I. Sr. cabeza de pez

124 12 1
                                    

I. Mr. Fish head

Mikey iba caminando por la calle silenciosa cuando se encontró a Draken sentado a solas en el parque. ¿Por qué Draken se encuentra solo? Ni él lo sabe, mas no parece ser un asunto al cual brindarle demasiada importancia, lo cierto es que va acercándose con cautela para ofrecerle su más placentera y noble compañía, no digna de cualquiera.

¿Debería molestarlo un rato? Sí, es más, hoy es un buen día para molestar a Draken. ¿Podría pedirle dinero prestado para comprar un dulce? Sí, de hecho —y en el caso necesario de explicar—, hoy es un grandioso día para comer miles de dulces también. Mikey entra en razón y descubre que tiene suficiente hambre, pensar en el hecho mismo de comer produce dolor en su barriga que gruñe a causa de esto, se siente un poco extraño de momento a otro, no obstante, le resta relevancia.

Cuando cruzó la calle, de inmediato permaneció sentado junto a Draken.

—Oye, Kenchin —sin voltear a verlo, espera pacientemente su valiosa respuesta, mirando a su vez los niños que juegan.

—Dime —Mikey esconde ambas manos en los bolsillos de su pantalón para pellizcarse los dedos con las uñas, acción que muestra indicios de que algo no anda bien. ¿Acaso estará nervioso?

—Tengo hambre —no se atrevió a reclamar un par de monedas. Por algún motivo desconocido, siente desde adentro que algo irá a salir muy mal.

—¿Hambre? ¿Tan temprano? —Mikey se cuestiona desde lo profundo si realmente existe una hora adecuada al momento de comer, dicha interrogante carece de validez bajo su buen criterio, y por si fuera poco, Draken está al tanto... esta información fortalece su teoría intelectual que explica que algo está yendo terriblemente mal.

Sin más voltea a verlo, a continuación, supo que Draken no tenía cabeza.

¿Cómo no lo notó antes? Mikey no se espanta al respecto, al contrario, no pudo dejar de observarlo detenidamente, además, volvió a sentir hambre; era un fenómeno que ni la auténtica ciencia explicaría: Draken tenía cabeza de pescado, pero no un pescado corriente.

Taiyaki...

Lo entendió todo. Debió haberlo sabido desde el principio. Aquel ser extraño no era Draken sino más bien algo que debía comerse. No tenía expresión alguna, no poseía siquiera un rostro; no es una persona, ha de ser comida.

—¿Qué dices? —respondiendo a su pregunta, Mikey tomará el valor de comérselo, sin embargo, no querría levantar sospechas; deberá persuadirlo con suma astucia, fingiendo creer que no acabó descubriendo su identidad real. Demonios, es un verdadero genio.

—Kenchin, hoy te ves tan delicioso —bueno, es incapaz de pensar con claridad, mas no fue mentira lo que dijo. Si el plan es exitoso, podrá saciarse de él gracias a su estrategia.

El enorme cabeza de pez no parece sospechar de la muerte que vendrá en los próximos segundos: será comido por su mejor amigo. Mikey no lo sabe, pero el ser tan particular conserva todavía la consciencia del buen Draken; él nunca pensaría mal de su compañero... por desgracia, Mikey no garantiza creer lo mismo.

—¿Qué? —se cruza de brazos—. ¿Qué demonios estás diciendo? —simula ver hacia otro lado por la confusión presente, Mikey aprovechó esta instancia para aplastarlo bestialmente, arrojando sobre su cuerpo el suyo.

—Lo siento tanto... —gime y lo agarra de los brazos con vigor, sosteniendo sus muñecas—. Fue tu error haberte aparecido frente a mí —afila los ojos desmesuradamente, no puede quitarle la mirada de encima, ahora pasa la lengua por sus propios labios, imaginando el dulce sabor del pobre forastero; tiene bastante hambre, su estómago ruge, ¡la saliva empieza a desbordarse por su boca!

—¡Oye...! —Draken intenta librar sus manos, no tiene éxito, está débil, sumido ante su fuerza; está perdido, es un hecho. Mikey es más fuerte y el más fuerte gana siempre. Se lo comerá hasta el hueso.

—Te voy a devorar entero —Draken asegura no entender lo que está diciendo, le es imposible interpretar semejante incoherencia.

—Quítate de encima, tarado —lo demanda, indignado y vulnerado.

—¡No puedo! —Mikey no lamentó la pérdida de cualidades que solían diferenciarlo de un animal sediento y salvaje, simplemente siguió acercándose—. Déjame comerte a mordidas, por favor —cuando menos lo esperó, las palabras que pronunciaba dejaron de tener claridad alguna en el habla.

—Cabrón, soy yo —no logra escuchar lo que dice Draken, el sentido auditorio también se ausenta... debe ser el hambre, por ende, ha de imaginar que le grita ciertas barbaridades para evitar ser comido; una actitud propia de la presa acorralada—. Despierta.

—No me hables así —sonriendo dichoso, Mikey llega a la conclusión de ser extremadamente inteligente—. Estás acabado, taiyaki gigante

Lo mordió, sintió el mayor de los placeres, pero el sabor no fue como esperaba.

—Soy yo, idiota.

Mikey sintió una mano ir a parar directamente a su rostro, fue ahí donde despertó. Le estaba mordiendo un cachete a Draken mientras lo arrinconaba a orillas del colchón, babeando su rostro. Draken había estado despierto desde antes por culpa de su inquieto camarada, estuvo a punto de caerse, la mordida no fue sorpresa, tampoco la esperaba. A decir verdad, no es la primera vez que Mikey lo abarca a mitad de la noche.

—Kenchin, eras un taiyaki gigante —apenas abre los ojos, se esmera tanto en seguir despierto.

—¿Otra vez? —apartó aquel rostro pegajoso del suyo, luego acomodó el cuerpo ajeno y lo dejó al otro extremo de la cama, después tomó posición junto a él y se adentró de vuelta bajo las sábanas.

—Sí... —arrastrándose por la superficie del colchón, Mikey se acercó otra vez—. Lo siento —se tumbó sobre su pecho, uniéndose a él una vez más—. No pienses mal de mí, no iba a comerte de verdad —cerró los ojos, pensando en comida.

—Lo sé, lo sé —Draken prefirió mostrar resignación, tiene una fortuna de tolerancia, sin embargo, lo último que desea es que lo vuelva a morder.

—Jamás podrías desconfiar de mí porque me crees, ¿no? —mientras lo ciñe, anhela estar sobre el pez enorme de sus sueños que resultó ser un producto falso de su imaginación hambrienta... ciertamente pudo haberlo devorado, pero no puede comerse a Draken. Lo único que logra rescatar es que efectivamente está muriéndose de hambre.

—Por supuesto, yo te creo —como buen prisionero que es de Mikey, sabe que no podrá quitárselo de encima hasta la hora de despertar donde recibirá a gusto el mañana en su compañía—. Cuando despiertes, te iré a comprar los dulces que quieras.

—Gracias, cara de pez —sonríe, aún sin poder reconciliar el sueño, creyendo que lo justo sería molestar a su amigo de aquí al amanecer, ya que si él no duerme, Draken tampoco debiera... pero su leve misericordia advierte que no sería buena idea; desataría el caos si no lo deja seguir soñando. Permitirá dicho lujo para asegurar el descanso de ambos.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jun 23 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Anoche soñé contigo; Draken & MikeyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora