayoría. Tercos y necios, masoquistas y egoístas. Y es que ¿por qué nos quedamos donde ya no nos quieren? Tenemos esa mala costumbre de seguir con una persona incluso cuando ya nos corrió de su vida.
Y aquí es donde viene la gran pregunta: ¿Por qué nos quedamos? Y nuestro argumento es el amor, el cariño. Nos quedamos porque decimos querer tanto a esa persona que aunque no nos quiera somos sus incondicionales.
Yo creo que la verdad es otra. Primero, preferimos seguir recibiendo migajas a recibir nada. Preferimos sentir un cariño que nosotros mismo inventamos, nos mentimos y lo peor es que terminamos por creerlo.
Segundo, preferimos evitarnos el dolor indescriptible de decir adiós y alejarnos. Pero, ¿acaso no duele más recibir "cariño" un día si y al otro no? ¿No es peor sufrir poquito a diario al sentir que nada va bien y aún así seguir aferrándose? Yo creo que es mejor el dolor de unos meses, justo los necesarios para sacar a alguien de nuestro sistema y seguir adelante. Creo que tendríamos que aprender a ser fuertes y saber decir adiós en el momento preciso. Y lo más difícil de todo, dejar ir a quien tanto quieres.Y con todo esto, asumo que soy fuerte por aceptar el dolor de una partida. Y valiente, por poder decir adiós sin rencores, sino con una sonrisa.
Simplemente concluiré con las palabras de dos personas. Primero, Graham Greene: "Una historia no tiene comienzo ni fin: Arbitrariamente uno elige el momento de la experiencia en el cuál mira hacia atrás o hacia adelante". Entonces, decidamos mirar adelante, que un adiós no sea el final, sino un principio.
Las segundas palabras, la cuales no citaré exactas porque mi memoria es fatal, me las dijo ayer un gran amigo cuando íbamos en la combi. Ese amigo es Nicolas Vazquez. El punto es, aprender a que nuestra felicidad no dependa de nadie, más que de nosotros mismos. Y concuerdo totalmente.
Liiz Soto